Larga vida a “La Menesunda”
En el Museo Moderno. En 2015 se reconstruyó la obra que sacudió a Buenos Aires en el Instituto Di Tella en 1965, y que deslumbró en Nueva York.
La invitación que el Instituto Di Tella distribuyó para el enigmático acontecimiento del 27 de mayo de 1965 lo definía como “un disparate o un modo de pensar situaciones difíciles y embarazosas para intensificar el existir”. Al mismo tiempo advertía al visitante que debía dejar de lado toda actitud contemplativa. Desde su propia presentación La Menesunda se postulaba como un centro de experiencias múltiples, no muy distinto de la idea que la gente tenía del propio Di Tella.
Un año antes de que irrumpiera en la escena política el general Onganía, la sociedad vivía uno de los momentos más creativos e innovadores de su historia. Marta Minujin, Rubén Santantonín y el equipo integrado por Floreal Amor, David Lamelas, Pablo Suárez, Rodolfo Prayón y Leopoldo Maler que los secundó en la realización vivían, como el resto de los jóvenes, un momento de expansión creativa que los animaba a cualquier cosa y La Menesunda catalizó todo eso. Así el entusiasmo que despertó desbordó el ámbito de los conspicuos seguidores de la vanguardia porteña. La incipiente red de medios gráficos y electrónicos del momento hizo el resto. Lo cierto es que a los pocos días de la apertura las multitudes transformaron el tramo norte de la calle Florida y el paisaje que conformaban las muestras del alrededor... ¿Cómo volver a esa circunstancia y a esa singularísima experiencia cincuenta años después? El Museo de Arte Moderno de Buenos Aires y la propia artista se aventuraron a una reconstrucción no exenta de riesgos.
La condición efímera que asumió la obra contemporánea postula un conflicto ante la recuperación del pasado que encaran con persistencia las instituciones del presente. Marta Minujin cultivó ese desapego por el objeto artístico en sus instalaciones y sobre todo en los happenings. Ahora se felicita cuando reaparecen algunos restos que sobrevivieron a la euforia destructiva que caracterizó sus acciones y pueden ser incorporados a los museos.
Con este dato en el horizonte la reconstrucción de La Menesunda ha sido encarada con vistas a su posible duración, algo que fue desatendido en el origen. Es una “reconstrucción según Marta Minujin”, explica la artista aclarando su origen. Si bien la obra fue concebida junto con Rubén Santantonín, él murió en 1969. La puesta de 2018 fue enteramente su propia responsabilidad. Se hizo a partir de documentos de su archivo y mucho en base a sus propios recuerdos. “Por entonces, nosotros hicimos de todo: clavamos, pintamos, serruchamos, pusimos las luces. Ahora en cambio se encargó un arquitecto y está fantásticamente hecha. Pensada como para que se pueda desarmar y armar en otro museo del mundo. Ahora muchas instituciones se interesaron en esta obra que rompió con la pintura de caballete y con un montón de cosas”, acota. “Todo está quedando exactamente igual. La gente que tiene que estar adentro va a estar peinada y vestida como en la época”.
¿Un túnel del tiempo acaso?, preguntamos a la artista. “Puede ser un viaje al pasado”, responde. “Está pensado como una sucesión de sorpresas para avivar los sentidos. Al principio es laberíntica: uno sube y se encuentra con una situación y dos opciones; puede bajar a la cabeza de mujer o ir al cuarto de la pareja. Todo en el mismo túnel, la gente se pierde en un ambiente o en otro. Conviene tener sentido de la orientación, ¿no? “
Ante esa observación, Minujín recuerda: “hay también una cosa claustrofóbica, no es fácil encontrar la salida de ese laberinto. En ningún momento hay dos personas en el mismo lugar. Tampoco hay marcha atrás. No, no se puede volver”, agrega con fruición. Luego acota: “Vamos a poner un cartel, que diga: ‘No es para personas impresionables’”. Marta la arriesgada, que nunca se impresionó cuando le tocó tirar pollos o bolsas de flores desde un helicóptero, se muestra particularmente sensible frente al sentimiento de temor ajeno.