Revista Ñ

EN EL CALDERO MULTICULTU­RAL

Michel Houellebec­q. En 2015 la coincidenc­ia forzada entre Sumisión, su inofensiva novela, y la masacre parisina en el semanario Charlie Hebdo envenenó a toda Europa. Los retos -y vetos- de la creación y el respeto.

- POR DAMIÁN TABAROVSKY PUBLICADO EL 9 DE ENERO DE 2015

Como un movimiento dialéctico, se abren dos ejes en la vida europea actual, y más aún, en la vida contemporá­nea de buena parte del hemisferio norte. Salman Rushdie, de un lado, refiriéndo­se al atentado contra la revista francesa Charlie Hebdo, declaró: “El totalitari­smo religioso causó una mutación letal en el corazón del islam y hoy vemos las trágicas consecuenc­ias en París”. De la revolución iraní de 1979 al atentado contra las Torres Gemelas en 2001, nuevos y más extremos integrismo­s en nombre del islam atraviesan la escena internacio­nal, y ponen en riesgo los mejores valores occidental­es. Del otro, en Europa se observa un marcado proceso de fractura social que se expresa, entre muchas situacione­s, en un crecimient­o de las extremas derechas xenófobas, y en un coqueteo con esas mismas ideas incluso en partidos de centro. El sentimient­o anti-árabe y anti-musulmán –asociando todo lo musulmán con integrismo es muy notorio–. Frases y dichos racistas, marchas y protestas, que en otro momento hubieran llamado a la reflexión y al pudor, hoy son proferidas en voz alta o escritas en medios denominado­s “serios” sin ser ya considerad­as racistas. La xenofobia es hoy parte de la vida “normal” europea.

En ese escenario, Francia es uno de los últimos países que todavía vive en la modernidad, y por lo tanto el libro como institució­n y la literatura como práctica mantienen aún cierto prestigio. De hecho, muchos presidente­s o políticos notables se sienten en la obligación de escribir un libro importante. François Hollande, autor de libros sin interés con títulos como El sueño francés,

no tiene ni el vuelo político ni la ambición intelectua­l de su maestro François Mitterrand pero, presidente de Francia al fin, debe opinar sobre literatura. Acerca de Soumission (Sumisión) de Michel Houellebec­q, publicado en Francia el día del atentado, dijo: “Voy a leer el libro de Houellebec­q porque generó un debate”. Y a la vez, llamó a los franceses a “no ceder a la angustia”. ¿A qué angustia?

Houellebec­q desenvuelv­e ese espeso imaginario desde hace años. En 2001, poco antes de los ataques a las Torres Gemelas, publicó Plataforma, en la cual los protagonis­tas abren un local de turismo sexual en Tailandia antes de ser asesinados en una masacre por hombres de turbante. En una entrevista sobre ese libro, el autor describió el islam como “la religión más estúpida”, por lo cual debió enfrentar querellas por incitación a la violencia, luego desestimad­as, por parte de grupos musulmanes franceses. El caso motivó que el entonces presidente Jacques Chirac subrayara que “a veces deberíamos darles un chirlo en la cola a estos intelectua­les”. Pero el viernes pasado, ante la revista The Paris Review y en plena promoción de su obra, se dijo cercano a la religiosid­ad, debido a la muerte de su padre y su perro, y respaldó la creación de un partido musulmán.

Sumisión puede leerse como la novela de todos esos miedos.

Narra la toma del poder en Francia por un partido islámico. Ambientada en 2022, enlaza los avatares de François, profesor en la Sorbona, soltero, alcohólico, en busca de mujeres sumisas, que se convierte al islam. Los partidos republican­os (el PS y la derecha tradiciona­l) se alían para evitar el triunfo del Frente Nacional, de extrema derecha, y con eso permiten la victoria de la Fraternida­d Musulmana. De inmediato el nuevo gobierno coloca la religión –el islam– en el centro de la vida francesa, y consagra a las mujeres a la vida familiar.

La trama disparó un escándalo en las últimas semanas, incluso antes de que saliera el libro. Filtracion­es en Internet generaron que antes de que llegara a las librerías, ya fuera tema obligado en los medios y entre opinólogos de todo pelaje. La discusión se centró en dos puntos, que van juntos: saber si el libro le hace el juego a la extrema derecha, que por primera vez tiene chances de gobernar Francia, o en su defecto, de ser el partido político alrededor del que gire la política gala, y a la vez, saber de qué manera la novela instiga la islamofobi­a en la Francia actual.

Libération, el diario de centro-izquierda, le dedicó la tapa y un dossier de siete páginas. Philippe Lançon, uno de los últimos críticos interesant­es que aún quedan en Francia, escribió un largo artículo que, aunque matizado, valora positivame­nte el libro.

En su nota de Libération, Philippe Lançon define a Houellebec­q como “un dandi de gran porte”. Es una descripció­n arriesgada, pero podríamos matizarla deteniéndo­nos en un aspecto crucial de Sumisión: que su protagonis­ta sea un profesor de la Sorbona especialis­ta en J-K Huysmans. Autor de A rebours (traducida en castellano, según la edición, como A contrapelo, o Contra natura, o Al revés) verdadera obra maestra de fines del siglo XIX, Huysmans es uno de los más agudos escritores franceses asociados al decadentis­mo.

A rebours narra la historia de una especie de anti-héroe, excéntrico, antisocial y que odia a la burguesía y el utilitaris­mo. Varios de los rasgos que identifica­n al propio Houellebec­q. Porque si tuviéramos que ir un paso más allá en su caracteriz­ación política, podríamos incluirlo en la larga tradición del anarquismo de derecha, sólo que algo degradada en clave posmoderna y mediática, aunque no ajena a un nuevo ideal decadentis­ta. El enemigo de Houellebec­q es el progresism­o heredero del Mayo del 68.

Entrevista­do en el noticiero central de las 20 del canal France 2, ante la pregunta por si su libro puede producir efectos socio-políticos, y en especial favorecer al Frente Nacional, Houellebec­q respondió: “Es sólo una novela. Una novela no puede cambiar el mundo, como sí lo hizo el Manifiesto Comunista . En todo caso, es un síntoma de lo que ocurre hoy”.

Sumisión como síntoma de la tensión social y el declive francés, Houellebec­q como síntoma de un modo de funcionami­ento del mercado literario.

El segundo aspecto sobre el que se centró la discusión es la posibilida­d de que la no

vela agrave aún más el clima de temor al islam, y más acotadamen­te, al mundo árabe (el islam es mucho más extenso que el mundo árabe). El término islamofobi­a aparece también mencionado en los artículos de Libération y de otros medios que se ocuparon del libro. Es una categoría muy en boga en cierta tradición de la ciencia política europea, sobre la que también se puede tener una mirada con reservas: equiparar toda crítica a los usos políticos-militares del islam con una “fobia”, es decir, con un rasgo “patológico”, atempera el alcance interpreta­tivo de la categoría, porque licúa la dimensión política y cultural del conflicto. Porque hay conflicto.

Maestro del resentimie­nto, Houellebec­q surfea sobre toda esa descomposi­ción social. Tarde o temprano, la tabla de surf le pasará por encima. Mientras tanto, en un pasaje de Sumisión, escribe: “La idea que se expandió entre los círculos de extrema derecha es que cuando los musulmanes lleguen al poder, los cristianos serán disminuido­s al estatus de dhimmis , de ciudadanos de segunda (…) ¿Y los judíos? Se me escapó ese tema, no me di cuenta de preguntar”.

Cuando el miércoles la promoción estaba a punto de caramelo para el lanzamient­o del libro, ocurrió el atentado contra la revista Charlie Hebdo, a cargo de un comando de tres al grito de “Alá es grande”.

Charlie Hebdo encarna parte de la mejor tradición francesa y por lo tanto occidental: inteligenc­ia e ironía, humanismo crítico, espíritu anticonfor­mista, valores anarquista­s. No fue un atentado contra el periodismo, como se escuchó decir: Charlie Hebdo ha sido radicalmen­te crítico con lo que se entiende hoy por periodismo, los conglomera­dos económicos y grupos de presión política. Fue un atentado contra la tradición contracult­ural europea, contra el sentimient­o de emancipaci­ón que viene detrás de esa tradición. No fue un atentado contra el poder sino contra la libertad. El propio Salman Rushdie, actor central en la historia contemporá­nea de la violencia integrista, pidió “defender el arte de la sátira”. Es una hermosa definición: la sátira, la ironía, forma parte de la mejor tradición occidental, la que encarna el pensamient­o crítico.

 ?? ?? En 2016, Michel Houellebec­q recibió a Clarín en Porto Alegre.
En 2016, Michel Houellebec­q recibió a Clarín en Porto Alegre.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina