Revista Ñ

SIN MEDIAS TINTAS

Entrevista con Quino. El más global de los historieti­stas argentinos revelaba su taller de ocurrencia­s. Su criatura, Mafalda, venía de cumplir 40 años y el admirador Umberto Eco la definía como “una heroína contestata­ria”.

- POR EZEQUIEL MARTINEZ PUBLICADA EL 25 DE SEPTIMEBRE DE 2004

Tantas veces me preguntan…», anuncia uno de los apartados de la página oficial que Quino tiene en Internet. Se trata de una versión fatigada del clásico «preguntas más frecuentes», pero en este caso la advertenci­a tiene cara de súplica: allí está todo lo que todos quieren saber sobre Mafalda, y lo que todos se animaron a preguntar. Porque la mayoría de las consultas –que Quino tuvo la paciencia de responder– están acaparadas por esa niña rebelde, sabia, reflexiva, lúcida, enfática y genial que este 29 de setiembre cumplirá 40 años de desbocada celebridad. «¿Por qué dejó de hacer a Mafalda?» «¿Cómo sería Mafalda ahora?» La lista avanza en una interminab­le sucesión de dudas previsible­s, de ésas que «tantas veces me preguntan…».

Es que a Joaquín Lavado le tocó ser Quino y ejercer la patria potestad de Mafalda. Justo a él que eligió expresarse con dibujos –y sólo cuando la situación lo exige, con los globitos que los acompañan–, porque las palabras no le entusiasma­n demasiado. Cuando le toca hablar de sí mismo o de su trabajo, Quino siempre tira frases en frasco chico, cubre los blancos con monosílabo­s. Eso sí: contundent­es.

–¿Cuando lo definen como un maestro, siente que es exagerado?

–Sí, exageran bastante.

–Pero no puede negar que con Mafalda creó un ícono.

–Yo no salí con ninguna cosa nueva; soy un seguidor de los que me precediero­n: Lino Palacio, Divito, Oski… A veces pienso que lo que hago ya es antiguo, que mi línea tiene un estilo antiguo… A mí me gustaría ir cambiando, tener una línea mucho más libre y que se renueve, tener más poder de síntesis. Picasso siempre te sorprendía con cosas distintas, por ejemplo… tampoco te digo que soy Botero, ¡algo fui cambiando!

–Con las ideas también se sorprende.

–Sí, pero en eso coincido con Enrique Pinti, que dice que cuando uno tiene treinta y pico de años cree que tiene cinco mil ideas, y cuando los años van pasando se da cuenta de que son apenas cincuenta, siempre las mismas, que se van reciclando.

–Uno tiene sus obsesiones también, temas recu–¿Se rrentes que se imponen aunque no se quiera.

–Eso es cierto. Mis temáticas preferidas tienen que ver con la relación entre el poder y la gente, la indiferenc­ia frente a los dramas sociales, la burocracia, la corrupción… cosas que me indignan.

–¿La Biblia sigue siendo su principal fuente de inspiració­n?

–¡Claro, la Biblia tiene historias fantástica­s y un gran poder de síntesis! Crear el mundo en siete días, ¡eso es poder de síntesis!

–¿Hay temas sobre los que no haga humor?

–Sí, sobre cosas muy trágicas y muy jodidas, no puedo. A mí me tocó vivir en Mendoza el terremoto de San Juan, cuando tenía 12 años, y vi cuando llegaban los camiones con heridos y todo eso. Nunca pude hacer nada con temas sobre terremotos. Aunque la verdad es que a veces hay noticias que son tan terribles que uno se ríe.

–¿Y cómo se resuelve ese dilema?

–Y… yo a veces espero a que la cosa no esté tan caliente. Con lo de Irak, sólo después de varios meses hice una página sobre un náufrago al que le han caído los norteameri­canos buscando armas químicas…

siente presionado a tocar ciertos temas de actualidad para que el lector note que sí le preocupan y le interesan?

–Lo que pasa es que a mí tampoco me gusta hacer esas páginas de humor que si las agarrás dentro de cinco años no las entendés. Me gusta que se entiendan siempre.

–¿No siente a veces que la realidad se puede poner así como viene dentro de un cuadrito de historieta?

–Bueno, el atentado a las Torres Gemelas no me digas que no es un dibujo de historieta, una película norteameri­cana de catástrofe. Cuando pasó lo del 11 de setiembre hice un montón de dibujos, con el avión, con las explosione­s… pero los hice para mí, porque sentí una enorme necesidad de dibujar la escena… Aún hoy por ahí me despierto a la noche y otra vez veo el avión estrellánd­ose.

–¿Le pasa mucho eso de encontrar una situación que necesita dibujar, por más que no trabaje en ella para publicarla?

–No, no tanto. Es que eso fue muy fuerte. Lo de las Torres a mí me puso en un conflicto muy gordo, todos sabíamos que se estaba muriendo gente ahí… y no he podido hacer nada.

–En su página oficial comenta que por lo general no se divierte cuando trabaja. ¿Cuándo siente más placer que angustia?

–Cuando considero que una idea es buena.

–O cuando le salen rápido.

–No, rápido no salen nunca. Ese es un problema. Jamás entendí por qué si uno tiene

una semana para hacer alguna cosa, recién se le ocurre los dos últimos días.

–¿Le llegan muchos comentario­s de los lectores?

–Sí, y comentario­s negativos también, ¿eh? Sobre todo cuando toco temas que tienen que ver con la religión, con el racismo, con la droga también… –¿Y les responde?

–Mmmm… si ponen un teléfono a veces los llamo, y se sorprenden. Ahora, si ya veo que son muy fanáticos, no contesto nada.

–Muchas veces dijo tener la ilusión de que su trabajo sirviera de algún modo para cambiar la parte más dura de la realidad.

–No sólo el mío, sino el de todos los que lo intentamos, el de los cantantes, los escritores, los cineastas. Creo que es un granito, y sumándonos todos, creo que algo hacemos. Mucha gente me dice: «Yo empecé a leer tus cosas muy chiquito, pero al principio no las entendía. Después de grande las seguí leyendo y me abriste mucho la cabeza». También hay muchos padres y madres que me comentan: «Mi nene no quería leer nada, pero cuando le compré un librito de Mafalda se enganchó con la lectura y entonces empezó a leer de todo». Eso me gratifica mucho.

–Mafalda segurament­e le dio muchas gratificac­iones como esa. ¿La extraña?

–Para nada, la verdad es que fue un alivio dejarla. Tampoco reniego de ella, porque es parte de mi historia. Muchos creen que Mafalda me persigue, pero no, sólo me acompaña.

–Y sigue acompañand­o a muchos.

–Eso ni yo mismo lo entiendo. Tal vez porque muchas de las cosas que ella cuestionab­a todavía siguen sin resolverse, de eso no quedan dudas.

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Quino dejó de dibujar a Mafalda en 1973, y sin embargo el personaje lo siguió hasta el final.

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