ESA OLA QUE SIGUE CAMBIANDO EL MUNDO
El #Metoo y sus ecos globales. Las denuncias y la conciencia contra las ofensas de género avanzan hacia una transformación social profunda .
Dos postales quizá puedan amalgamar los estallidos y debates feministas del año pasado. La de la escritora canadiense Margaret Atwood con el pelo blanco, curtida en batallas feministas entre los tomos de la bibliografía argentina en su visita a la Biblioteca Nacional, en diciembre. Autora de las novelas Alias Grace y El cuento de la criada, convertidas en furor en su reciente formato como serie, hoy reeditada: la primera indaga en la inocencia o la culpabilidad de una asesina; la segunda es una fantasía sci-fi en la cual la reproducción humana se organiza mediante las violaciones a esclavas fértiles por matrimonios conservadores. Hay otra postal que sale de la campaña tuitera #Metoo. Vestida de negro total, Elisabeth Moss, protagonista de El cuento de la criada, dijo al recibir su premio en la ceremonia de los Globos de Oro: “Estamos escribiendo la historia”.
¿Cuál es el poder de estas imágenes y relatos? El último sábado, hubo masivas marchas en Estados Unidos contra el machismo de Donald Trump. Los carteles con el rostro de la princesa Leia de Star Wars fueron un llamado inspirador a la feminización del poder.
En Argentina desde su primera convocatoria en 2015, Ni Una Menos ha sido la gramática que adoptó el movimiento de mujeres al yuxtaponer las luchas que se remontan a más de cien años, de un modo tan singular que logró la masividad de ciertos debates sobre el sexo, el afecto, la vida. Originalmente surgido de los femicidios, el lema también fue un trampolín a las tensiones en los cruces entre género y protesta social. Las manifestaciones han pulsado la politización: desde el reclamo contra la violencia –“vivas nos queremos” es la forma de nombrar que en el país cada día ocurre un femicidio y que el aborto es la principal causa de muerte materna– hasta la discusión de lo que entendemos por trabajo, eje del próximo paro internacional del 8 de marzo, Día de la Mujer. En esas coordenadas, 2017 se destaca para las mujeres como el año de la toma de la palabra.
Mientras mirábamos la serie El cuento de la criada, las investigaciones de los medios The New York Times y The New Yorker revelaron que el productor y distribuidor de cine Harvey Weinstein cometió acosos sexuales durante décadas y ha sido denunciado por más de 60 mujeres, entre las que se encuentran Angelina Jolie, Gwyneth Paltrow y Salma Hayek.
El caso Weinstein amplió la discusión sobre las diferentes formas de coacción y sometimiento que viven las mujeres para conseguir y mantener un trabajo, y para ascender en una profesión; en otras palabras, las condiciones de la brecha salarial, incluso en el star system. En ese marco, la actriz Alyssa Milano tuiteó: “Si has sido acosada o agredida sexualmente, escribe ‘yo también’ como respuesta a este tweet”. La respuesta se volvió hashtag: #Metoo.
Los 140 caracteres alcanzaron récords de réplicas en las redes sociales (68 mil, aproximadamente) y replicó en las voces de figuras de la industria. Así, se impulsó que más de 300 mujeres de Hollywood, entre ellas Meryl Streep, Reese Witherspoon y Jennifer Lawrence, crearan Time´s Up (se acabó el tiempo), iniciativa que busca combatir el acoso y el abuso sexual, juntar fondos para la defensoría jurídica y promover distintas campañas de visibilización contra la violencia de género. Entre las acciones, el gesto que cerró 2017 fue la convocatoria a que las celebridades vistieran de negro en la ceremonia de los premios Golden Globe.
¿Qué decir de las inscripciones de este debate en Latinoamérica? La región está plagada de problemas de género. Fue el territorio de la Conquista, donde fue habitual la violación de las indígenas, y siglos después, de los campos de concentración de las dictaduras. Es la región de Ciudad Juárez, con sus miles de muertas en serie. Se estima que, en América Latina, una de cada tres mujeres mayores de 15 años ha sufrido violencia sexual,según la ONU.
En la Argentina, el diálogo social y sus agendas de comienzo de año estuvieron signadas por casos emblemáticos. Casi a cualquier mujer que se le pregunte si ha vivido un episodio de violencia responderá “sí”; en parte, porque también la noción de lo que condenábamos como violento se ha ampliado.
La violencia de género se manifiesta en muchas aristas según las perspectivas con que la miremos. El femicidio es la más extrema pero hay otros modos, y distintas gradaciones, desde el bullying que padecen miembros del colectivo LGBT, al acoso callejero y la no remuneración del trabajo doméstico.
En una reciente carta abierta, Margaret Atwood se cuestiona si será una “mala feminista”. Como a ella, sólo nos quedan preguntas.