Revista Ñ

Los cuentos: lujos y decepcione­s

- POR ELVIO E. GANDOLFO PUBLICADO EL 30 DE AGOSTO DE 2014

voy a fijarme en la biblioteca qué es lo que guardé de Adolfo Bioy Casares para releer de su narrativa, hay dos libros: La trama celeste y El héroe de las mujeres. Cuando les leo el índice, me doy cuenta del motivo para guardarlos: en La trama celeste, muy poco original en la elección, siempre admiré “En memoria de Paulina”, el relato donde mejor ejerció el arte de la prestidigi­tación a pleno, no sólo para contar el tema del amor engañado por sí mismo, sino también por la mezcla rigurosa, no esforzada, del espacio y el tiempo. Es un clásico a secas. Veo que en el mismo libro incluye dos cuentos muy citados, “La trama celeste” y “El perjurio de la nieve”. Pero ambos me siguen pareciendo menores en relación a “En memoria de Paulina”. En “La trama…”, mientras uno lee, admira el cruce de referencia­s, la construcci­ón de un mundo paralelo, otro. Pero cuando termina me desilusion­a un poco el cuento dividido en un trayecto de ida y otro de vuelta, en especial si son historias de fantasía o ciencia ficción. Hasta la mitad avanza en una dirección, de allí en adelante recorre el camino al revés, como un recurso autoral, mecánico, más que generado por los personajes. En “El perjurio…”, en su cuidadosa construcci­ón de un misterio policial mezclado con lo fantástico, reaparece el orgullo excesivo del armado (el cruce de voces narrativas, por ejemplo), de la técnica. No sé qué pensé cuando lo leí por primera vez, pero ahora no puedo dejar de advertir la huella fuerte de las novelas-problema inglesas que Bioy y Borges tienen que haber leído mientras dirigían la colección de policiales El séptimo círculo.

El héroe de las mujeres incluye otro texto disfrutabl­e: “Una guerra perdida”. Breve, irónico, con una distancia difícil de mantener: el tono del mujeriego (o “langa”) resignado a ser asediado no por otros hombres sino por un curso de fijación de médanos, con el latido de los textos al parecer nimios por la extensión, que reinician su magia en la lectura (“Continuida­d de los parques”, de Cortázar, “El predicador y la isoca”, de Hebe Uhart). Pero al ver el índice recuerdo que también lo guardé por “Lo desconocid­o atrae a la juventud” y su “efecto Rosario”. Es un cuento con uso sereno de lo arcaico; a la ciudad le llaman “el Rosario”. Al joven protagonis­ta su encuentro con esa ciudad lejana en el tiempo (tranvías, mafia provincian­a y lecherías) le permite crecer, con ayuda sobrenatur­al y femenina.

Al pensar en esta nota, y al ver El lado de la sombra a buen precio en la sólida edición de Tusquets, lo compré. Sobre todo para releer “Cavar un foso”. Ahí Bioy parece hacer resonar una cuerda oculta de El séptimo círculo: sus pocos títulos de “serie negra”. El cuento es una especie de homenaje a las dos grandes novelas de James Cain (El cartero llama dos veces, Pacto de sangre). Hay una pareja que ama y odia, un crimen violento por el eterno dinero, autos y carreteras, y final de destino fatal, aquí indicado por Bioy, más que expuesto.

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