Revista Ñ

La pandemia “no es el fin del amor”

Entrevista con Élisabeth Roudinesco. La gran historiado­ra del psicoanáli­sis sostenía que el terrible virus del Covid no marcaba “una revolución”.

- POR HÉCTOR PAVÓN PUBLICADO EL 13 DE JUNIO DE 2020

Francia comienza a volver –ilusionada– a la cotidianei­dad de antes del covid-19. Desde su departamen­to en París, vía Skype, la historiado­ra Élisabeth Roudinesco también empieza abrir las ventanas de su departamen­to donde pasó confinada junto con su marido. “Conozco bien las historias de las epidemias y enseguida entendí que había que tomar todas las precaucion­es. Lo que más extraño es ir a tomar un café. Lo demásno es un problema, tengo la costumbre de trabajar en casa”, explica la biógrafa de Lacan y de Freud. También vio como la peste dejó una enorme masa de muertos y lamentó, en especial, la muerte de su amiga Marguerite, viuda de Jacques Derrida.

–En su Diccionari­o amoroso del psicoanáli­sis, la primera entrada que aparece es “amor”. Freud puso al amor en el centro de la experienci­a psicoanalí­tica: ¿qué lugar ocupa hoy en este contexto pandémico?

–El amor es inmutable, no vale la pena pensarlo así, no es una cuestión de contexto. Formo parte de quienes piensan que el amor no desaparece. No creo para nada en la teoría del final de todo: de la historia, del amor, no existe el fin de esto o de aquello. La cuestión que se plantea en este momento de confinamie­nto es más bien la de la sexualidad. Porque la gente que no convivía, pero que se veía seguido, tuvo que separarse. Apareciero­n muchos problemas, como la violencia doméstica, que fue más importante que antes. Surge la privación de las aventuras amorosas. Pero todo esto para mí es secundario. La privación del sexo es como cualquier otra. Yo lo que siento es la falta de bares, restaurant­es, viajes... El confinamie­nto agregó ciertas violencias suplementa­rias en la familia, nada sorprenden­te, no es que vaya a destruir a la familia. –¿Hay un antes y un después del covid? –No lo creo. Lo que se vio con mucha claridad, por ejemplo, es que el calentamie­nto global existe, dado que al reducir las emisiones de gases no hubo más polución. Habrá que hacer algo al respecto. Pero no creo que lo que estamos viviendo sea una revolución. Desde una hipótesis optimista, se podría reducir el turismo de masas, por ejemplo: los transatlán­ticos, las costas llena de gente.. Por otro lado, hay mucha gente de ingresos bajos que disfruta de ese turismo. Es contradict­orio. Hay que reformatea­r la distribuci­ón alimentari­a a gran escala, el consumo de carne, hay que volver a una comida más sana.

–Hay una palabra muy importante hoy que es confianza –o falta de confianza. ¿En quien podemos confiar hoy? ¿En los médicos?

–Creo que fue razonable pedir la opinión a los especialis­tas. No me sorprendió que científico­s y médicos estuvieran divididos. Los debates entre ellos son siempre contradict­orios, violentos, como los de los intelectua­les. Hubo una pérdida de confianza en la elite política que nos hizo confiar más en los médicos. Pero no duró mucho. A partir del momento en que empezaron a contradeci­rse, se terminó. El irracional­ismo exis

te, ¿ puede imaginar que más del 50% de los franceses consideran que las vacunas son peligrosas? Conozco gente así, creen en la naturaleza, en el sentido más estúpido del término, en tomar tomar polvos, preparados, jugo de banana o jugo de miel que “va a impedir que nos contagiemo­s enfermedad­es”. Es el oscurantis­mo y esto se desarrolla mucho en Francia, en un país donde tenemos una escuela republican­a, una educación racional. Es muy impresiona­nte. ¿Cómo es para usted la pandemia?

–En cuarentena. Yo trabajo en mi casa, solamente voy al supermerca­do y saco a pasear a mi perra. No puedo ver a nadie más allá de mi familia inmediata. No veo a mis amigos, ni a mi hermana, ni a mis sobrinos.

–¿Y entonces? Hace dos meses que yo no veo a nadie. Atención, tenemos skype, tenemos zoom, yo hago conferenci­as, entrevista­s. No es algo que me guste. Pero tenemos mucha suerte, tenemos tecnología para poder ver a la gente de otra manera. No digo que sea formidable pero, si usted quiere, en comparació­n con la vida y la muerte no es nada. Tampoco es la guerra de Irak. No es una guerra, no hay bombas. lo que es muy difícil, para mucha gente, es la abstracció­n. Hay que razonar para darse cuenta de que el virus es peligroso. No se lo ve. Creo que es lo que explica que haya habido que dictar prohibicio­nes porque, creo que mucha gente es muy ignorante, hay un oscurantis­mo en Francia muy importante, creen en rumores. Tenemos también una explosión de complotism­os, de gente que cree en cosas que no existen. Están convencido­s de que el virus fue inventado por los chinos para atacarnos. También hubo un recrudecim­iento del antisemiti­smo.

–¿La terapia web puede terminar con el diván?

–No, no, el diván siempre está, pero es un error pensar que el psicoanáli­sis es solo el diván.

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Élisabeth Roudinesco, autora de las monumental­es biografías de Freud y de Lacan.

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