LA IMAGINACIÓN, FÁBRICA DE REALIDAD
Diálogo con Josefina Ludmer. En Aquí América latina, la crítica reformula conceptos de la teoría literaria para examinar la región. Postula que los argentinos nos dejamos apropiar la lengua vernácula.
Josefina Ludmer lo hizo de nuevo. En Aquí América latina. Una especulación vuelve a sorprender. La aparición de cada uno de sus textos desorienta a sus lectores, los que, sin embargo, vuelven una y otra vez, fascinados, a su obra. Quizás esta fidelidad se deba a que no hay otra intelectual en nuestro país que, como ella, sea capaz de adentrarse en caminos que ningún otro ha imaginado. Su mirada jamás se somete a las líneas que trazan el sentido común de la academia ni a los imperativos de las modas teóricas. Su fundacional lectura sobre García Márquez (Cien años de soledad, una interpretación 1972), sentó el precedente: cada uno de sus libros iba a nacer polémico, incluso incomprendido, y un par de años más tarde se volvería canónico. Cuando apareció Onetti. Los procesos de construcción del relato (1977), Ludmer formaba parte de la llamada “universidad de las catacumbas”, en la que se habían refugiado los intelectuales críticos que sobrevivían en el país durante la dictadura militar: dictaba cursos en su casa a los que concurrían muchos de los críticos y escritores que surgirían en la década siguiente. Con la instauración de la democracia, volvió a dictar sus seminarios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Fruto de esos años, es su investigación El género gauchesco. Un tratado sobre la patria (1988), un libro que releyó la tradición literaria argentina que había surgido dialogando con las guerras que construyeron la Nación. A comienzos de los 90 fue nombrada Full Professor en la Universidad de Yale (donde es profesora emérita). Allí escribió El cuerpo del delito. Un manual (1999), en el que recorre siglo y medio de literatura nacional. En el año 2000 dictó en el Centro Cultural Rojas un curso sobre la temporalidad y la literatura producida en ese mismo momento en Buenos Aires. Así surgió Aquí América latina, una especulación, el libro más complejo que Ludmer ha escrito hasta ahora. Está dividido en dos partes. La primera -titulada “Temporalidades”- apuesta a una escritura experimental, a un pensamiento que se basa en la imaginación y a una estructura muy libre, que fluctúa entre el ensayo y la ficción. La segunda –titulada “Territorios”– se parece más a un texto crítico tradicional (si se pudiera afirmar algo así de un libro suyo).
El lector es advertido desde la primera palabra de que todas las categorías tradicionales de la crítica literaria han sido desechadas y que se trabaja con un sistema de lectura que pone de relieve los modos de fabricación de realidad en la imaginación pública.
–Una de las ideas centrales del libro es la desaparición de las dicotomías que se usaron durante mucho tiempo para pensar a crítica. Cada frase es a la vez teórica-ficcional-paródica-ensayística: términos que tradicionalmente se pensaron como antagónicos.
–Totalmente. La característica de la primera parte es la ambivalencia entre ficción y teoría. Por momentos se ve la parodia y por momentos es un ensayo.
–La segunda es más clásica. El libro comienza proponiendo “especular”. ¿Cómo funciona eso?
–“Especulación” es una palabra que tiene varios sentidos. Yo la uso por lo menos en tres. Como adjetivo que se relaciona con el espejo y sus imágenes. También uso “especular” como verbo: pensar y teorizar. Además, tiene que ver con calcular ganancias, como en la especulación financiera, por ejemplo. Me interesa que esta palabra tenga un sentido moral ambivalente. Además, la especulación es propia de un género que siempre me fascinó: la ficción especulativa, que se relaciona con la utopía y la ciencia ficción. La especulación es una especie de pensamiento, pero es aceptable porque no es pretensioso. Es un pensamiento bastardo, ficcionalizado, que procede por imágenes. La palabra “especulación”, con todos sus juegos, fue la que me guió en la escritu
ra de este ensayo. La especulación inventa un mundo diferente del conocido; es un universo sin afuera, que es “realvirtual”.
–América Latina se le impuso como tema en los Estados Unidos.
–Exacto. Para pensar América latina tuve que salir de la Argentina.
–En los Estados Unidos vivió la experiencia del capitalismo en estado puro.
–Descubrí que allí el dinero es la única realidad. Todo lo que no es dinero es fantasía, es ficción. Lo único sólido, lo único que no se desintegra es el dinero. Lo que además es una paradoja, ya que el dinero es algo del orden ficcional. De ahí viene el uso que hago de la palabra “realidadficción”.
–En ese contexto surge la idea de la especulación como herramienta para pensar.
–Ya no pienso más en las categorías “literarias” de autor y de obra. La imaginación, lo que llamo “la fabrica de realidad”, es lo fundamental. Tanto cuando pienso la literatura como cualquier otra cosa, lo que me interesa es la imaginación. La ficción ahora invade todo, por eso, “leo” de todo: desde las series de TV al cine; incluso el periodismo, que trata casos que son más ficcionales que la propia ficción. Al mismo tiempo, esas ficciones son la realidad. Yo leo la literatura como realidad.
–El corpus literario que recorre su libro es muy amplio, fruto de su acceso a las bibliotecas norteamericanas. ¿Cómo va a hacer para leer desde ahora?
–Es un problema grave. Viviendo en Buenos Aires no tenés acceso a lo que pasa en toda la literatura en castellano. Es algo que hay que pensar. Creo que este aislamiento de cada país en su propia literatura es una barrera intelectual, epistemológica y política. Los autores que conocemos acá son decididos en España.
–Esa cuestión está muy desarrollada en su libro, pero es un tema que ni se debate en la Argentina.
–La lengua da ganancias. Buena parte de la economía actual se basa en producciones que tienen a la lengua como insumo principal. ¿Qué pasó en los años 90 para que España se volcara a esto y América latina se desentendiera totalmente? Los argentinos nos abandonamos, nos dejamos apropiar la lengua. Lo que sucedió es que España se integró a la Unión Europea, es decir, a un capitalismo moderno.
–Si bien su libro tiene una impronta política muy crítica, por otro lado, es un texto que juega todo el tiempo con lo ficcional, como si plantease que lo íntimo también es político y que la ficción es la forma en que eso se expresa.
–Trato de trabajar confusiones. En todo el sentido de la palabra. Con-fusiones. Cuando digo realvirtual, adentroafuera, públicoprivado, y otras fusiones en las que se reúnen términos que se pensaban como opuestos, es posible que la primera impresión sea de confusión. Eso no me molesta.
–Su lectura cruza textos que no se suele ver en el mismo espacio, por ejemplo, cuando confronta lecturas que hacen José Pablo Feinmann y Jorge Asís.
–Posiblemente ellos se vean como antagónicos, pero sus libros dialogan. Por eso a mí me interesa circunscribirme a pensar cierto “campo” en el que hay voces que hablan de lo mismo. No me interesa pensar “autores”. Si uno lo piensa como campo descubre todo lo que está en juego allí. Esa obnubilación por el autor se refleja en el debate social, político y cultural. No se habla de políticas, por ejemplo, sino de la idiosincrasia de los políticos. De Kirchner o de Macri o de Lilita. Lo que hay que analizar son las fuerzas actuando. Las ideas, las propuestas, lo que se está haciendo. Eso no se hace: todo es anécdota y chisme. Una mentalidad centrada en la persona, como en el siglo XIX. En cierta medida mi idea es borgeana: hay que pensar la historia de la cultura sin hablar de los nombres, sino verla como una historia del espíritu” (para decirlo con esa metáfora idealista).