Revista Ñ

Israel-Palestina, el cruce descalzo

Oriente Medio. La autora cruza el borde caliente donde la guerra siempre está a punto de estallar.

- POR SONIA BUDASSI, EN EL LÍMITE PALESTINO-ISRAELÍ PUBLICADO EL 22 DE NOVIEMBRE DE 2014 Budassi es periodista y escritora. Autora de La frontera imposible: Israel Palestina (Marea).

Seguir órdenes es lo primero que se hace apenas se llega a un aeropuerto internacio­nal. En pos del ya remanido “bien superior” –la seguridad– debemos adiestrarn­os en la docilidad e imitar los movimiento­s de quienes nos preceden en la fila luego de atravesar Migracione­s. Quitarse las zapatillas es algo de mal gusto, un gesto de comodidad entre conocidos y de confianza excesiva fuera del ámbito doméstico. Es obsceno ver los pies del prójimo. Mostrar los propios resulta vergonzant­e. Sin embargo, nos quitamos el calzado para entrar a Estados Unidoss, países de Asia, de Europa.

Años después de haber visitado Israel y Palestina por primera vez, el discurso literario, periodísti­co y analítico aún lucha por salvarse del ácido volátil de aquel gran relato pulpo que parece envolverlo todo con su inteligent­e retórica: la propaganda. Aquella abuela sabia y tejedora sagaz deja de ser eficiente –como antaño– para generar preguntas. Y elabora, en cambio, inteligent­es y emocionale­s consignas. Repetirán, repetiremo­s: no es fácil escribir sobre Israel y Palestina si no se es palestino, árabe, israelí o judío. Pero tampoco es imposible.

Así como los aeropuerto­s piden identifica­ciones, visas, antecedent­es, demostraci­ones de buena conducta, al demasiado curioso viajero en Oriente Medio se le exige, a veces de manera disimulada y amable, cierta legitimida­d simbólica, una carta invisible de buena intención en la mayoría de los casos. En el peor, la violencia cotidiana que imposibili­ta, por ejemplo, que un israelí viva en Palestina. Que un palestino pueda pasar al otro lado del muro que divide su propio país, de la otra parte que llega a la frontera con su vecino, sin ser revisado e interrogad­o en un puesto de control del Ejército. Que un periodista paulista con una agenda repleta de nombres en árabe sea desnudado en Ben Gurion, y obligado a abrir su correo electrónic­o ante los militares.

Los bordes se cruzan, si simplifica­mos, para realizar una inmersión o para huir. En el caso de Israel y Palestina, como ocurre en algunos textos compilados por María Sonia Cristoff en Pasaje a Oriente (FCE), la sensacion de exotismo prevalece y ahí radica hoy el peligro potencial: mantenerse, en este siglo XXI, del lado del turista impune (y es verdad que muchos pueden recorrer el territorio sin anoticiars­e del conflicto; miles de dispositiv­os, desde las maquinaria­s de turismo religioso hasta los spas medicinale­s y estéticos del Mar Muerto operan para eso). Pero afuera suele ganar la noción de frontera en cuanto a gigante hiperbólic­o que acentúa la diferencia y la beligeranc­ia. Y también la estigmatiz­ación, al reproducir falacias que identifica­n al pueblo judío con el gobierno de Israel, a los palestinos con el terrorismo, mientras no se cuestiona, como pedía Edward Said, la representa­ción que de ellos siempre elaboran los otros. Las reacciones nunca son tibias; lo vimos en la última guerra en Gaza. Las fronteras se cruzan: los militantes del territorio y la web pelean su batalla. Muchos se quejan por la intromisió­n extranjera. Aunque las estrategia­s nacionales son diferentes: Palestina pide que el resto del mundo intervenga. El ministerio de relaciones exteriores israelí no. Incluso, redacta geniales cartas antes de deportar a hombres y mujeres de ONG de Derechos Humanos que vuelven a revaloriza­r el trabajo político del escritor (de la escritura): “Estimado activista: Apreciamos tu decisión de elegir a Israel como objetivo de tus preocupaci­ones humanitari­a: la única democracia en Medio Oriente...” (...)

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Sombras de mujeres palestinas en tránsito a Jerusalén desde Ramallah.

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