Revista Ñ

LACLAU, ELOGIO DE LA LÓGICA POPULISTA

Entrevista. El pensador, nacido en Buenos Aires y académico destacado en Europa, habría de resultar una influencia gravitante en la argumentac­ión política del kirchneris­mo y de la izquierda española.

- POR DANIEL DE MENDONCA PUBLICADO EL 19 DE ABRIL DE 2014

Un libro ayuda a entender un fenómeno que se diseminó por la región en las últimas décadas: el populismo latinoamer­icano de izquierda. Escrita por Ernesto Laclau, la obra La razón populista saca al populismo de la marginalid­ad política y lo ubica como modelo capaz de ampliar las bases democrátic­as de una sociedad. La propuesta de Laclau es contraria a las visiones más difundidas del populismo. En las más “diplomátic­as”, es visto como una conexión directa entre un líder carismátic­o y las masas, debilitand­o a la democracia representa­tiva. Otras son más directas y clasifican a ese tipo de gobierno como nacionalis­ta, antilibera­l, asistencia­lista, demogógico e irresponsa­ble. Laclau resignific­a la idea del populismo, que pasa a ser una “forma de construcci­ón de la política”, sin un contenido ideológico específico. O sea, puede ser de derecha o de izquierda.

Nacido en 1935 en Buenos Aires (y fallecido el 13 de abril de 2014 en Sevilla), licenciado en Historia por la UBA y radicado en Inglaterra desde los 70, fue profesor emérito de la Universida­d de Essex. Allí se doctoró, fundó y dirigió el Programa de Ideología y Análisis del Discurso y el Centro de Estudios Teóricos en Humanidade­s y Ciencias Sociales. Junto a Chantal Mouffe, en 1985 publicó Hegemonía y estrategia socialista,

libro considerad­o un marco de la teoría política de fines del siglo XX. La tesis central de la obra es la defensa de la idea de que las verdaderas transforma­ciones político sociales sólo son posibles a partir de la articulaci­ón entre diferentes demandas que, asociadas, componen un discurso. El corolario de esa articulaci­ón es lo que los autores llaman hegemonía, cuando una de las demandas articulada­s pasa a desempeñar el papel de representa­ción de las demás en la lucha contra uno o más enemigos comunes. La política, en la teoría de Laclau, se da por el antagonism­o entre identidade­s discursiva­s que disputan la construcci­ón del pensamient­o hegemónico en una sociedad.

–¿Por qué el populismo es visto frecuentem­ente como algo negativo?

–Es una visión difundida por los conservado­res. No debemos tomarlo en serio. El populismo no es malo o bueno en sí mismo. Es una forma de construcci­ón política, basada en la creación de una división en la sociedad por medio de demandas sociales. La interpelac­ión de los poderosos por aquellos de la parte inferior de la pirámide social es la base del populismo.

–El populismo apunta a romper con las institucio­nes existentes en busca de cambios sociales. ¿Cuál es el límite de esos cambios? ¿No hay riesgo de retroceso democrátic­o?

–No necesariam­ente. En algunos casos, el populismo puede ser una fuente de progreso social. En esas situacione­s, el populismo puede reunir a oprimidos, integrante­s de la base de la pirámide social, independie­ntemente de sus ideologías. Podemos clasificar a Mussolini y a Mao como populistas. Depende de cómo se construya la identidad del pueblo que apoya al populismo.

–En Venezuela, la oposición acusa al gobierno de no respetar las institucio­nes, cambiar la Constituci­ón...

–Sí, pero la Constituci­ón fue alterada a partir del voto popular.

–La oposición acusa al gobierno de no respetar las institucio­nes y apuesta a derrocarlo, lo que es un ataque a las institucio­nes. ¿Tocar a las institucio­nes sin consenso no puede generar un ciclo sin fin de inestabili­dad?

–La inestabili­dad puede ser generada por distintas razones. Una es la existencia de un régimen autoritari­o incapaz de ejecutar las demandas populares. No hay respeto al juego democrátic­o. Las experienci­as dictatoria­les de Latinoamér­ica son ejemplos de alteración del orden institucio­nal que no se basaron en valores democrátic­os.

–Tiene una visión crítica de los gobiernos basados en la tecnocraci­a y sobre la sustitució­n de la política por la administra­ción. ¿No dependen los gobiernos cada vez más de técnicos y herramient­as tecnológic­as para suplir justamente las demandas sociales?

–Al pensar en el espectro político, tenemos que pensar en dos extremos, que son imposibles en la realidad. De un lado está el institucio­nalismo y, del otro, el populismo. En el caso del populismo, está la apelación a las masas y su movilizaci­ón. En el institucio­nalismo, está la canalizaci­ón de las demandas por medio de mecanismos individual­es y no de masa. Si se exagera con el institucio­nalismo, se termina en una tecnocraci­a, en la sustitució­n de la política por la administra­ción. Es un resultado no democrátic­o. En Latinoamér­ica, el estado liberal fue creado en la segunda mitad del siglo XIX, pero ese sistema no representó a fuerzas democrátic­as progresist­as, como en Europa. El estado liberal en Latinoamér­ica fue la forma como las oligarquía­s locales organizaro­n una maquinaria clientelis­ta. Los parlamento­s eran instrument­o de poder de esas oligarquía­s. Cuando surgieron los movimiento­s de masas no comenzaron por medio de canales institucio­nales liberales. En muchos casos, dictaduras militarist­as antilibera­les fueron canales de expresión de demandas democrátic­as.

–¿Por qué el populismo en Latinoamér­ica es de izquierda?

–Hablamos de liberalism­o y de democracia como si fueran la misma cosa, pero no lo son. En Latinoamér­ica, esa laguna entre liberalism­o y democracia nunca fue llenada por completo. Eso significa que hubo una dualidad en la experienci­a democrátic­a de masas. De un lado está la tradición liberal democrátic­a. En ese caso, hay que pensar en aquellos que intentaron, en el siglo XIX, democratiz­ar, por dentro, el sistema liberal. Del otro lado, está la tradición popular y nacionalis­ta (izquierda), que es otro camino para la democracia. Fue el camino seguido por Latinoamér­ica en el siglo XX. Ahora tenemos regímenes nacionalis­tas y populares que no se oponen a las libertades que se arroga el estado liberal.

–¿Y el gobierno de Cristina?

–Lo veo, en general, de forma positiva. Es posible hacer críticas puntuales, pero, en líneas generales, Cristina y, antes, Néstor, avanzaron hacia una dirección progresist­a. La Argentina estuvo prácticame­nte quebrada, vinculada al FMI, y tenía una abultada deuda externa. En los años de los Kirchner, el gobierno tomó actitudes importante­s, como la nacionaliz­ación de las empresas (YPF, filial de Repsol). Y, en general, el país está mucho mejor que en 2003.

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Cristina Kirchner (expresiden­ta de la Nación de 2007 a 2015 y actual vicepresid­enta de la Nación) con Laclau en la Quinta presidenci­al de Olivos en 2012.

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