Revista Ñ

Santiago Mitre Víctimas y victimario­s

La patota. Hoy en primer plano por Argentina 1985, hablaba así de su film más polémico, una remake que agitó los debates del #MeToo sobre la violación.

- POR ROGER KOZA PUBLICADO EL 16 DE MAYO DE 2015

En La patota, una lectura a distancia de un viejo filme de Daniel Tinayre de título homónimo, Santiago Mitre vuelve a indagar sobre el cruce problemáti­co entre moral y política. El tema de fondo es aquí la convicción. Paulina es la hija de un político poderoso que elige en cierto momento meterse de lleno en un proyecto político y pedagógico en algún pueblo de Misiones y abandonar entonces una carrera jurídica prominente. La acción concreta no puede esperar. La heroína de Mitre viajará entonces a Misiones y empezará a cumplir con el mandato de su convicción.

En cierto momento, algunos alumnos abusarán de ella. Mitre elige contar el brutal episodio en dos ocasiones bajo dos ópticas opuestas, como si así se exterioriz­ara la conciencia de la propia víctima y su esfuerzo por entender. Ocurre que Paulina intentará comprender la posición subjetiva de los victimario­s, una acción a contrapelo del sentido común que le indica escarmient­o y pide legítimame­nte justicia.

La película es fascinante porque Dolores Fonzi transmite enterament­e la fuerza de una convicción que conjura la violencia padecida. Tensar tal convicción es el propósito narrativo que le interesa a Mitre, a tal punto que pueda ser visible la acción de una creencia y la circunstan­cia involuntar­ia que la pone a prueba.

–Si uno tiene en cuenta sus dos películas previas, la decisión de revisar un viejo filme argentino de Daniel Tinayre, como La patota, es un poco inesperada. ¿Por qué esta elección? –Hacía poco tiempo que se había estrenado El estudiante, mi película anterior, y me encontraba en ese momento tratando de sacármela de encima, intentando escribir una nueva película, cuando me llamó Axel Kuschevatz­ky contándome del proyecto de adaptar La Patota de Tinayre. No había visto la película de Tinayre antes, la vi una sola vez y decidí no volver a verla. Había algo del personaje central, Paulina, que me abofeteó. Me puso en problemas. Y me di cuenta de que podía desarrolla­r algunas cuestiones que había iniciado en El estudiante con esta película. Construir una fábula política donde la convicción esté en el centro del problema.

–En la extraordin­aria escena de apertura, el dilema ideológico que articula la película se evidencia en una larga conversaci­ón entre Paulina y su padre (interpreta­do por Oscar Martínez, en un trabajo estupendo). ¿Por qué decidió empezar con esa escena?

–Probableme­nte la decisión más importante de adaptación que tomamos fue en torno al personaje del padre. En la versión de Tinayre era muy menor, caracteriz­ado casi con un único trazo. Para mí era central ese vínculo, hija-padre y abogada-juez, para desarrolla­r algunas de las cuestiones en torno a la justicia, las conviccion­es, el trabajo político. Es un vínculo muy complejo, lleno de afecto y admiración mutua, pero que también esconde una forma sutil de dominación.

–Como El estudiante, La patota es una película que también gira en torno a una confrontac­ión del personaje con su propio universo moral. ¿A qué se debe esto?

–El personaje de El estudiante era un pragmático, alguien que avanzaba sin preguntars­e el porqué de las cosas. De algún modo el de La patota es el reverso de Roque. Paulina sí cree, sí piensa en las causas, sí sabe por qué hace lo que hace, y esa convicción es lo que desencaden­a el drama. Tanto en aquella película como en ésta hay personajes que se transforma­n, que se dan vuelta por completo. El trabajo sobre la singularid­ad de un personaje, de su punto de vista, para contar un ámbito mayor, es una de las cosas que más me interesan cuando escribo.

–El trabajo de Dolores Fonzi es consagrato­rio. ¿De qué forma trabajaron el personaje?

–Dolores asumió toda la responsabi­lidad que implicaba este personaje y se cargó la película encima. Hicimos mucho trabajo de mesa, lecturas, ensayamos durante varios meses. Pero en algún momento llegamos a la conclusión de que la única posibilida­d de entender a Paulina era actuarla, ponerla en acción. Seguirla, no tratar de entenderla.

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AFP Con El estudiante, Mitre conquistó nuevos públicos; con Argentina 1985 le llega el reconocimi­ento.

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