Revista Ñ

Damián Szifrón Ciudadanos en llamas

Relatos salvajes. Los desopilant­es personajes de su film más aplaudido encuentran en la violencia una catársis después del fracaso. ¡Somos nosotros!

- POR DIEGO ERLAN PUBLICADO EL 9 DE AGOSTO DE 2014

Hay una escena de Taxi Driver en la que Travis, el protagonis­ta interpreta­do por Robert De Niro, ensaya frente al espejo su transforma­ción en el producto existencia­l de su época. “Escuchen hijos de puta”, dice Travis en el filme de Martin Scorsese de 1976 mientras se da vuelta y apunta un arma al espejo (es decir: a sí mismo). Cada una de las seis historias de Relatos salvajes, la nueva película de Damián Szifrón, se conecta con Taxi Driver en este punto: la explosión.

Szifrón trabaja sobre el humor, la tensión y el desencaden­ante. Hay humor: en la conexión hilarante que empiezan a descubrir los pasajeros de un vuelo con destino a la muerte, comandado por un piloto con sed de venganza en “Pasternak”; en los pasos de hartazgo y comedia que Mauricio (el magnate interpreta­do por Oscar Martínez en “La Propuesta”) ensaya en la negociació­n con un fiscal y su propio abogado para articular una maquinaria corrupta que pretende salvar a su hijo de no ir preso por atropellar a una mujer y escapar; en el enfrentami­ento de Simon Fisher contra la burocracia estatal, como un héroe kafkiano frente a sus multas.

Szifrón confiesa que la escritura de estas historias breves funcionó como una forma de descarga entre proyectos que no llegaban a concretars­e, y cuyos modelos pueden ir desde aquellas antologías como la de Relatos maestros del crimen, publicados por el Círculo de Lectores, hasta los Cuentos asombrosos producidos en su momento por Steven Spielberg. El absurdo encuentra su linaje con películas como La comunidad de Alex de la Iglesia.

Si El fondo del mar, la primera de Szifrón estrenada en 2003, fue una película paranoica, melancólic­a y romántica, esta serie de seis cortos a los que sólo une la sensación sobre una época, termina siendo excesiva, incorrecta, por momentos sobreactua­da pero siempre dionisíaca. No está mal. Es catarsis. Cuando la explosión no es producto de la frustració­n existencia­l, se cristaliza en el filme de Szifrón como una lucha de clases.

Hay tensión: en la cocina de “Las ratas” donde una cocinera debe servir al hombre despreciab­le que empujó a la miseria a su familia, en el “negro resentido” que le dedica el personaje de Sbaraglia conduciend­o su Audi por las rutas salteñas. Ese tono de la frase es el “motherfuck­ers” de Travis. La violencia desatada entre sujetos de un sistema como el capitalist­a es lo que se manifiesta en “El más fuerte”.

A diferencia de Scorsese, Szifrón derrama sobre este mundo una mirada un tanto más inmoral. En cada uno de estos relatos, como en Taxi Driver, hay una caída libre (del sujeto) y una escalada (de violencia). Los personajes de cada historia se redimen en esa violencia. Ocurre con “Bombita”, el ingeniero experto en implosione­s que a su vez explota a causa del sistema injusto. Ocurre con Pasternak, que provoca una masacre que apunta a los responsabl­es de su amargura (sus padres: punto de inicio para su fracaso). Ocurre con los dos conductore­s que se cruzan en las rutas salteñas: su escalada de vejaciones, puesta en práctica de una feroz lucha de clases, concluye siendo interpreta­da, por un tercero, como crimen pasional.

El fracaso, como en Travis, es lo que produce la violencia (el fracaso como sujeto, como marido, como padre, novia o incluso como vengadora de su familia). El fracaso, en definitiva, como motores activos de una sociedad en ruinas. Szifrón consigue hablar de todo esto con un sentido del humor áspero, realista, desopilant­e en su propio exceso hasta el final. Ese final que tiene su punto culminante en “Hasta que la muerte nos separe”. En este casamiento de Romina (Erica Rivas), la felicidad transmuta en catástrofe por un engaño y una venganza que edifica el sexto círculo de los infiernos que narra Szifrón. Si en Dante este círculo es habitado por los herejes, castigados en sepulcros en llamas, ese fuego interior, justamente, símbolo al mismo tiempo de la pasión y de la hoguera, es lo que se exhibe en esta película.

 ?? ?? El Bombita de Relatos salvajes, interpreta­do por Ricardo Darín, es un ingeniero tranquilo y respetuoso que descubre su lado irracional. La furia social lo ha tomado como emblema muchas veces desde entonces.
El Bombita de Relatos salvajes, interpreta­do por Ricardo Darín, es un ingeniero tranquilo y respetuoso que descubre su lado irracional. La furia social lo ha tomado como emblema muchas veces desde entonces.

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