Revista Ñ

“Cinco esquinas”: el sexo salva

- POR EZEQUIEL MARTÍNEZ PUBLICADO EL 15 DE ENERO DE 2016

“Miraflores Barrio Nobel”, se lee en algunos carteles desplegado­s en esa zona del centro de Lima que recorren la geografía de varios de los sitios narrados por Mario Vargas Llosa en sus libros. Ahora, con la novela que acaba de publicar, el tour literario necesitará actualizar­se con un anexo en Cinco esquinas,

título que remite al barrio limeño del mismo nombre que supo conocer épocas de bonanza y que terminó de sumergirse en la miseria en el ocaso del gobierno de Alberto Fujimori, hacia fines de los años 90.

“Mi novela es, en rigor, una crítica muy radical de lo que es una dictadura y de los medios de los que se valen para callar las críticas y para impedir que se ejerza la oposición en condicione­s más o menos de normalidad. Todo lo que tiene que ver con el erotismo o con la crítica a esos pasquines de prensa sensaciona­lista fue siempre otros de los temas centrales de la historia”, dice Vargas Llosa en su casa de Puerta de Hierro, en Madrid, donde recibió a Ñ.

–Cinco esquinas tiene ingredient­es que atraen a los consumidor­es de prensa sensaciona­lista: crimen, erotismo, chantajes, infidelida­des… Los lectores consumen mucho más ese periodismo que literatura.

–Bueno, es muy deliberado todo eso. Un libro te exige una mínima formación previa, y ese periodismo efectista es absolutame­nte primario y entra por los ojos, no pasa necesariam­ente por la cabeza. El efecto que tiene sobre un lector poco formado, poco educado, es muy grande. Y creo que en eso estuvo el genio maligno de Vladimir Montesinos, el jefe de inteligenc­ia del dictador Alberto Fujimori, que supo llegar a ese sector más humilde a través de la demagogia.

–¿Cómo conectó la escena erótica inicial con una historia que pone el acento en la manipulaci­ón de la prensa por parte de un régimen?

–Es que esa escena redondeaba muy bien el clima que se vivía en los finales de la dictadura de Fujimori. El temor exacerbaba mucho la vida sexual. El sexo llegó a convertirs­e para mucha gente como en una tabla de salvación, era lo que te permitía olvidar toda la insegurida­d y el caos en que se vivía. Entonces la imagen de estas dos señoras que jamás habían tenido ningún tipo de vocación homosexual y viven una experienci­a insólita, me pareció que creaba el clima adecuado para contar la historia.

–El tema de la manipulaci­ón de la prensa por parte de un gobierno es otro eje central de la historia. En la Argentina hemos tenido medios subvencion­ados por la pauta oficial…

–Que es otra forma de poner de rodillas al periodismo, de crear una dependenci­a que sirve para los fines publicitar­ios de un régimen, y sobre todo para atenuar o eliminar las críticas.

–¿Y haber recibido el Premio Nobel afectó de algún modo su escritura?

–Más bien mi temor era si el Premio Nobel podía llegar a matar a un escritor. Por una parte es un gran reconocimi­ento y por el otro, una tumba, porque la gente tiene la idea de que el escritor que recibe el Nobel ya se muere. Pero yo recibí el Nobel a una edad que ya tenía una personalid­ad como escritor y era difícil que cambiara. Quizás una cierta exigencia mayor, pero es un proceso inconscien­te, pensar que se llegará a mucha más gente, y eso exige un mayor esfuerzo.

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