Postales de una exploración amorosa
Diálogo con Adriana Lestido. La complejidad de las relaciones afectivas fue tema de la retrospectiva de la fotógrafa en el Museo Nacional de Bellas Artes.
Observo a esa mujer, de unos sesenta y pico, y a otra a su lado, alrededor de los cuarenta. Se miran fijamente, ubicadas en línea recta, paradas más o menos a un metro de distancia. Es noche cerrada. La madre observa a la hija con la boca cerrada hacia abajo, una mirada exigente, lapidaria. La hija le devuelve la vista un poco desarmada. Las dos, teñidas de rubio. Entre ellas hay un puente, un espacio común, lleno de preguntas sin respuesta, de demandas y reproches. Sin dudas, la hija le reprocha a su madre a través de la mirada.
Esta es una de las potentes fotografías de Adriana Lestido de la serie Madres e hijas, expuesta en la retrospectiva Adriana Lestido. Fotografías 1970-2007 , en el Museo Nacional de Bellas Artes.
“Había algo de la relación entre madre e hija que necesitaba comprender, por eso, hice estas fotos –comenta–, porque siento que es una de las relaciones más complejas, difíciles y salvajes. Al mismo tiempo, es la relación de amor por excelencia”. -¿Pudiste comprender eso que buscabas?
-Sí, pude comprender mejor a mi madre y relacionarme con ella como mujer. Pude verla como ser humano. Y recuperar el mucho amor. Uno, muchas veces parcializa los recuerdos; pero con estos trabajos pude rescatar gestos que tenía tapados.
“El nacimiento da comienzo al proceso de aprendizaje de la separación. La separación es difícil de aceptar o creer”. La cita es de John Berger y aparece en el espléndido libro Lo que se ve, que Lestido presentó en el marco de la muestra (aunque constituye una obra en sí misma).
Comienza con una foto emblemática de cuando la artista trabajaba en el diario La Voz. La foto –“Madre e hija de Plaza de Mayo”– es de 1982 y muestra a una mujer joven, con pañuelo blanco, y una niñita en brazos, gritando. Pero, en la página previa, la fotógrafa dedicó todo, libro y fotos “A Guillermo Willy Moralli, compañero de vida y de lucha, secuestrado y desaparecido por la dictadura militar el 18 de julio de 1978. A su luz, bondad y belleza.”
“Empecé a hacer fotos poco después de la desaparición de Willy –agrega–. En el momento no me di cuenta de la relación que teníamos. Recién en 2008 noté que comencé a hacer fotos un año después de su desaparición. A partir de ahí la fotografía dirigió mi vida.”
En su obra, en general, usa blanco y negro, salvo en un par de Polaroids. Son paisajes del día de la muerte de su padre.
-Esta muestra incluye todas tus series. ¿Cuál dirías que es el eje común?
-En el fondo, todo en estas fotos tiene que ver con lo difícil que es amar.