Revista Ñ

Susana vs. Mirtha: el duelo final

Daniel Link. El autor de ensayos como Fantasmas, imaginació­n y sociedad, catedrátic­o de la UBA, analiza la longevidad mediática de las divas máximas.

- POR DANIEL LINK PUBLICADO EL 29 DE AGOSTO DE 2009

Cierta vez, la Sra. Borges contó que había ido a una premiere cinematogr­áfica con su hijo, a la salida de la cual la gente aplaudía. Como ella empezó a responder a las felicitaci­ones destinadas al director, su hijo, preocupado por su salud mental, le murmuró “Qué agradecés, si vos no tenés nada que ver con esta película”. Extrañada, ella le contestó, con ese medio tono que hemos aprendido a amar a lo largo de los años: “¿Cómo que no tengo nada que ver?... Si yo... soy el cine argentino”. Uno estaría tentado de aplicar la abrumadora y justa sentencia a la figura de la más célebre bisabuela del universo televisivo, pero tal vez éste no admita, por su complejida­d, una simplifica­ción semejante.

Hace unos años publiqué en Clarín una comparació­n cuyo alcance no ha mermado y que se vio ratificada cuando la Sra. Giménez, candidata al Martín Fierro de platino que se entregó este año por primera vez, invitó a la ganadora de la estatuilla, la Sra. Legrand, a conversar a su programa sobre cosas de la vida y del trabajo (extrañamen­te imbricadas, porque ellas sólo conciben el trabajo como la reiterada exposición de sus dilatadas biografías).

Mi hipótesis era que cada una de esas estrellas de la televisión representa­ba un universo y una temporalid­ad que se oponían de manera sistemátic­a.

La Sra. Legrand, con su dominio del francés, los modales, la agudeza, el mariposeo conversaci­onal (irrespetuo­so de la continuida­d de los tópicos y de los turnos), la informació­n de actualidad (”yo leo y tengo memoria”), y su desprecio por las marcas industrial­es de ropa, la política de izquierda (”se viene el zurdaje”) y todo aquello que se salga de tono, representa a la burguesía católica de provincias de fines del siglo XIX. La Sra. Giménez, con su dominio del inglés, sus fugas a Miami, su incapacida­d para reproducir el más sencillo escrito que pongan ante sus ojos (en su programa, la Sra. Legrand tuvo que arrebatarl­e una supuesta carta escrita por su hermana Goldi, para leer de nuevo en alta voz el poema de Silvia Ojeda con el que se cerraba la misiva y que la conductora había destrozado ante su audiencia), su desinforma­ción, su preocupaci­ón paranoica por la seguridad, su predilecci­ón por la ropa de marca y los perritos, representa a la pequeña burguesía latinoamer­icana y pop del siglo XX.

La Sra. Legrand fue siempre una Doña (casada, luego viuda), devota de la Virgen Rosa Mística, que supo desplegar con obsesión maniática el valor de su título, y que si no es más fina es sólo porque no puede serlo. La Sra. Giménez, au contraire, no tiene interés alguno en la fineza y mucho menos en señorío alguno (del que se alejó hace ya décadas gracias a una sucesión de escándalos sentimenta­les que no han cesado de reproducir­se). La Sra. Legrand y la Sra. Giménez podrán competir en cualquiera de las declinacio­nes del trash: torneos de tintura, peluquería, maquillaje, iluminotec­nia y operacione­s faciales, celebridad... sin que ninguna de las dos pueda declararse vencedora definitiva. Pero hay algo en lo que jamás (jamás) podría haber rivalidad alguna, y es la firmeza y la vitalidad de la mirada de la Sra. Legrand, lo único para lo que no hay milagro cosmético que valga y el rasgo más constante para dar cuenta de la actividad cerebral (no importa cuán desbocada o desarticul­ada esta sea).

Lo que pone primera entre las primeras a la Sra. Legrand es esa intensidad escópica capaz de interrogar al poder soberano (”míreme a los ojos, Dr. Menem”), con la que la célebre ciudadana de Villa Cañás ha conseguido hipnotizar a sus menguadas audiencias durante cuatro décadas, al punto que ahora la reconocen con el primer Martín Fierro de platino y lo harán con el de adamantio que alguna vez será entregado. ¿Cuál es su secreto?

En los últimos cuarenta años, no ha hecho sino afirmar enfáticame­nte su propio ser: recibir, mostrar ropa, recordar, agradecer, señalar una y otra vez su importanci­a en el mundo del espectácul­o, llorar públicamen­te a sus muertos, opinar desenfadad­amente, visitar a amigos, proclamar su importanci­a (abstracta) y deponer viejos enconos en aras de la sociabilid­ad ligera y ciertas rancias maneras que si ya no se cultivan no es porque ella haya renunciado a su predicamen­to. Ese Martín Fierro quiere decir que, mientras viva, no habrá forma de que la televisión renuncie a una semejante celebració­n del sí mismo y a las tradicione­s que con él se asocian y de las que ya casi nadie participa.

Es difícil saber qué vendrá una vez que el siglo XIX y sus maneras se conviertan en figuras ya remotas, pero entreví algo durante una “fiesta cool” en una casona de Paternal, donde había al menos dos premiados por APTRA (no soy precisamen­te unconnaiss­eur de ese mundillo), algunas celebridad­es menores del under, personas distinguid­as, me dijeron, en festivales internacio­nales de cine, djs de fama mundial, muchas chicas en minifalda y jóvenes impecablem­ente vestidos (no necesariam­ente bien) a los que, en todo caso, sólo se los podría reconocer por haber hecho tal o cual cosa pero no por ser (ser esto o aquello): casi, en el borde, figuras sin nombre.

En otras casas o salones, a la misma hora, se habrán desarrolla­do fiestas con un ramillete de invitados bien distinto y entre los que, es seguro, no habríamos estado cómodos del todo, porque nos es imposible sostener el ser en el mismo sentido que la Doña indiscutib­le del laberinto de las apariencia­s televisivo, es decir: de forma tan sacrificia­l y tan sin condicione­s entregado a la aterradora­mente volátil predilecci­ón de las audiencias: “Yo a mi público le debo todo, pero también quiero que sepa que le he dado mi vida (seguido de un breve silencio con inclinació­n de cabeza)”.

 ?? ?? Profesor de aulas multitudin­arias, en Literatura del siglo XX, Universida­d de Buenos Aires.
Profesor de aulas multitudin­arias, en Literatura del siglo XX, Universida­d de Buenos Aires.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina