El socialismo romántico en el origen de la nación
El fundador del CeDInCI, el archivo de la izquierda, indagó en un grupo de exiliados, que en el siglo XIX importó ideas igualitarias.
“Para América Latina ha llegado el momento de la unidad”. Corre 1856 y Francisco Bilbao, intelectual formado en el Collège de France, recién llegado a estas tierras, no duda. El futuro asoma mucho más prometedor aquí que en Europa… Pero, ¿quién fue Bilbao?, ¿por qué citar su nombre? En Los exiliados románticos. Socialistas y masones en la formación de la Argentina moderna 1853-1880 (FCE) Horacio Tarcus nos lleva a un universo poco explorado: el de los pensadores desterrados de la Europa sacudida por las revoluciones del 48 y que dieron curso a las ideas socialistas en el Río de la Plata entre 1837 y 1852. –Al leer el libro resulta tentador pensar qué hubiera pasado si estas ideas hubieran ganado hegemonía…
–Seguramente viviríamos en otra Argentina. El historiador británico Perry Anderson señalaba el interés que tiene el estudio de las opciones políticas derrotadas y olvidadas para los cultores de una historia radical: “Quienes desean transformar sus propias sociedades en el presente tienen todos los motivos para preguntarse, qué gamas de elecciones factibles afrontaron aquellos que los precedieron”. Hoy, el lector contemporáneo seguramente se pregunte si este puñado de figuras podían ser escuchados como una voz alternativa en ese vértigo del proceso de ingeniería social que fue la formación de la Argentina moderna. Los socialistas románticos fueron capaces de hacer oír su voz, como lo prueba el simple hecho de que sus propuestas radicales fueron respondidas por figuras de primer orden de la élite, como Sarmiento y Mitre. Además, no estaban solos, sino inscriptos en redes asociativas de intensa actividad social, política y cultural. Son voces alternativas de una Argentina moderna que acaso pudo ser, o al menos quiso ser, y finalmente no fue. Volver sobre estas voces disruptivas significa proponer una narrativa más agónica y menos teleológica del pasado.
–¿Y por qué hacer esa revisión sobre las narrativas en torno al socialismo que se forjaron en nuestro país desde el “mesianismo” que propuso Walter Benjamin?
–Porque la historia no está escrita ni cerrada, permanece abierta a las preguntas de cada presente. Los sucesivos fracasos del socialismo argentino, en todas sus variantes, reformistas o revolucionarias, sofocaron esta tradición de pensamiento. Hoy la tradición socialista no está allí, disponible ni evidente, sino sumergida, fragmentada y olvidada. Benjamin dice: “Es necesario arrancarla” para activarla, encender la chispa de la esperanza, es necesario leer la historia a contrapelo, arrancar esa tradición al conformismo de las ideologías dominantes que están a punto de avasallarla. La tradición del socialismo romántico en el siglo XIX no fue un capítulo menor del liberalismo argentino, sino otra corriente que nació en disputa con él. Pero así como la ideología peronista de la segunda mitad del siglo XX sojuzgó la historia del movimiento obrero anarquista y socialista de la primera mitad del siglo, y así como la figura de Eva Perón avasalló la larga historia del feminismo argentino, la construcción de la “tradición republicana” implicó la negación del socialismo romántico del siglo XIX.
–¿En qué sentido?
–Eva manifestándose contra el feminismo y el feminismo actual que hace feminista a Eva por el voto de la mujer. O a las historias del peronismo, que hacen del anarquismo un prolegómeno y del socialismo un obstáculo en la formación del “verdadero” movimiento obrero… Para escribir la historia del socialismo romántico y del moderno, del anarquismo y del feminismo, es necesario desafiar la complacencia de las narrativas dominantes de la Argentina contemporánea: la liberal republicana y la nacional-popular.