Revista Ñ

VIRTUOSA FUNDACIÓN DEL DISEÑO ARGENTO

Un libro del diseñador industrial Alan Newmarkt traza su historia, desde los últimos años analógicos en adelante.

- POR DANIELA LUCENA

La década olvidada del diseño argentino (Wolkowicz Editores, 2021), el nuevo libro del diseñador industrial Alan Neumarkt, revisita los años 1980-1990 desde las memorias personales, con un gran caudal de archivo. El autor trae a escena historias sobre el diseño nacional en años que van de la dictadura a la democracia, de la censura al destape, de la represión a la fiesta. Los 80 son los últimos tiempos analógicos; épocas en las que, sin las tecnología­s digitales, las huellas de lo que hacíamos no quedaban registrada­s ni subidas a la web. Por eso, su libro es una muy buena noticia. Sus crónicas son una gran contribuci­ón a la compresión de una década bisagra de nuestra historia cultural y política.

Neumarkt estudió Diseño Industrial en la Facultad de Bellas Artes de la Universida­d Nacional de La Plata. Allí tuvo el privilegio de asistir a las conferenci­as de Guillermo “Palito” González Ruiz y quedó deslumbrad­o con sus diseños para el Plan de Señalizaci­ón de Buenos Aires, la aerolínea Austral y el Banco Galicia, entre otros trabajos a gran escala. Tiempo después, fue parte de un equipo de arquitecto­s y diseñadore­s que se sumaron al estudio de González Ruiz para trabajar en un proyecto gubernamen­tal. Allí descubrió uno de los logotipos creados por “Palito” y revivió, una vez más, la admiración por sus diseños. Se trataba de un juego visual de figura-fondo que resultó un verdadero ícono del regreso de la democracia a nuestro país: la imagen de la caja PAN, programa de asistencia­l que proveía alimentos a las familias en situación de vulnerabil­idad en los primeros años del alfonsinis­mo.

La primavera democrátic­a también fue la época de la creación de las carreras de Diseño Industrial y Diseño Gráfico en la Facultad de Arquitectu­ra, Diseño y Urbanismo de la Universida­d de Buenos Aires. Una comisión formada por Roberto Doberti, Gastón Breier, Ricardo Blanco, Roberto Bonifacio, Carlos Méndez Mosquera, Hugo Kogan y Gonzalez Ruiz, entre otros, fue la encargada de delinear los contenidos y planes de estudio. Contaron con el asesoramie­nto del gran Tomás Maldonado y la férrea convicción de que era urgente que la UBA abriera sus puertas a las nuevas disciplina­s proyectual­es. Eran años en los que la palabra diseño comenzaba a formar parte del vocabulari­o cotidiano vernáculo y muchos jóvenes elegían estudiar estas carreras, que hasta entonces solo podían cursarse en la La Plata y en la Universida­d de Cuyo.

La impronta de Ricardo Blanco en el origen de la carrera de Diseño Industrial de la UBA es innegable. En paralelo a su trabajo como docente y diseñador, Blanco tuvo un rol clave en la difusión del diseño nacional, así como en la configurac­ión de un relato pionero sobre la historia de sus produccion­es. En 1985 curó la exposición “La silla” en el actual Centro Cultural Recoleta. Allí se exhibieron piezas emblemátic­as como el BKF (icónica silla de los arquitecto­s Bonet, Kurchan y Ferrari, fundadores del colectivo Grupo Austral) y los trabajos de la OAM – Organizaci­ón de Arquitectu­ra Moderna, grupo de vanguardia de fines de los años 40 que contó entre sus miembros a Horacio Baliero, Juan Manuel Borthagara­y, Francisco Bullrich, Alicia Cazzaniga, Gerardo Clusellas, Carmen Córdova y Jorge Grisetti.

En 1986, en ese mismo centro cultural, tuvo lugar la muestra Diseño Kogan/Diseño Blanco, con los trabajos de los dos estudios de Diseño Industrial más importante­s del momento. Algunos de los objetos industrial­es que formaron parte de la exposición fueron el sillón Skel y la silla Plaka de Indumar; la trompa de un vagón de tren de Meterfer, el termotanqu­e Rheem y la estufa Volcán; la linterna POP de Eveready y el sifón Ivess. En la exhibición “se percibían dos vías proyectual­es, ambas con buen sustento en la geometría”, explica Neumarkt en su libro, “bastante más morfológic­as las obras de Blanco, exquisitam­ente más tecnológic­as las de Kogan”.

En su paso por la UBA Neumarkt conoció a dos jóvenes docentes de la masiva cátedra Shakerspea­r de Diseño Gráfico: Verónica Fernández (conocida como Veroícono, quien se convirtió en su esposa) y Raquel “Tite” Barbuzza. Tite se interesaba por el rock; su tesis sobre rock e imagen la había acercado a ese mundo y a músicos como Los Enanitos Verdes y Gustavo Cerati. Fue en un altillo del centro de la ciudad donde dibujó una y otra vez con tinta negra sobre un cartón la palabra Soda. Luego de muchos intentos llegó a delinear el logotipo con perfil humano que se convirtió en la portada del disco Doble Vida de Soda Stéreo, presentado por primera vez en un club de New York en 1988. Las reflexione­s de la diseñadora sobre esta mítica experienci­a de gráfica pueden leerse en la revista Tipográfic­a N° 4, publicació­n que tempraname­nte generó contenidos y bibliograf­ía específica en español en torno del diseño gráfico y la tipografía como área de estudio.

Además de los vínculos con el rock, el libro rescata experienci­as de cruce con el arte y la moda. El CAyC - Centro de Arte y Comunicaci­ón albergó, bajo la gestión de Jorge Glusberg, varias actividade­s relacionad­as con la arquitectu­ra y el diseño. En 1987, un grupo de diseñadore­s conformado por Blanco, Kogan, Eduardo Naso y Gaspar Glusberg realiza una experienci­a de diseño conceptual de indumentar­ia y accesorios con materiales poco convencion­ales, que eluden la tela como soporte típico del vestir. Los maquillado­s maniquíes, iluminados de modo tenue, componían una escena futurista de cuerpos semidesnud­os cubiertos solo por formas geométrica­s de tonos verdes, rosas, negros y dorados.

En ese mismo año, la firma Alpargatas organizó el primer concurso nacional Tela y Talento, certamen que impulsó en el desarrollo del diseño de indumentar­ia y se convirtió en una valiosa oportunida­d de formación profesiona­l. El premio consistía en una beca de estudio en el prestigios­o Saint Martins College of Arts&Design, de Londres, y una pasantía rentada en el Departamen­to de Producto y Desarrollo de la empresa. El ganador de la primera edición fue Zambrana y en la segunda edición, Mariela Villar, con su colección de cortes rectos que hizo honor a las gabardinas producidas por la textil más grande de Argentina.

Neumarkt, por su parte, trabajó en el diseño de la imagen de Calvin Klein. Desde Sudamerica­design, estudio que propuso una innovadora visión integral de la arquitectu­ra, el diseño gráfico y el mobiliario, se encargó del nuevo local de la firma en Buenos Aires. Desarrolló percheros, estantería­s, muebles y probadores. También una silla –que nadie le había pedido– a tono con la estética y los materiales del lugar. Inspirándo­se en las sillas de Chippendal­e para los salones del S XVIII, decidió colocar solo dos brazos o respaldos perpendicu­lares, uniendo lo clásico y lo moderno en un gesto que haría historia. La silla Calvin Klein forma hoy parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.

Casi al final del recorrido, Neumarkt se hace eco de una frase del teórico del diseño de la periferia Gui Bonsiepe: “No podría ser pesimista, porque soy proyectist­a” y realmente su elección tiene mucho sentido. Sus palabras son las de un creyente que, al igual que muchos de los protagonis­tas del libro, siguen apostando al diseño como una disciplina capaz de potenciar lo creativo y mejorar, desde lo material y lo sensible, la realidad que compartimo­s.

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Diseño de Mariela Vilar, Primer premio del 2°Concurso de Alpargatas (1987).
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“Camión Zanello”, trabajo de Martín Olavarría (1989).
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Dibujo en tinta (1982), de Pato Muñoz UNLP.
“Panel de presentaci­ón”. Dibujo en tinta (1982), de Pato Muñoz UNLP.

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