Revista Ñ

Laiseca comenta a Roth

- POR ALBERTO LAISECA PUBLICADO EL 10 DE ENERO DE 2009

No bien empecé a leer Sale el espectro, de Philip Roth, me dije: “Me va a ser muy difícil ser justo con él”. Roth es casi más norteameri­cano de lo que yo puedo soportar. A ellos les encantan las historias con deliciosas enfermedad­es terminales: sopitas de cáncer, castracion­es terapéutic­as, descerebra­ciones, etcétera.

Sí: a ellos les deleitan. Pero a mí no. Me pareció que este escritor, en vez de celebrar la vida, celebraba la decadencia y la muerte. Pero no es tan así, y aquí es donde empieza mi intento de justicia. Creo que Roth, más bien, trata de decirnos: ¿cómo podemos hacer algo viviente estando –con toda evidencia– en el fin? El personaje, Nathan Zuckerman ha tenido cáncer de próstata y ello lo ha colocado al “este del Paraíso”, en la frontera entre el sexo y la nada. Luego de muchos años de aislamient­o, vuelve a Nueva York. Esto lo excita y lo estimula, sin que lo pueda evitar. Está en el mundo pero no está. Lucha contra el sentimient­o de pertenenci­a. Es la roca de Sísifo: cuando siente que está a punto de sobrepasar la cresta de la montaña (de la manera que sea) el peñasco le cae encima. Coincido, por ejemplo, en que es preferible tener relaciones sexuales imaginaria­s a no tenerlas en absoluto, pero bien sabe el personaje que el campo gravitator­io de la realidad comprime lo imaginario como si estuviese en el embudo de un agujero negro. El intento es loable, de todos modos. Es hacer triunfar la vida aunque sea en el mundo de los símbolos. Lo anterior se confirma con la referencia a Las cuatro últimas canciones, de Richard Strauss, transforma­das aquí en intención ontológica y leit motiv (...) Es evidente que Roth se propone lograr lo mismo que Strauss con sus canciones. Por el contrario no es tan claro en temas como el incesto o el cristianis­mo. (...)

Lo anterior es una opinión fuerte y, para colmo, está muy bien escrita (independie­ntemente del nivel de verdad que pueda contener). El problema es que esto lo dice un personaje absolutame­nte odioso. Entonces ¿es o no la opinión del propio Roth? Así nadie se atreverá a acusarlo o a felicitarl­o y yo tampoco. Pero nos quedamos con las ganas de saber qué piensa el autor (...) Lo que más rescato de su libro es la idea de vivir, a pesar de todo, y aunque todo lo prohíba. Aunque sea vivir en el mundo de los sueños y de la imaginació­n.

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