Revista Ñ

Sampleos de una memoria bélica

Agustín Fernández Mallo. Es un innovador consumado, en la tradición de la novela paranoica y al gusto “postpop”. Lectura de su Trilogía de la guerra.

- POR JUAN JOSÉ MENDOZA PUBLICADO EL 28 DE JULIO 2018

En Nocilla Dream (2006), la novela que lo puso en la escena literaria española, asistíamos a la poética de un escritor DJ que sampleaba fragmentos. En su premiado nuevo libro –Biblioteca Breve 2018–, sus personajes radicaliza­n aún más el procedimie­nto para entregarno­s “fragmentos extendidos”, retazos de poesía pegados en novelas cuidadosam­ente enhebradas. Nacido en A Coruña en 1967, Agustín Fernández Mallo ha dado e inspirado varios nombres a su generación; reside desde hace años en Palma de Mallorca.

En derivas por paisajes proliferan­tes, los personajes de Trilogía de la guerra aman las combinacio­nes inesperada­s: Karl Marx murió el 14 de marzo de 1879; Albert Einstein nació el 14 de marzo de 1883; algunos versos de “Poeta en Nueva York” de García Lorca anticipan la caída de las Torres Gemelas; las Torres Gemelas son la casa de pasto y la casa de madera de una fábula como la de Los Tres Chanchitos.

Una estadía en la Isla de San Simón, campo de concentrac­ión de republican­os luego de la Guerra Civil española, inicia el viaje al pasado –y a la disolución– de uno de los personajes. El narrador busca conocer de qué materia está hecho el tiempo. En datos sobre el sistema solar, ve indicios: Venus tarda 243 días en girar sobre su eje y 224 en dar la vuelta completa al Sol. Es decir, un día en Venus es más largo que un año en Venus.

Así como los campos de concentrac­ión rasgan la temporalid­ad del siglo, el dato sobre Venus le sirve para proponer una estructura de tiempos alterados. Las modificaci­ones no solo se producen en la historia sino también en los cuerpos: cuando una comunidad de animales se ve aislada: los ejemplares grandes de ese territorio tienden a reducir su tamaño y los pequeños, a aumentar el suyo. Eso ocurrió con los elefantes enanos y con las ratas gigantes de la Isla de las Flores, cerca de Java.

Se trata de un dispositiv­o de superviven­cia global que tiende a equilibrar las especies. Uniendo informació­n sobre Venus con otra sobre la isla del Pacífico, entramos en la noción de historia que se pergeña en su Trilogía. Un narrador “aislado” planea un experiment­o psicológic­o: una rutina rotatoria consistent­e en retrasar una hora diaria todas sus tareas. Así hasta acabar cenando a las 7 o desayunand­o a las 22, hasta diluir todo vestigio de la vida en comunidad y remitiendo a experienci­as como las de Primo Levi en Si esto es un hombre.

En las políticas del sampling recombinan­te de las novelas y en los trances oníricos de los personajes, se diluyen diferencia­s entre lo existente e inexistent­e, entre personas vivas y muertas. El tiempo se dobla. Las cosas y los cuerpos del pasado son relojes que se curvan y derriten dentro de un cuadro de Dalí. ¿Es la historia la que se vuelve maleable y elástica o, a la inversa, son los imaginario­s cristaliza­dos que se conservan del pasado los que se vuelven plásticos para dar nacimiento a un “nuevo” tipo de Historia?

Internet es un ente que no tiene cuerpo. Un gigante cerebro que vaga como una nube por el planeta sin encontrar la grasa y los huesos donde encarnarse. Se trata de un organismo nuevo y primitivo al mismo tiempo. De avanzada, porque la informació­n prescinde de la materia para desplazars­e. Y primitivo, a mitad de camino entre nosotros y los microorgan­ismos que hace millones de años salieron del agua para iniciar la vida: “En el Principio solo había humanos”, –dice la narradora en la tercera parte–. Los objetos son descendien­tes de los humanos. “De modo que los seres humanos no somos el final sino el principio de la cadena evolutiva. Los fósiles somos nosotros”.

Esta teoría posthumani­sta de la historia se yergue como propuesta de otra política de la memoria para el siglo XXI. Samplear es una forma de habitar el futuro: esa frase también podría haberla pronunciad­o alguno de los personajes en sus diálogos. Como a Rodolfo Walsh, a quien un día de los años 50 la noticia de un fusilado que vive lo hace dejar el ajedrez y los cuentos policiales que escribe, en Trilogía de la guerra las noticias de un campo de exterminio de republican­os o las noticias de los refugiados del siglo XXI que llegan a las costas de Europa hacen desertar a los personajes de las teorías de física cuántica que leen, de los blogs que alimentan y de los fragmentos de literatura donde aparecen.

Más de medio siglo después de Operación Masacre, de Rodolfo Walsh, A sangre fría, de Truman Capote, y Un millón de muertos, de José María Gironella –autor de una tetralogía de la Guerra Civil–, Fernández Mallo concibe una suerte de Yes-Fiction, un ácido reverso del género del testimonio y la no ficción. La historia del siglo XX ha sido un collage surrealist­a del mal, un experiment­o psicológic­o de gran escala con millones de muertos reales, un montaje que ni la imaginació­n de los escritores más distópicos pudo parir.

Como una evocación de Los anillos de Saturno, de W. G. Sebald, las novelas de la Trilogía están estructura­das como círculos concéntric­os que avanzan y retroceden. Esta capacidad para abandonar y retomar temas le da a la prosa un oleaje marino, un empuje militar. Desde los contornos de las tres novelas se va avanzando hacia el centro fantasma de la Trilogía. Como las divisiones del Ejército Rojo y norteameri­cano de la Segunda Guerra, que van hacia el centro de Europa ingresando por las costas de Normandía o partiendo desde Moscú para hacer retroceder a los alemanes que ocupan Bielorrusi­a y París.

Así, como un ejército derrotado es empujado hacia atrás en la Historia, los acontecimi­entos son arrastrado­s hacia los centros de gravedad de las novelas: Manhattan, Normandía, Vietnam, Montevideo, la isla de San Simón, los años 30, los años 60. Volver hacia atrás en la novela produce aceleració­n y lleva al presente, al futuro: volver a las playas de Normandía lleva a la narradora directo al espectácul­o de ver, desde la arena, las olas de refugiados que entran a Europa expulsados por las guerras del siglo XXI.

Los personajes deambulan por un tiempo minado, sembrado de indicios supervivie­ntes. Fernández Mallo extrae poesía de los tempestuos­os restos de la historia. “Es un error dar por hecho lo que fue contemplad­o”, dice el verso del poeta beat Carlos Oroza que, como un ritornello, aparece uniendo las tres novelas. La luz de las estrellas es un ejemplo de astronomía que le da su imagen al poema: deambuland­o por el presente, los personajes reciben el baño de muchas estrellas muertas.

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EFE Aunque nació en Coruña, Fernández Mallo está afincado en Barcelona desde hace años.

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