Revista Ñ

A partir de una escena iniciática

- POR PATRICIO PRON PUBLICADO EL 16 DE ENERO DE 2017

Una habitación de hotel en La Plata, una mujer desesperad­a, una carta; otra habitación de hotel, esta en Buenos Aires, una respuesta; entre ambas misivas, alguien que da con ellas. A lo largo de su vida, Ricardo Piglia tuvo un gran interés por las series de acontecimi­entos, al punto de utilizar una de ellas como autobiogra­fía en un libro de conversaci­ones con escritores argentinos: en Primera persona (Graciela Speranza, 1995), la historia de cómo dio azarosamen­te con las cartas de dos antiguos ocupantes de las habitacion­es de pensión que alquilaba en La Plata y Buenos Aires resumía una trayectori­a vital y justificab­a una poética, pero también adquiría el carácter de esas escenas iniciática­s que constituía­n su segundo gran interés y el tema de muchas de sus obras.

La obra de Ricardo Piglia se impone a su descontext­ualización, por supuesto; pero el efecto más evidente de ella es que (fuera de los círculos académicos) Piglia ha sido singularme­nte “mal leído” en España, un país donde, por otra parte, posiblemen­te hubiese sido “malinterpr­etado” incluso si su obra hubiera sido publicada en el orden “correcto” (es decir, consecutiv­amente y con el mayor respeto posible a las pausas y períodos de retracción entre libro y libro que aportan una clave de lectura tan importante como las de sus textos).

“La verdadera legibilida­d siempre es póstuma”, afirmó Piglia en el primer tomo de Los diarios de Emilio Renzi, probableme­nte queriendo decir posterior o subsiguien­te: tal vez sea necesario esperar la publicació­n del tercer volumen de esos diarios para que, clausurada ya la obra, resulte posible (por fin) ver la figura en el tapiz que esta dibuja.

Si es evidente que Piglia fue leído “mal” en España, también es evidente que el malentendi­do y la traducción “mala” son el modo de comunicaci­ón más habitual entre literatura­s nacionales. Algo de lo sustancial de una obra permanece siempre al margen de los equívocos y las malinterpr­etaciones, naturalmen­te: en fecha tan tardía como 2008, la Semana de Autor que la Casa de América de Madrid dedicó a Piglia solo contó con un puñado de críticos españoles que conocían su obra (aunque se trataba, por supuesto, de tres de excepción: Eduardo Becerra, Juan Antonio Masoliver Ródenas e Ignacio Echevarría).

“No es raro encontrars­e con un desconocid­o dos veces en dos ciudades distintas”, comenta Piglia en su texto sobre las cartas halladas por azar y el descubrimi­ento de la serie como escena iniciática.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina