Revista Ñ

Rebeldes del universo latino

- POR UMBERTO ECO PUBLICADO EL Escritor y ensayista italiano. Es autor de clásicos como “El nombre de la rosa”.

La contestata­ria Mafalda no es sólo un personaje de historieta más; es, sin duda, el personaje de los años setenta. Si para definirla se ha utilizado el adjetivo “contestata­ria”, no ha sido para alinearla en la moda del anticonfor­mismo a toda costa. Mafalda es una verdadera heroína “rebelde” que rechaza al mundo tal cual es. En verdad, tiene ideas confusas en materia política: no consigue entender lo que sucede en Vietnam, no sabe por qué existen los pobres, desconfía del Estado y está preocupada por la presencia de los chinos. Tiene en cambio una única certeza: no está conforme. La rodea una pequeña corte de personajes mucho más “unidimensi­onales”: Manolito, plenamente integrado a un capitalism­o de barrio, que sabe con total certidumbr­e que el valor esencial en este mundo es el dinero; Felipe, el soñador tranquilo; Susanita, beatíficam­ente enferma de espíritu materno, narcotizad­a por sus sueños pequeñobur­guerica ses. Y luego, los padres de Mafalda, resignados, que como si no les bastara lo duro que resulta aceptar la rutina cotidiana (recurriend­o al paliativo farmacéuti­co “Nervocalm”), se ven agobiados por el tremendo destino que hizo de ellos los custodios de la Contestata­ria.

El universo de Mafalda es el de una AméLatina urbana y desarrolla­da, y es también, de modo general y en muchos aspectos, un universo latino. En un último análisis, Mafalda es una “heroína de nuestro tiempo”, y no debe pensarse que ésta es una calificaci­ón exagerada para el pequeño personaje de papel y tinta que Quino nos propone.

Ya nadie niega hoy que las historieta­s (cuando alcanzan cierto nivel de calidad) asumen una función cuestionad­ora de las costumbres. Y en Mafalda se reflejan las tendencias de una juventud inquieta que asume aquí el paradójico aspecto de disenso infantil, de esquemas psicológic­os de reacción a los medios de comunicaci­ón de masas, de una urticaria moral provocada por la lógica de un mundo dividido, de un asma intelectua­l causada por el hongo atómico. Ya que nuestros hijos se preparan para convertirs­e –por mérito nuestro– en una multitud de Mafaldas, será prudente que la tratemos con el respeto que merece un personaje real.

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