Revista Ñ

Succession y el acierto de un pianito macabro

En casi diez años, cuenta la realizador­a Lynn Novick, reunieron testimonio­s para complejiza­r un conflicto “convertido en clichés”.

- POR MATILDE SÁNCHEZ PUBLICADO EL 13 DE JUNIO DE 2020

¿Cómo se recuerdan la riqueza y el privilegio en una familia? ¿Al modo de un santoral almibarado o como una ronda infernal de zancadas y pactos mafiosos? Esas preguntas sintetiza la obertura de Succession, una pieza de relojería perfecta.

Los hijos de Logan Roy son cuatro, nacidos entre los 70 y 80, cuando las revistas ilustradas empezaban a ceder a manos de las cadenas televisiva­s y luego al cable. Llega el momento de delegar el conglomera­do, eligiendo a un sucesor o entregándo­lo a la competenci­a.

La cortina de Nicholas Britell, de en 90’’, tiene complejida­d de referencia­s y registros. La deconstruy­ó en un video para Vanity Fair. Sobre un frase de hip hop, agregó una orquesta de cuerdas que entra y sale en microclima­s, dominada por un piano disonante. Hay algo ominoso en los acordes, es la clase de pianola que subraya la inminencia de una sorpresa escalofria­nte. Y en toda su duración, el detalle encantador­amente infantil de unos cascabeles, el trote de los caballos en la vuelta al Central Park.

Su autor ganó un Emmy. La cortina aparece en decenas de memes, fue adaptada a la danza del Guasón en la escalera. La celebració­n del sociópata, resentido contra la riqueza, porque en su biografía, como entre los Roy, hay un padre millonario y desdeñoso. Allí el pianito alcanza su literalida­d macabra. Las imágenes cierran el círculo del oro devenido chatarra. Es el álbum en Super8, los hitos familiares. Solo queda nostalgia de una tecnología vetusta. Fabricar imágenes, ese privilegio de clase, quedó mejor distribuid­o una vez que nos pusieron un smartphone en la mano.

Se editaron miles de libros sobre la guerra de Vietnam (1955-1975) pero parece que no es posible aún ver allí la big picture. Sin embargo, una serie parece capaz de vencer ese desafío: La guerra de Vietnam, dirigida por Lynn Novick y Ken Burns. El estilo, reconocibl­e por sus entrevista­s en profundida­d o el uso de fotos sobre los que suelen hacer zoom y panear, es fascinante y arroja nuevas luces.

Así habló Novick por teléfono desde Nueva York.

–El trabajo llevó casi 10 años. ¿Qué fue lo más arduo?

–Lo más estresante y excitante fue el proceso colaborati­vo entre Ken Burns, el guionista Geoffrey Ward, los montajista­s y yo. Juntás un montón de ideas, de material, probás perspectiv­as.

Dice que sabían que querían reunir la mayor cantidad de voces posible. “Hablar con los soldados que bombardeab­an la ruta de Ho Chi Minh y las increíbles mujeres vietnamita­s que trabajaban por las noches conduciend­o camiones allí”.

Las entrevista­s son clases de periodismo. “Pasamos muchas horas entrevista­ndo cara a cara y hablando por teléfono sin encender la cámara. Son temas dolorosos. Ganarse su confianza y que supieran cual iba a ser el tratamient­o final de la serie era crucial”. –Gran parte de los excombatie­ntes son profesores, poetas, historiado­res. ¿La palabra puede salvar de la locura de la guerra?

–Sí, definitiva­mente. Entendemos quienes somos a través de la narración. Y nuestro “marco de superviven­cia” es la narrativa: eso nos ordena. Algunos empezaron a escribir a partir del documental.

–Plantea la guerra como “una experienci­a” sin caer en el chauvinism­o o en una apología belicista de extrema derecha.

–No quisimos romantizar nada del conflicto bélico. Pero es una paradoja, y es muy vívido lo que pasa en la guerra. Y nosotros tratamos de relatar la guerra desde todos esos puntos de vista. Podés ir por la senda equivocada con facilidad.

–Crítícos subrayaron el peligro de la representa­ción del conflicto en películas como Forrest Gump, en la que se proyecta un Vietnam de jungla deshabitad­a, que dispara contra buenos soldados. Esta serie se desmarca de una mirada típica del pensamient­o de Marshall McLuhan resumible como “el pueblo reaccionó solo porque vio todo en la TV y no lo toleró”. –Vietnam se ha convertido en un montón de clichés y los norteameri­canos lo poco que saben del conflicto es a través de fotos. Lo que tratamos de hacer es explicar que fue necesario mucho más que la televisión mostrando imágenes para detener y reaccionar contra la guerra. Se trata, básicament­e que mucha gente se opuso a la guerra en un plano ya no mediático si no político: debido a un Poder Ejecutivo y Legislativ­o que no podía explicar que hacíamos allí y el por qué la matanza de millares de civiles. Tratamos de contextual­izar la cultura mediática del momento pero sin que sea el factor principal.

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Las tensiones familiares hostigan a los ultrarrico­s.
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La serie dedica más de 16 horas a las operacione­s militares norteameri­canas y la defensa vietnamita en la guerra de los años 60 y 70.

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