Multitud de tipitos y sombreros
Entrevista con Antonio Seguí. El maestro cordobés, fallecido en febrero pasado, repasaba así su carrera desde Francia, donde se instaló en los 60.
Un aroma a Villa Allende en un delicioso y bien cuidado jardín de Arcueil, en los suburbios del sur de París. Las hortensias, la caída del agua de la fuente, le recuerdan al pintor cordobés Antonio Seguí su provincia y especialmente, su infancia. A pesar de sus 60 años en Francia, Córdoba vive en el maestro Seguí. Y también su relación constante con el presente argentino: es el único artista que integra el jurado para el concurso que elegirá al próximo director del Museo Nacional de Bellas Artes. La diferencia es que detrás está su otra vida: la mansión donde vive y que alberga una colección precolombina y africana que comenzó a reunir en las calles polvorientas de los pueblitos de Sudamérica y que perfeccionó en París.
Al fondo, “el galpón”. Un atelier luminoso y ordenado, cubierto de bastidores prolijamente acomodados y un enorme cuadro con fondo azul, en el que lleva tres días trabajando. Estuvo terminando de preparar una retrospectiva que acaba de inaugurarse en el Arsenal del Museo de Soissons, un lugar que quiere y respeta.
“El taller no es tan fantástico, pero es un galpón donde yo trabajo, que quiero mucho. Por este lugar ha pasado mucha gente. Me dio la oportunidad de poder compartirlo con muchos artistas que han pasado por París y que no tenían lugar en ese momento para trabajar tranquilos. Voilà,
estamos acá”, dice, a modo de bienvenida.
–Acaba de inaugurar la retrospectiva en el Museo de Soissons.
–La idea era mostrar los primeros cuadros que hice cuando llegué a Francia, en el 63, hasta las obras que estoy haciendo. Siempre he trabajado por series, y he tenido la costumbre de guardar algún cuadro de cada una. Aunque de algunas ya no tengo ninguno, porque un buen día llegan de algún museo y me los compran. Prefiero que estén en un museo y no tenerlos yo. Pero para esta exposición hemos podido reunir varias series y sólo con cuadros que tengo en mi poder. No he pedido prestado nada a ninguna institución ni a ningún coleccionista. Y son 70 cuadros del 63 hasta hoy, casi todos de grandes dimensiones, dos por dos, tres por dos ...
–Es pintor, escultor, hace grabados. ¿Esta diversidad está reflejada en esta muestra?
–Son acrílicos, óleos, dos o tres esculturas. Hay objetos de una serie que hice, que se expusieron en París en el 67, y que son relieves en madera pintada. Esas cosas también están expuestas. Que son un poco la recuperación de cuando yo era chico en Córdoba, en la época de la guerra. Yo era propietario de los juguetes más modernos que se hacían. Mi abuela me los compraba. Y en un momento dado, por la guerra, desaparecieron todos esos juguetes japoneses y alemanes. Aparecen en la feria los juguetes hechos en madera, pintados, que son muy divertidos y muy ingeniosos, y yo me inspiro en eso para hacer toda una serie entre el 66 y el 68, que luego expuse en París en dos galerías. Algunos están en esta muestra.
–Su obra tiene raíces en su infancia, desde los sombreritos de su abuelo y su papá...
–Yo creo que una gran parte de mi trabajo es un poco la reconstrucción histórica de mi infancia. Sí, los sombreritos ... Yo no me acuerdo haber visto a mis tíos ni a mi abuelo sin sombrero. Y me preguntan muchas veces por qué hay tan pocas mujeres en mis cuadros. Es porque en esa época la mujer estaba en la casa. Se ocupaba de la casa y no salía. Y si salía poco, es que no salía toda entera. Salía un pedazo. Y de ahí viene que me pregunten a veces “¿Por qué están de la cintura para abajo?”. Y bueno, era parte de lo que yo me acordaba.
–Habla siempre del humor, del sarcasmo en su obra. ¿Qué rol juega?
–El humor siempre me ha salido de adentro. Es parte de pertenecer a ese lugarcito del mundo que es Córdoba. Pero creo que uno puede decir con el humor cosas mucho más serias de las que a veces tienen ese aire de trascendencia.
–En sus cuadros siempre aparece el hombrecito. ¿Quién es el hombrecito?
–Bueno, yo podría decir que es un elemento plástico, como podría ser un arbolito … Muchos me preguntan si el hombrecito soy yo.
–Exacto. Le iba a preguntar eso …
–Y yo digo, de repente también, que en cierta parte puedo ser yo. Pero no sé. Tiene mucho que ver también con la incomunicación. Cierta angustia por la vida, por el mundo… Pero con una carga de humor que te puede dejar seguir viviendo.