EN EL CALDERO MULTICULTURAL
Michel Houellebecq. En 2015 la coincidencia forzada entre Sumisión, su inofensiva novela, y la masacre parisina en el semanario Charlie Hebdo envenenó a toda Europa. Los retos -y vetos- de la creación y el respeto.
Como un movimiento dialéctico, se abren dos ejes en la vida europea actual, y más aún, en la vida contemporánea de buena parte del hemisferio norte. Salman Rushdie, de un lado, refiriéndose al atentado contra la revista francesa Charlie Hebdo, declaró: “El totalitarismo religioso causó una mutación letal en el corazón del islam y hoy vemos las trágicas consecuencias en París”. De la revolución iraní de 1979 al atentado contra las Torres Gemelas en 2001, nuevos y más extremos integrismos en nombre del islam atraviesan la escena internacional, y ponen en riesgo los mejores valores occidentales. Del otro, en Europa se observa un marcado proceso de fractura social que se expresa, entre muchas situaciones, en un crecimiento de las extremas derechas xenófobas, y en un coqueteo con esas mismas ideas incluso en partidos de centro. El sentimiento anti-árabe y anti-musulmán –asociando todo lo musulmán con integrismo es muy notorio–. Frases y dichos racistas, marchas y protestas, que en otro momento hubieran llamado a la reflexión y al pudor, hoy son proferidas en voz alta o escritas en medios denominados “serios” sin ser ya consideradas racistas. La xenofobia es hoy parte de la vida “normal” europea.
En ese escenario, Francia es uno de los últimos países que todavía vive en la modernidad, y por lo tanto el libro como institución y la literatura como práctica mantienen aún cierto prestigio. De hecho, muchos presidentes o políticos notables se sienten en la obligación de escribir un libro importante. François Hollande, autor de libros sin interés con títulos como El sueño francés,
no tiene ni el vuelo político ni la ambición intelectual de su maestro François Mitterrand pero, presidente de Francia al fin, debe opinar sobre literatura. Acerca de Soumission (Sumisión) de Michel Houellebecq, publicado en Francia el día del atentado, dijo: “Voy a leer el libro de Houellebecq porque generó un debate”. Y a la vez, llamó a los franceses a “no ceder a la angustia”. ¿A qué angustia?
Houellebecq desenvuelve ese espeso imaginario desde hace años. En 2001, poco antes de los ataques a las Torres Gemelas, publicó Plataforma, en la cual los protagonistas abren un local de turismo sexual en Tailandia antes de ser asesinados en una masacre por hombres de turbante. En una entrevista sobre ese libro, el autor describió el islam como “la religión más estúpida”, por lo cual debió enfrentar querellas por incitación a la violencia, luego desestimadas, por parte de grupos musulmanes franceses. El caso motivó que el entonces presidente Jacques Chirac subrayara que “a veces deberíamos darles un chirlo en la cola a estos intelectuales”. Pero el viernes pasado, ante la revista The Paris Review y en plena promoción de su obra, se dijo cercano a la religiosidad, debido a la muerte de su padre y su perro, y respaldó la creación de un partido musulmán.
Sumisión puede leerse como la novela de todos esos miedos.
Narra la toma del poder en Francia por un partido islámico. Ambientada en 2022, enlaza los avatares de François, profesor en la Sorbona, soltero, alcohólico, en busca de mujeres sumisas, que se convierte al islam. Los partidos republicanos (el PS y la derecha tradicional) se alían para evitar el triunfo del Frente Nacional, de extrema derecha, y con eso permiten la victoria de la Fraternidad Musulmana. De inmediato el nuevo gobierno coloca la religión –el islam– en el centro de la vida francesa, y consagra a las mujeres a la vida familiar.
La trama disparó un escándalo en las últimas semanas, incluso antes de que saliera el libro. Filtraciones en Internet generaron que antes de que llegara a las librerías, ya fuera tema obligado en los medios y entre opinólogos de todo pelaje. La discusión se centró en dos puntos, que van juntos: saber si el libro le hace el juego a la extrema derecha, que por primera vez tiene chances de gobernar Francia, o en su defecto, de ser el partido político alrededor del que gire la política gala, y a la vez, saber de qué manera la novela instiga la islamofobia en la Francia actual.
Libération, el diario de centro-izquierda, le dedicó la tapa y un dossier de siete páginas. Philippe Lançon, uno de los últimos críticos interesantes que aún quedan en Francia, escribió un largo artículo que, aunque matizado, valora positivamente el libro.
En su nota de Libération, Philippe Lançon define a Houellebecq como “un dandi de gran porte”. Es una descripción arriesgada, pero podríamos matizarla deteniéndonos en un aspecto crucial de Sumisión: que su protagonista sea un profesor de la Sorbona especialista en J-K Huysmans. Autor de A rebours (traducida en castellano, según la edición, como A contrapelo, o Contra natura, o Al revés) verdadera obra maestra de fines del siglo XIX, Huysmans es uno de los más agudos escritores franceses asociados al decadentismo.
A rebours narra la historia de una especie de anti-héroe, excéntrico, antisocial y que odia a la burguesía y el utilitarismo. Varios de los rasgos que identifican al propio Houellebecq. Porque si tuviéramos que ir un paso más allá en su caracterización política, podríamos incluirlo en la larga tradición del anarquismo de derecha, sólo que algo degradada en clave posmoderna y mediática, aunque no ajena a un nuevo ideal decadentista. El enemigo de Houellebecq es el progresismo heredero del Mayo del 68.
Entrevistado en el noticiero central de las 20 del canal France 2, ante la pregunta por si su libro puede producir efectos socio-políticos, y en especial favorecer al Frente Nacional, Houellebecq respondió: “Es sólo una novela. Una novela no puede cambiar el mundo, como sí lo hizo el Manifiesto Comunista . En todo caso, es un síntoma de lo que ocurre hoy”.
Sumisión como síntoma de la tensión social y el declive francés, Houellebecq como síntoma de un modo de funcionamiento del mercado literario.
El segundo aspecto sobre el que se centró la discusión es la posibilidad de que la no
vela agrave aún más el clima de temor al islam, y más acotadamente, al mundo árabe (el islam es mucho más extenso que el mundo árabe). El término islamofobia aparece también mencionado en los artículos de Libération y de otros medios que se ocuparon del libro. Es una categoría muy en boga en cierta tradición de la ciencia política europea, sobre la que también se puede tener una mirada con reservas: equiparar toda crítica a los usos políticos-militares del islam con una “fobia”, es decir, con un rasgo “patológico”, atempera el alcance interpretativo de la categoría, porque licúa la dimensión política y cultural del conflicto. Porque hay conflicto.
Maestro del resentimiento, Houellebecq surfea sobre toda esa descomposición social. Tarde o temprano, la tabla de surf le pasará por encima. Mientras tanto, en un pasaje de Sumisión, escribe: “La idea que se expandió entre los círculos de extrema derecha es que cuando los musulmanes lleguen al poder, los cristianos serán disminuidos al estatus de dhimmis , de ciudadanos de segunda (…) ¿Y los judíos? Se me escapó ese tema, no me di cuenta de preguntar”.
Cuando el miércoles la promoción estaba a punto de caramelo para el lanzamiento del libro, ocurrió el atentado contra la revista Charlie Hebdo, a cargo de un comando de tres al grito de “Alá es grande”.
Charlie Hebdo encarna parte de la mejor tradición francesa y por lo tanto occidental: inteligencia e ironía, humanismo crítico, espíritu anticonformista, valores anarquistas. No fue un atentado contra el periodismo, como se escuchó decir: Charlie Hebdo ha sido radicalmente crítico con lo que se entiende hoy por periodismo, los conglomerados económicos y grupos de presión política. Fue un atentado contra la tradición contracultural europea, contra el sentimiento de emancipación que viene detrás de esa tradición. No fue un atentado contra el poder sino contra la libertad. El propio Salman Rushdie, actor central en la historia contemporánea de la violencia integrista, pidió “defender el arte de la sátira”. Es una hermosa definición: la sátira, la ironía, forma parte de la mejor tradición occidental, la que encarna el pensamiento crítico.