Una de las voces mayores del siglo XX
Juana Bignozzi. Lectura de Las poetas visitan a Andrea del Sarto, en el que las conversaciones se encuentran y se desfasan. Más que nunca, una poeta de culto.
Ley, norma, herencia son palabras que utiliza la poesía de Juana Bignozzi para nombrar la pertenencia. Dominan sobre el amor y sobre los mensajes, y se cumplen más allá de las voces que atraviesan las épocas vividas. Entre éstas, Bignozzi reconoce la agonía de los 40 (“impertérrita / inmarcesible / que nos parecía solemne y aburrida”), la poesía de los 60 (“un guiño a la amistad”), los años de militancia (“en la devoción de la batalla y la memoria”), el exilio (“siempre es dolor”), el presente (“la conveniencia miserable del momento”).
En esos cambios, esas sucesiones, los destinatarios se han perdido y los mensajes han quedado vaciados de contenido. Lo que jamás se desvanece es la pertenencia, que es pertenencia a un destino, y que se cumple hasta el final.
Las poetas visitan a Andrea del Sarto, el nuevo poemario de Bignozzi, es un libro sobre las épocas y sobre la épica, sobre la forma en que estas coinciden y se cuestionan.
Una voz escindida habita el texto principal del libro, “Che bella maniera”, de casi treinta páginas: está por un lado la voz del pintor manierista Andrea del Sarto y por el otro la del yo textual de la autora. La relación entre la voz de Andrea del Sarto y la de la poeta se encuentra ligeramente desfasada. No es exactamente un diálogo, aunque por momentos parecen contestarse, y tampoco se encuentran fundidas al punto de que lo que uno dice pueda ser extrapolado al imaginario del otro, no obstante lo cual de las imágenes y metáforas que utilizan pueden establecerse no pocos paralelismos.
Por momentos no se sabe quién habla; el hecho de que una voz sea masculina y la otra femenina colabora a resaltar cierta discordancia. Es un poema construido sobre cierta discontinuidad, sobre momentos de pensamiento no necesariamente organizados en algún tipo de progresión dramática, retórica. Son casi restos acomodados en una suerte de caleidoscopio.
Desfasaje, discordancia, discontinuidad. Tal vez no sean las palabras que mejor puedan caracterizar la poesía que ha escrito Bignozzi. Al contrario, la voz poética de Bignozzi se ha caracterizado por una homogeneidad pulida, por la continuidad de una acentuación larga y por finales de una emotividad muy lograda. Pero Las poetas... es también un libro que parece volverse sobre el resto de su obra, lo que subraya el carácter de interrogación, de duda de su naturaleza.
En “Che bella maniera” la “bella maniera” parece estar agrietándose, como si hubiese algo, una cierta tensión estética de la afirmación de la voz y de la voz de la afirmación, que ya no soportara más, y estuviese a punto de implosionar en un final que también será un principio.
Como granos duros del porvenir, se conservan las consignas de esa poética de la pertenencia.
La ley, la norma, la herencia: ¿cuál es el valor que custodian? Dice Andrea del Sarto: “Soy un pintor viejo mirando pintar a los jóvenes / como esta vieja poeta que escribe sobre mí mira escribir a los jóvenes/ queremos que sientan nuestra presencia/ diciendo la pintura existe la poesía existe/ acompañamos ¿entendemos? / no nos pidan tanto”.