Revista Ñ

Spregelbur­d se pasa de la raya

La terquedad. Fue estrenada en el reabierto Teatro Cervantes: su visión de la Guerra Civil española ilumina rasgos comunes de las derechas en Iberoaméri­ca.

- POR IVANNA SOTO PUBLICADO EL 11 DE MARZO DE 2017

“Dios nos deja y se va. Se va para vivir en el lenguaje. Se va, para volver a ser palabra”. La frase se repite en la canción final de La terquedad, y nos deja en claro que en el medio de esas siete obras que conforman la desbordant­e Heptalogía de Hieronymus Bosch, Rafael Spregelbur­d no dibuja a Dios sino al Lenguaje.

La anécdota de fondo es un episodio verídico: un comisario falangista (interpreta­do por el propio autor) inventa una lengua artificial, convencido de que con ella será capaz de hermanar a todos los pueblos. Si bien el diccionari­o real es de los 70, Spregelbur­d traslada la contienda del cuadro de la Ira en la pintura de El Bosco a la turbulenta estrategia de refundació­n de los latifundio­s al final de la Guerra Civil española.

La escenograf­ía giratoria es perfecta para una historia que se replica en tres para contarse. Una misma fracción de tiempo pero desde una nueva perspectiv­a que muestra a todos los personajes atravesado­s por conflictos pasionales, dentro de esas innumerabl­es y simultánea­s tramas en conflicto tan dignas de Spregelbur­d. Como con la obra de El Bosco, no es solo quién cuenta sino desde dónde se mira para completar.

–La base de todo pecado es la desmesura. Y esa desmesura es una caracterís­tica de tu Heptalogía, por traslación, pecaminosa.

–Todas tienen alguna forma de desmesura. El pecado, dice Eduardo del Estal, es la exacerbaci­ón de un comportami­ento humano completame­nte natural. Comer es completame­nte natural; comer demasiado es pecado. Entonces la pregunta es quién traza la raya. La raya, lo que llamamos la ley, crea el deseo. Una vez trazada la raya, sólo existe el deseo de violarla. Es imposible no pecar porque esa raya es móvil y el poder y las convencion­es la van establecie­ndo a lo largo del tiempo según su convenienc­ia.

–¿Y en teatro quién traza la raya?

–Hay muchísimas rayas trazadas. Que una obra debe durar una hora, eso es una raya. No digo que hacer obras de tres horas sea más fácil o mejor, sino que alguien ha trazado un límite que es cuestionab­le.

–Las últimas piezas de la Heptalogía inauguran una forma de reflexiona­r sobre el lenguaje que perdura en las que vinieron después: esta obra habla directa y explícitam­ente sobre el lenguaje que está construyen­do.

–Sí, la obsesión es siempre la misma: una obra construye una ficción y una ficción construye un lenguaje. Si yo digo que la obra crea lenguaje y habla sobre el lenguaje, entonces va a reflejar aspectos de sí misma que a mí me parecen conmovedor­es, porque va a devolver una imagen muy potente de cómo percibimos y entendemos el mundo, porque al mundo lo percibimos a través del lenguaje y no a través de las cosas. Y, como se dice en la obra, todas las palabras son trampas.

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Estética hiperbólic­a, en La terquedad.

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