IDEAS PARA PROTEGER A LOS PARIAS GLOBALES
Diálogo con Zygmunt Bauman. Frecuente colaborador de Ñ, deja aquí su visión pesimista sobre el desenlance de la rodada financiera de 2008. Según lo expresó, esa crisis perjudicó la base de la pirámide social en el mundo.
How to spend it .... Cómo gastarlo. Ese es el nombre de un suplemento del diario británico Financial Times. Ricos y poderosos lo leen para saber qué hacer con el dinero que les sobra. Constituyen una pequeña parte de un mundo distanciado por una frontera infranqueable. En ese suplemento, alguien escribió que en un mundo en el que “cualquiera” se puede permitir un auto de lujo, aquellos que apuntan realmente alto “no tienen otra opción que ir a por uno mejor...”. Esta cosmovisión le sirvió a Zygmunt Bauman para teorizar sobre cuestiones imprescindibles y así intentar comprender esta era. “No es posible ser realmente libre si no se tiene seguridad, y la verdadera seguridad implica a su vez la libertad”, sostiene desde Inglaterra por escrito.
Bauman nació en Polonia pero fue expulsado por el antisemitismo en los 50 y recaló en los 60 en Gran Bretaña, donde fue profesor Emérito de la Universidad de Leeds. Estudió las estratificaciones sociales y las relacionó con el movimiento obrero. Después analizó y criticó la modernidad y dio un diagnóstico pesimista de la sociedad. Ya en los 90 teorizó acerca de un modo diferente de enfocar el debate cuestionador sobre la modernidad. Ya no se trata de modernidad versus posmodernidad sino del pasaje de una modernidad “sólida” hacia otra “líquida”. Siempre se ocupó de la convivencia con los “diferentes”, los “residuos humanos” de la globalización: emigrantes, refugiados, parias, pobres todos. Sobre este mundo cruel y desigual versó este diálogo.
-Uno de sus libros se llama Múltiples culturas, una sola humanidad. ¿Hay en este concepto una visión “optimista” del mundo de hoy?
-Ni optimista ni pesimista... Es sólo una evaluación sobria del desafío que enfrentamos en el umbral del siglo XXI. Ahora todos estamos interconectados y somos interdependientes. No es probable que nuestra interdependencia redunde en una uniformidad cultural. Es por eso que el desafío que enfrentamos es que estamos todos en el mismo barco; tenemos un destino común y nuestra supervivencia depende de si cooperamos o luchamos entre nosotros. De todos modos, a veces diferimos mucho en algunos aspectos vitales. Tenemos que desarrollar, aprender y practicar el arte de vivir con diferencias, el arte de cooperar sin que los cooperadores pierdan su identidad, a beneficiarnos unos de otros no a pesar de, sino gracias a nuestras diferencias.
-Es paradójico, pero mientras se exalta el libre tránsito de mercancías, se fortalecen y construyen fronteras y muros. ¿Cómo se sobrevive a esta tensión?
-Eso sólo parece ser una paradoja. En realidad, esa contradicción era algo esperable en un planeta donde las potencias que determinan nuestra vida, condiciones y perspectivas son globales, pueden ignorar las fronteras y las leyes del estado, mientras que la mayor parte de los instrumentos políticos sigue siendo local y de una completa inadecuación para las enormes tareas a abordar. Fortificar las viejas fronteras y trazar otras nuevas, tratar de separarnos a “nosotros” de “ellos”, son reacciones naturales, si bien desesperadas, a esa discrepancia. Si esas reacciones son tan eficaces como vehementes es otra cuestión. Las soberanías locales territoriales van a seguir desgastándose en este mundo en rápida globalización.
-Hay escenas comunes en México DF, San Pablo, Buenos Aires: de un lado villas miseria; del otro, barrios cerrados. Pobres de un lado, ricos del otro. ¿Quiénes quedan en el medio?
-¿Por qué se limita a las ciudades latinoamericanas? La misma tendencia prevalece en todos los continentes. Se trata de otro intento desesperado de separarse de la vida incierta, desigual, difícil y caótica de “afuera”. Pero las vallas tienen dos lados. Dividen el espacio en un “adentro” y un “afuera”, pero el “adentro” para la gente que vive de un lado del cerco es el “afuera” para los que están del otro lado. Cercarse en una “comunidad cerrada” no puede sino significar también excluir a todos los demás de los lugares dignos, agradables y seguros, y encerrarlos en sus barrios pobres. En las grandes ciudades, el espacio se divide en “comunidades cerradas” (guetos voluntarios) y “barrios miserables” (guetos involuntarios). El resto de la población lleva una incómoda existencia entre esos dos extremos, soñando con acceder a los guetos voluntarios y temiendo caer en los involuntarios.
-¿Por qué se cree que el mundo de hoy padece una inseguridad sin precedentes? ¿En otras eras se vivía con mayor seguridad?
-Esta angustia aterradora y paralizante tiene sus raíces en la fluidez, la fragilidad y la incertidumbre de la posición y las perspectivas sociales. Por un lado, se proclama el libre acceso a todas las opciones imaginables (de ahí las depresiones y la autocondena: debo tener algún problema si no consigo lo que otros lograron ); por otro lado, todo lo que ya se ganó y se obtuvo es nuestro “hasta nuevo aviso” y podría retirársenos y negársenos en cualquier momento.
-Esto nos llevaría a otra paradoja. ¿Cómo maneja la sociedad moderna la falta de seguridad que ella misma produce?
-Por medio de todo tipo de estratagemas, en su mayor parte a través de sustitutos. Uno de los más habituales es el desplazamiento del terror a la globalización inaccesible, caótica, descontrolada e impredecible a sus productos: inmigrantes, refugiados, personas que piden asilo. Otro instrumento es el que proporcionan las llamadas “comunidades cerradas” fortificadas contra extraños, merodeadores y mendigos, si bien son incapaces de detener o desviar las fuerzas que son responsables del debilitamiento de nuestra autoestima y actitud social, que amenazan con destruir. En líneas más generales: las estratagemas más extendidas se reducen a la sustitución de preocupaciones sobre la seguridad del cuerpo y la propiedad por preocupaciones sobre la seguridad individual y colectiva sustentada o negada en términos sociales.
-¿Hay futuro? ¿Se puede pensarlo? ¿Existe en el imaginario de los jóvenes?
-El filósofo británico John Gray destacó que “los gobiernos de los estados soberanos no saben de antemano cómo van a reaccionar los mercados. Los gobiernos nacionales en la década de 1990 vuelan a ciegas.” Gray no estima que el futuro suponga una situación muy diferente. Al igual que en el pasado, podemos esperar “una sucesión de contingencias, catástrofes y pasos ocasionales por la paz y la civilización”, todos ellos, permíta
me agregar, inesperados, imprevisibles y por lo general con víctimas y beneficiarios sin conciencia ni preparación. Hay muchos indicios de que, a diferencia de sus padres y abuelos, los jóvenes tienden a abandonar la concepción “cíclica” y “lineal” del tiempo y a volver a un modelo “puntillista”: el tiempo se pulveriza en una serie desordenada de “momentos”, cada uno de los cuales se vive solo, tiene un valor que puede desvanecerse con la llegada del momento siguiente y tiene poca relación con el pasado y con el futuro. La atención tiende a concentrarse en aprovechar al máximo el momento actual en lugar de preocuparse por sus posibles consecuencias a largo plazo. Cada punto del tiempo, por más efímero que sea, puede resultar otro “big bang”, pero no hay forma de saber qué punto con anticipación, de modo que, por las dudas, hay que explorar cada uno a fondo.
-¿Cree que esta crisis global que estamos padeciendo puede generar un nuevo mundo? Hay individuos que padecen las consecuencias de esta crisis de los que poco se habla. Los protagonistas visibles son los bancos, las empresas...
-Lo que se olvida alegremente (y de forma estúpida) en esa ocasión es que la naturaleza del sufrimiento humano está determinada por la forma en que las personas viven. El dolor que en la actualidad se lamenta, al igual que todo mal social, tiene profundas raíces en la forma de vida que aprendimos, en nuestro hábito de buscar crédito para el consumo. Vivir del crédito es algo adictivo, más que todas las drogas, y que los tranquilizantes. Décadas de suministro de una droga no pueden sino derivar en shock y conmoción cuando la provisión se detiene o disminuye. Ahora proponen la salida aparentemente fácil del shock que padecen tanto los drogadictos como los dealers: la reanudación del suministro de drogas.
-¿Hay retorno a la normalidad capitalista?
-Hasta ahora no hay muchos indicios de que nos estemos acercando a la raíz del problema. En el momento en que se lo detuvo ya al borde del precipicio mediante la inyección de “dinero de los contribuyentes”, el banco TSB Lloyds empezó a presionar al Tesoro para que destinara parte del paquete de ahorro a los dividendos de los accionistas. A pesar de la indignación oficial, el banco procedió impasible a pagar bonificaciones cuyo monto obsceno llevó al desastre a los bancos y sus clientes. Todo apunta a “recapitalizar” los bancos y permitirles volver a la “actividad normal”: en otras palabras, a la actividad que fue la principal responsable de la crisis actual. Si los deudores no pudieron pagar los intereses de la orgía de consumo que el banco inspiró y alentó, tal vez se los obligue a hacerlo por medio de impuestos. Todavía no empezamos a pensar con seriedad en la sustentabilidad de nuestra sociedad de consumo y crédito. La “vuelta a la normalidad” anuncia una vuelta a las vías malas y siempre peligrosas. Todavía no llegamos al punto en que no hay vuelta atrás; aún hay tiempo (poco) de reflexionar y cambiar de camino; todavía podemos convertir el shock y la conmoción en algo beneficioso para nosotros y nuestros hijos.