El mito de la “nación católica”
El catedrático Loris Zanatta forma parte del grupo de historiadores extranjeros reconocidos no sólo por la prolijidad de su oficio sino por la originalidad y fertilidad de sus ideas. En su caso, se trata de una idea que ha seguido obsesivamente en la historia argentina y latinoamericana del siglo XX: el mito de la “nación católica”.
Este mito surge y arraiga a principios del siglo XX, en la confluencia de dos procesos. Por un lado, desde entonces las elites locales se alejaron del liberalismo y comenzaron a buscar un “ser nacional” que diera cuenta de la homogeneidad esencial de una sociedad demasiado heterogénea. Por otro lado el papado, arrinconado por los estados laicos, lanzó una campaña para la recristianización de las sociedades y los estados católicos, “colocando a Cristo por encima de todas las cosas”. Con esa inspiración, la Iglesia local, en pleno crecimiento, ofreció una respuesta a la pregunta del momento: la unidad nacional residía en su catolicidad esencial, que debía ser sostenida y promovida desde el Estado. En sus trabajos anteriores Zanatta estudió la maduración y triunfo de esta idea. El gobierno militar de 1943 habría de expulsar a los liberales, construir un Estado corporativo y una sociedad orgánica como la imaginada en la doctrina social de la Iglesia. Allí comienza a revelarse el problema: Perón hizo su propia interpretación de la doctrina y del mito, parcialmente coincidente con la de la Iglesia, e instaló la primera división fuerte entre los católicos, que culminó en 1955. Es el inicio de su libro La larga agonía de la nación católica. Iglesia y dictadura en la Argentina. Impuesta la noción básica de unanimidad, y catolicidad de la nación, expulsados a los márgenes otros actores e ideas políticas, el único ámbito habilitado para expresar los conflictos de la sociedad fue el catolicismo y su mito nacional. La Iglesia se pobló de teólogos, que reclamando ser la expresión del verdadero catolicismo desarrollaron distintas variantes de la catolicidad aplicada a la política.
Estamos ante un trabajo histórico riguroso, donde sobresalen los papeles personales de los obispos Devoto y Zazpe. Combina la reconstrucción cuidadosa de cada coyuntura con la formulación de explicaciones generales contundentes y convincentes. El relato tiene ritmo arrollador. No es fácil tomar distancia. La perspectiva que reconstruye Zanatta debe integrarse al proceso social y político total, que es plural y tiene otros actores y otras lógicas. Pero nuestra mirada de conjunto de los turbulentos setenta no será igual después de este libro.