De visita y de paso
Otro encuentro. El escritor arraigado en Francia solía volver con asiduidad a su país. Aquí, un mano a mano de octubre de 2005.
En los últimos años, cuando Saer venía a Buenos Aires se alojaba en un aparthotel de la calle Arenales. Aquella mañana, apenas llegué, me pidió que saliéramos al patio porque el día estaba espléndido. Afuera, miraba los movimientos de unos pájaros y comentaba que el mejor momento para visitar la Argentina es la época en que pueden encontrarse jacarandás florecidos. Esa atención ante el enigma de la naturaleza me recordó de inmediato la influencia moral que significó para Saer su amistad con el poeta entrerriano Juan L. Ortiz.
–En un prólogo que le hizo a Ortiz, habla de la obra literaria como de un idioma dentro del idioma, un Estado dentro del Estado y un cosmos dentro del cosmos. ¿Es así?
–Sí, tal vez sonara un poco exagerado, pero no lo es. Cuando leemos a Platón encontramos una representación del cosmos, y lo mismo sucede con la obra de Juan, la de Arlt o la de Borges. En todos los grandes escritores y los grandes filósofos hay una visión total del mundo. No una explicación: una visión, casi en el sentido irracional del término.
–¿Qué es la intemperie?
–A mi modo de ver, significa no ampararse en ningún sistema preestablecido e ir a buscar algo nuevo para decir. Nunca se puede hacer totalmente, porque usamos un idioma que es común a todo el mundo y porque hay procedimientos que ya han sido utilizados. Pero hay que volver a combinarlos y buscar lo inédito, algo incierto que se va construyendo, como una vida, a lo largo del tiempo.
–¿Por qué siempre menciona la literatura rioplatense?
–Creo que, en español, es la literatura más importante del siglo XX. Hay algunos autores que no son del Río de La Plata, como Neruda, Vallejo, Rulfo o Guimaraes Rosa, también realmente importantes. Pero es evidente que aquí hubo un movimiento literario muy fuerte, una búsqueda genuina de universalidad. Y lo más destacable es que esta literatura fue hecha por francotiradores. Todos eran hombres que se rebelaron. En Arlt, Macedonio, Borges, Felisberto Hernández, Onetti, existía un interés común, un deseo de salir del folclorismo.
–¿Adhiere a la ética de aquellos escritores que, como Flaubert, sostuvieron que el arte sólo es responsable ante el arte?
–La defensa del arte por el arte tiene dos aspectos positivos. Uno es que, así, el arte no está al servicio de ninguna ideología exterior. Y el otro es que a través de la elaboración de la forma se llega a nuevas regiones de sentido. Ocurre lo mismo con el habla, cuando queremos precisar un pensamiento más fino que las frases cotidianas de intercambio, necesitamos hacer un esfuerzo, combinar las palabras de un modo distinto. Eso es el arte por el arte, y no que estemos todo el día oliendo un lirio. Así lo entendían los artistas del siglo XIX, como Flaubert o Henry James. Después siempre aparecen epígonos que se vuelven dogmáticos, y es por eso que en la actualidad existen los estalinistas del arte por el arte, que no son artistas.
–¿Cuáles son sus valores como lector?
–El placer y el encontrarme a mí mismo en un texto. Gozo es ese momento mágico en que uno se identifica con lo que lee, y siente la música de una prosa, la conjunción de las imágenes y las ideas llevadas por un ritmo. La lectura es un goce superior al de escribir.