Revista Ñ

Ese devenir animal

Narrativa argentina. Por medio de una transforma­ción, la nueva novela de Leila Sucari corteja un realismo mágico más brutal.

- POR PABLO DÍAZ MARENGHI

Con tres novelas, un poemario y un libro de crónicas en su haber, Leila Sucari (1987) ya dejó de ser una joven promesa para pasar a ser una realidad en las letras argentinas contemporá­neas. Explora los confines del universo femenino en torno a la sexualidad, los cuerpos, la maternidad y el deseo pero no desde un punto de vista romántico o naif sino todo lo contrario. Sus enfoques suelen ser retorcidos y desafiar los clichés imperantes. Eso está presente en Adentro tampoco hay luz, su primera novela, en la que construyó una voz infantil atravesada por diferentes generacion­es de mujeres, en una resonancia visceral a lo Aurora Venturini. También en Fugaz, donde la protagonis­ta es una madre soltera joven presa de la incertidum­bre más puérpera y feroz. Aquí, en Casi perra, hay una voz femenina pero esta vez con ribetes fantástico­s. La protagonis­ta vivirá una transforma­ción que la llevará a replantear­se los límites de su propia identidad.

Sucari, quien suele escribir columnas y crónicas en La Agenda, se aleja de cierto pulso contemporá­neo influencia­do por la prosa seca norteameri­cana y se refugia en la tradición rioplatens­e. Esto se ve más en esta tercera novela que combina descripcio­nes potentes y salvajes con el uso de oraciones cortas y prosa poética. La trama es simple: una mujer decide alejarse de un amor trunco y deambula por parajes inhóspitos dejándose penetrar por sus fluidos y su mugre, en un guiño a Black Out de María Moreno, abrazando su animalidad. Al igual que en sus novelas anteriores, la geografía imperante es rural. El campo como un horizonte amenazante y misterioso en el que la protagonis­ta se interna en una búsqueda existencia­l.

A diferencia de sus novelas anteriores, aquí hay algo de realismo mágico, de jugueteo por los bordes de lo real. Ochenta y ocho páginas le alcanzan a la autora para forjar un sutil mecanismo de relojería que, en un movimiento similar al cuento “Axolotl” de Cortázar, se activa con sutileza ante los ojos del lector. El título da una pista de lo que va a pasar. En una peculiar estrategia narrativa, Sucari va dándole forma a una metamorfos­is que no termina de explicarse del todo: su protagonis­ta deviene en animal pero sin clausurar el sentido. No hay sentencias absolutas en esta historia.

En uno de los primeros pasajes, la narradora adelanta algo de lo que le sucederá en el futuro: “Hablar no era solo ordenar palabras y escupirlas al mundo, sino crear uno nuevo, propio, lleno de significad­os y perforacio­nes. De fluidos y verdades que ninguno de los dos era capaz de explicar de otra manera que no fuera haciendo del verbo la carne”. Sobre el final, la transforma­ción se ha completado: “Me alimento de mis hongos. No hay desecho en la naturaleza. No tenemos objetivos a largo plazo. Ahora sé purgarme, me volví materia del bosque. Si te agachás, el mundo parece más grande”.

Esta novela expone un ejemplo del tipo de artefactos que desafían aquel mantra, por momentos imperante, que supone que la literatura consta de contar historias. Aquí importa más el cómo, la forma, la enunciació­n antes que el qué, el contenido, el enunciado. Son, por supuesto, los vértices de un mismo triángulo pero que, en este caso, desafía al lector, lo sacude proponiénd­ole un relato no tradiciona­l que se preocupa, también, por la sonoridad del lenguaje. Si bien por momentos peca de repetitiva o críptica, la autora prefiere sugerir antes que subrayar.

No es casual que muchos de sus personajes sean mujeres y madres: queda claro que su proyecto literario se propone explorar el ser mujer en sus sentidos más diversos, haciendo hincapié en las zonas más incómodas y brutales.

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Tusquets 88 págs. $3.000
Casi perra Leila Sucari Tusquets 88 págs. $3.000

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