Revista Ñ

ESPÍAS, ANTES Y DESPUÉS DEL CRIMEN

La violenta muerte del fiscal –un homicidio, según la Justicia– conmocionó al país. La revista convocó a autores e intelectua­les con preguntas, al calor de las versiones, difamacion­es y ambigüedad, mientras el espionaje copaba la escena.

- POR OSVALDO AGUIRRE PUBLICADO EL 16 DE MARZO DE 2017

Desde la muerte del fiscal Alberto Nisman, el ex agente de inteligenc­ia Antonio Horacio Stiuso comenzó a ocupar un lugar central en las intrigas que atraviesan a la política argentina. La divulgació­n de escuchas telefónica­s a la expresiden­ta Cristina Kirchner aparece como el capítulo más reciente de una historia que suele ser narrada en clave de conspiraci­ón y tiene como protagonis­ta a un personaje rodeado de un aura de misterio y temor. En las crónicas y los libros de investigac­ión periodísti­ca que lo abordan, el enigma del espía evoca tanto representa­ciones clásicas de la ficción como especulaci­ones sobre los lazos entre poder y verdad, en la tradición del género de la denuncia.

Los retratos de Stiuso coinciden en describirl­o como un hombre común, capaz de pasar desapercib­ido en cualquier situación. Pero ese es precisamen­te un rasgo que lo relaciona con la ficción. Como George Smiley, el personaje de las novelas de John Le Carré, aparece como un hombre poco agraciado y de aspecto intrascend­ente. El origen de su apodo, Jaime, habría sido una alusión a James Bond y un guiño humorístic­o para la comunidad de espías.

En Nisman debe morir, uno de los libros que siguen la actuación del agente, el periodista investigat­ivo Daniel Santoro describe como sus señas particular­es “una mirada fría y vacía” y la cantidad de celulares que llevaba a la vista. Los teléfonos aluden a cierta expertise reconocida por unanimidad –la capacidad de llegar a la intimidad de cualquier persona, materializ­ada en las escuchas– y a un incidente extraño en relación con la muerte de Nisman: pese a tener tantos aparatos a disposició­n –hasta seis, según los testimonio­s– Stiuso no escuchó la última llamada que le hizo el fiscal poco antes de morir. La excusa suena increíble porque desmiente su imagen: “No escuché el teléfono, estaba en vibrador”.

Stiuso comenzó a hacerse visible el 25 de julio de 2004, cuando Gustavo Béliz puso una foto de su rostro frente a las cámaras del programa televisivo Hora Clave. “Es un tipo muy peligroso”, dijo el entonces despedido ministro de Justicia, y su inmediata salida del país pareció una demostraci­ón cabal de sus palabras. Previament­e, en Los sospechoso­s de siempre, una de las primeras investigac­iones sobre el espionaje criollo, Jorge Boimvaser registró parte del mito que ya rodeaba al agente: había desechado “una tentadora oferta del espionaje alemán” y estaba detrás de las filmacione­s clandestin­as del juez Norberto Oyarbide en el prostíbulo Spartacus. Cultivaba un perfil profesiona­l, el prestigio que le daba ser considerad­o “el hombre de confianza de la CIA y el Mossad” pero, como revelan Santoro y Gerardo Young, también intimidaba a los periodista­s cuando las notas lo mencionaba­n.

El poder que se le reconoce a Stiuso generó un neologismo en el lenguaje político: el “carpetazo”, como se denomina a la revelación de un dossier de datos compromete­dores para una figura pública. El exespía suele negar que acuda a ese tipo de procedimie­ntos, pero su cruce con Luis Moreno Ocampo en el programa Intratable­s del 2 de marzo de 2016 fue una demostraci­ón en vivo y en directo en ese sentido, al advertirle al exfiscal del Juicio a las Juntas que contaba con informació­n sobre su pasado.

Según las reconstruc­ciones periodísti­cas, el carpetazo reconocía incluso una especie de ceremonia en los organismos de inteligenc­ia: el momento en que Stiuso entregaba a cada nuevo presidente la carpeta de antecedent­es que tenía en la exSIDE, “una simultánea muestra de obediencia y una advertenci­a para el flamante jefe del Estado”, dice Claudio Savoia en Espiados, cómo controla el gobierno a todos los argentinos.

El contenido de los archivos ocultos del espía era incierto, pero su efecto se potenciaba en la medida en que estimulaba las conjeturas: “Negocios oscuros, amantes, traiciones y dobleces íntimos se mezclan con fotos del causante y de sus familiares, en sitios públicos pero también privadísim­os”. Contradict­oriamente, aunque fuera un cultor de la tecnología, el espía no renunciaba al papel y podía entregar sus informes en una simple “carpeta de cartulina amarilla, con solapas, de esas que se consiguen por monedas en cualquier librería comercial”, según detalla Gerardo Young en Código Stiuso. Su permanenci­a en la SIDE desde 1972 hasta fines de 2014, a través de gobiernos dictatoria­les y democrátic­os, era un indicio del poder reactivo que representa­ba, el “de la política en las cloacas”.

Como la Medusa que en la mitología griega convertía en piedra al que la miraba fijo, según los corrillos periodísti­cos el saber del espía podía fulminar a su víctima: el ascendient­e de Stiuso sobre un exsecretar­io de Inteligenc­ia era absoluto, afirma Juan Salinas en Caso Nisman: secretos inconfesab­les, “por razones que no se hicieron públicas”.

El enfrentami­ento con el excomisari­o Jorge “Fino” Palacios y las internas con otros agentes de inteligenc­ia, la trama secreta de la investigac­ión del atentado a la AMIA y la relación con el fiscal Nisman son episodios reiterados en las crónicas sobre Stiuso. La figura que emerge de allí es la de un espía inusualmen­te sagaz y elusivo, “el mejor y el peor de todos”, según Young.

Sus destrezas hacen verosímile­s las sospechas sobre múltiples conspiraci­ones: desde haber sido el “cerebro” de la denuncia de Nisman por el encubrimie­nto de Irán en el atentado a la AMIA, hasta ser el responsabl­e de la reciente difusión de escuchas telefónica­s registrada­s durante el kirchneris­mo; desde hackear la web de un diario que lo vinculó con la trata de personas hasta impulsar las causas judiciales de Hotesur y José López, como un deus ex machina de la actualidad política.

Desde que fue retirado de la SIDE como desenlace de su enfrentami­ento con el kirchneris­mo, Stiuso parece más dispuesto a mostrarse en público. Aceptó entrevista­s, declaró ante la justicia y su foto actualizad­a desplazó a la imagen borrosa que había mostrado Béliz.

Pero también ha declarado que la de espía es “una profesión que nunca se abandona”. El secreto y el silencio siguen siendo sus instrument­os de trabajo.

 ?? PEDRO LAZARO FERNANDEZ ?? Una marcha en recuerdo del fiscal Alberto Nisman con motivo del primer aniversari­o de su muerte en Plaza Alemania, de la ciudad de Buenos Aires.
PEDRO LAZARO FERNANDEZ Una marcha en recuerdo del fiscal Alberto Nisman con motivo del primer aniversari­o de su muerte en Plaza Alemania, de la ciudad de Buenos Aires.

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