Tránsito y pasajes del arte contemporáneo
Análisis. Obras que abordan los “estados de tránsito” entre culturas, tiempos y sexualidades.
Las fronteras decisivas se definen hoy desde presupuestos políticos que involucran violencia. Los checkpoints delmundo global (México- EE.UU., África-España y Europa, Israel-Palestina) prueban las formas extremas de la frontera, su estatuto político, la contraposición de mundos. Y una vez que se está del otro lado, se introducen las más variadas formas de la discriminación, de la latencia constante de la expulsión. Pero la frontera es también el lugar en el que se establece el límite con todo aquello que no me pertenece y que no soy. Sin embargo, bien observada, más que desde la idea de límite, la noción de frontera se comprende mejor cuando la consideramos un estado de tránsito. La zona “entre”, entre culturas, sentimientos, relaciones históricas, sexualidades, identidades, estados mentales, tecnologías, tiempos; en ese instante habitamos, somos la frontera.
La investigación del deslímite impregna el arte contemporáneo.El chileno Alfredo Jaar, de quien este fin de semana abrió la muestra Estudios sobre la felicidad en el Parque de la Memoria, interceptó la violenta frontera de Tijuana con una performance que generó una imagen emblemática: una nube ficcional sobrevolaba el territorio mientras tocaba una orquesta. El registro fotográfico contestaba aquello que sabíamos sobre el control violento y las decisiones políticas que establecen las fronteras. En otra inscripción, abordó la discriminación. Finlandia es la nación con el menor número de exiliados y refugiados de Europa, investigó. Un millón de pasaportes finlandeses (1995) –acumulación real de pasaportes falsos en un cubo– propone para evidenciar estadísticas borradas.
La experiencia del exiliado, tanto como la que sigue a su retorno, confluyen en un tornado de transiciones. Exiliada a raíz del operativo Peter Pan (de la Iglesia Católica para sacar –y salvar– a los niños cubanos del comunismo), Ana Mendieta vive desde los doce años en Iowa, EE.UU., en una sociedad blanca, conservadora y protestante que la asimila a lo latino. En una performance, se desnuda e inscribe su cuerpo en la naturaleza. Su cuerpo es su frontera.
En 1983-84, con la dictadura de Pinochet instalada, Paz Errázuriz vive en prostíbulos de travestis. La manzana de Adán, publicado como libro en 1990, funde sus tomas con los textos de Claudia Donoso. Hay una frontera sexual que se transforma durante el día. La vestimenta, el maquillaje y corte de pelo, el espacio mismo en el que retrata revelan al espectáculo de experiencias ‘entre’ géneros, entre formas de definir la familia o los vínculos amorosos.En ese ‘entre’ también se ubica el tránsito entre cordura y locura. Las fotos y textos de El Infarto del Alma (Errázuriz con Diamela Eltit) retratan el aislamiento del asilo mental. Allí los internos, contra todo lo que puede suponer el afuera normalizado, se aman. Se abrazan, se besan, expresan sus sentimientos desde el contacto de los cuerpos. Los rastros de los medicamentos, de su distancia con el afuera, se sienten en sus miradas. La inadecuación de edades, apariencias y gestos contradice todos los estereotipos.
Quizás ninguna frontera nos aceche más que la del tiempo. En la obra del argentino Gustavo Germano la foto de familia, hecha antes de la violencia de la dictadura, vuelve a ser actuada: los mismos personajes, en la misma posición, dejando los huecos de los ausentes. La turbulencia de los tiempos, las fronteras entre el que está vivo y quien no, se construyen en la explosión semántica del montaje, aquella que ilumina la zona intermedia entre el pasado y las distintas formas de habitar el presente.