“SI ME APURA, DIRÍA QUE WALSH ES MEJOR QUE BORGES”
Diálogo con David Viñas. Quizá el último caudillo literario, gran renovador de las lecturas, aquí analiza el lazo de la narrativa y la violencia, critica a otros intelectuales y profundiza la dicotomía entre izquierda y derecha.
Hombre (o estampa) de la Argentina patricia y patriarcal, aunque haya inH sistido en auscultar su zona oscura, es David Viñas un personaje entrañable. Acompañando su empeño de claridad (un tanto subrayado), sobre su poblado bigote blanco, y debajo del ceño adusto, ojos francos pilotean la conversación, ayudan en su gesto de “no lo oí bien”, se concentran en el horizonte del escritorio (diarios, una caja de cigarrillos, papeles) y uno no sabe si se perdieron en una laguna pampeana o están armando el rompecabezas de su respuesta.
–Ricardo Piglia define su obra como un solo texto especializado en la violencia oligárquica. Si está de acuerdo, ¿en qué zonas ve hoy la continuidad de esa violencia?
–No hay más que abrir el diario. Por donde usted agarre. La violencia en Río Turbio...
–Pero Viñas ¿no será una clase fantasma la oligarquía? ¿Dónde está esa oligarquía clásica?
–Sin duda que ha variado, increíblemente. Desde ya, puede resultar utópico si no se matiza... Pero en lo que hace a lo central, está vigente. Fíjese hace unos días lo de Bennetton frente a familias mapuches. Es vertiginoso esto, querido. Benetton tiene novecientas mil hectáreas. Y desalojan a familias mapuches. Como socios vinculados mediatamente, para ser cautelosos, a lo de Benetton, están personajes de la época de mi padre, en la Patagonia. Las relaciones, el tejido de poder, siguen vigentes.
–Viñas, para cruzarlo con la literatura, ¿ve esta presencia de la violencia oligárquica en otros escritores actuales?
–Se me aparece un escritor como (Héctor) Tizón. El mundo de Tizón es un mundo aterciopelado, en una primera aproximación. Pero si uno mira con una cierta pausa, hace una relectura, y sabe descifrar todo lo que ahí se pone en juego, está cargado de violencia.
–Atenuada.
–De acuerdo a su retórica, él prefiere atenuar esto, pero creo que ahí hay una presencia más que considerable. Alguien definió con suficiente eficacia: frente a cualquier manifestación de la llamada civilización, tenemos que ver los componentes de barbarie disimulada. Si leemos con atención la literatura de Saer, subyacente a todo un trabajo retórico muy minucioso, muy prolijo, también vamos a verla aparecer.
–Pero la literatura mediatiza y elabora la violencia.
–¿Qué es la literatura? O ¿qué pretende ser la literatura? ¿Qué es la literatura, en mi perspectiva? Y, es una especie de lapsus. Dice lo que los demás callan... Es como Florencio Parravicini, o como Lisandro de la Torre. Más visible como lapsus en las morcilladas que hacía Parravicini que en Lisandro. Es decir, dicen lo que nadie dice. Ya sea Lisandro de la Torre de manera trágica, de manera payasesca Parravicini.
–¿Y viniendo más acá?
–Fíjese, hasta en la poesía. Tomo los casos de un hombre y una mujer, una mujer y un hombre, como emblemas de esa zona tan comentada de los géneros: Alejandra Pizarnik y Néstor Perlongher. También encontramos allí una elaborada –ustedes dicen bien–, mediada, mediatizada, atenuada, descentrada, violencia.
–¿En la misma línea, mutatis mutandi, como suele decirse, de Alfonsina Storni?
–Es cierto, usted lo dice muy bien. Evidentemente, esto vendría a corroborar, me parece, esa continuidad a la que aludía. De cómo en dos momentos distintos, años 20, años 30, o años 50, años 60, poco más o menos, dos mujeres comentan, de manera mediatizada, elaborada, las humillaciones que padecen en tanto mujeres. Y justamente estamos en esas zonas muy marginadas, muy crispadas. Como dice una persona amiga: “Ser puto en general Villegas en 1950 .... ” ¡Upa! Era muy bravo, eh. Y aún ahora.
–En los últimos tiempos, en algunas declaraciones suyas presenta a Rodolfo Walsh como contrafigura de Borges. ¿Es así?
–Desde ya.
–¿Podría desarollarlo?
–En este momento no es tanto ya la producción de Borges sino el borgismo que es una especie de sociedad anónima que se ha encargado de obliterar, congelar toda la situación de la producción literaria y cultural. La persona más beneficiada es su viuda. Y hay otras señoras, también, señoras aseñoradas, que se encargan sistemáticamente de subrayar, que no sería tan grave como congelar, cristalizar, ese canon que tiene como epicentro la figura de Borges. El tiempo debe detenerse, parecería ser la consigna.
–¿Dentro de ese staff hay figuras que antes estaban en la crítica marginal o en la crítica de izquierda?
–Pues bien: desde Juan J. Sebreli hasta Beatriz Sarlo, pasando por Carlos Altamirano, Santiago Kovadloff, el magnánimo novelista Aguinis, y así siguiendo. Digo, para llamar a las personas por su nombre. Como dijo hace muchos años (Arturo) Jauretche, la mayoría de los intelectuales argentinos, suben al caballo por la izquierda y bajan por la derecha.
–Esa operación con Borges ¿A quién pretende borrar?
–Yo tomo como referencia a (Rodolfo) Walsh. A partir de una especie de desafío implícito, desde ciertas zonas, desde lo que podríamos llamar frente cultural, popular, fundamentalmente peronista, o si usted prefiere montonero, se lo ha rescatado. Como pasó en su momento con Roberto Arlt. Es decir, marginado del canon, apareció una serie de gente que rescató a esta figura.
–Pero en el canon están también estas dos figuras que usted mencionaba de los 60, 70, que son Pizarnik y Perlongher.
–¿En el canon?
–Los han subido a ese caballo.
–Creo que los llevan en las ancas, en el mejor de los casos... No como una producción del canon, sino como admisión. Bueno, en el caso de Arlt pasó lo mismo.
–¿Y con Walsh, entonces, qué sucede?
–Yo creo que Walsh –y si esto abre polémica, enhorabuena– trasciende a Borges. Si usted me apura, hasta le diría: es mejor que Borges.
–¿No es una opinión absolutamente ideologizada?
–Ja, ja, ja. No, no... ¿por qué? (de un manotazo Viñas ha volteado una botella de gaseosa sobre su escritorio). Era peronista y yo nunca fui peronista. En fin... hay dos cuentos, por lo menos, que se llaman “Nota al pie” y “Esa mujer”, que son lo mejor que se ha escrito en la literatura argentina. Sobre todo por una razón muy concreta: en “Nota al pie” es donde trasciende a Borges. Tomemos “El Aleph”. En “El Aleph”, aparece un personaje que es un pobre tipo, que se llama Argentino Daneri. Muy bien. Un escritor con grandes condiciones, notorias, por otro lado, como Borges, se ríe del pobre tipo. El protagonista de “Nota al pie” también es un pobre tipo: es un corrector, que repasa su vida mediocre, etcétera. Pero Walsh no se ríe de él. Quizá por su componente de caridad cristiana, para llamarlo rápidamente, tiene un ademán de reconocimiento.
–Sin embargo, en “El Aleph”, hay una voz, que es la voz del narrador, que en realidad, me parece, en el choque con Daneri es el perdedor.
–Ya. Pero después de haberlo tratado de una manera...
–De haberlo ridiculizado.
–¡Uh! ¡Cómo! Ahí hay como varios finales. Tendríamos que ver el texto muy minuciosamente, ¿no? Pero... ahí hay un componente vinculado con la producción total de Borges, e incluso vinculado con las cosas que se sostenían y se difundían a través de la revista “Martín Fierro”. Es decir la burla hacia quien no habla prolijo, que no habla el lenguaje de los señores.
–El que habla cocoliche.
–O acocolicheado. En esa burla aparece la incapacidad de reconocer y valorar al antihéroe. Rodolfo Walsh es todo lo contrario, revaloriza y rescata al antihéroe. Es decir que aquí tenemos heroísmo y antihéroe, como si el modelo prevaleciente en la producción central de Borges fueran homéridas, héroes. En el caso de Walsh, son antihéroes. (...)