Cuerpos que resisten el odio y el poder
Diálogo con Judith Butler. La filósofa lee la inquietud mundial por los derechos de las mujeres y elogia la potencia del movimiento de mujeres.
Judith Butler guarda muchas imágenes en su memoria, su obra recoge gran parte. El atentado al World Trade Center, las fotografías que retratan los cuerpos torturados de Guantánamo y Abu Ghraib, los gritos que en 2011 incomodaron la perfección sepulcral de Wall Street… Todas constituyen piezas de su rompecabezas teórico que piensa e interpela la realidad. Pero cuando se le pregunta por una, Butler cita la imagen de Plaza Taksim, en el corazón de Estambul donde hace cuatro años un reclamo ecologista terminó una movilización tan masiva que algunos se ilusionaron con una nueva primavera árabe.
–En un artículo se preguntaba por qué ciertas formas de privación económica se convierten en xenofobia y misoginia. ¿Cuál debe ser la respuesta política al odio?
–Creo que actualmente hay un debate importante en Estados Unidos y en muchos países donde esta violencia nacionalista está teniendo lugar, acerca de si el racismo puede considerarse una motivación primaria o si la angustia económica y las condiciones de creciente precariedad son las que se convierten en xenofobia...
–A propósito de las elecciones en Francia y la consolidación de las derechas en Europa, Slavoj Žižek destacaba cuán efectivo puede resultar hoy presentarse como un foráneo de las estructuras partidarias tradicionales. ¿Está de acuerdo con esta interpretación?
–Creo que Žižek está en lo correcto parcialmente, porque el sistema que, por ejemplo, busca imponer Trump en la esfera política no es otro que el del mercado. Constantemente está negociando, posicionándose erráticamente para aumentar su poder y mantener a sus enemigos confundidos, buscando maximizar sus retornos y construir su marca. A veces ni siquiera importa si sus políticas funcionan, siempre y cuando pueda ampliar su presencia en los medios de comunicación.
–El movimiento NiUnaMenos se vuelve un caso interesante para explorar la performatividad de esos cuerpos movilizados…
–Es impresionante cómo el NiUnaMenos asumió una importancia política tanto en la Argentina como en todo el mundo. Ahora hay redes internacionales que siguen el movimiento y buscan formular sus propias versiones para sus contextos locales.
–Entonces, ¿cómo se sigue?
–Antes que nada, creo que el movimiento es una señal de que las movilizaciones masivas pueden producir una nueva conciencia social y nuevas realidades legales, como así también de que no se trata de grupos “sin sentido”, sino formas de realizar un conjunto de demandas políticas. Por supuesto, ningún movimiento puede evitar la faccionalización. Una vez que hay poder, hay una lucha por el poder. De esta forma, así como un movimiento debe hacer sus demandas, también debe comprometerse en una lucha autorreflexiva para seguir.