Revista Ñ

Cómo destruir la mirada

Ensayo. Un texto sarcástico del escultor Robert Smithson, destinado a dinamitar los códigos de la crítica de arte.

- POR LUCIANO LAHITEAU

“Me gusta bastante y creo que sugiere el infinito”. ¿Qué nos diría una frase así como todo texto curatorial de, pongamos, una serie de piedras dispuestas sobre un montículo de arena? ¿Cómo afectaría nuestra experienci­a ante esta supuesta obra montada en un museo de arte contemporá­neo de cualquier ciudad del mundo? Podría ser desalentad­or, sin duda. O quizás profundame­nte estimulant­e si, como se nos ha dicho, la experienci­a estética requiere para su aparición de una predisposi­ción íntima más que de una explicació­n. La obra de arte necesita de nuestra mirada sensible para acontecer. ¿Eso implica entonces que la mirada puede hacer al arte?

La frase correspond­e a Robert Smithson, escultor y escritor norteameri­cano que vivió entre 1938 y 1973, incluida en Hotel Palenque, un texto breve que funciona como un ensayo sobre lo fallido y un manifiesto dislocado contra la ornamentac­ión conceptual del mundo del arte.

Las palabras de Smithson, hasta ahora inéditas en castellano, formaron parte, en rigor, de una conferenci­a para estudiante­s de arquitectu­ra de la Universida­d de Utah que el autor dio un año antes de morir en un accidente aéreo. Smithson expone ante los alumnos las fotografía­s que él mismo tomó de la obra inconclusa del Hotel Palenque, unas ruinas patéticas ubicadas en el ingreso a un pueblo cercano a la frontera entre México y Guatemala, en territorio maya.

Pese al contexto, Smithson evita cualquier tic académico y recurre a una liviandad explícita y provocativ­a. Es un registro que trabaja entre la crónica turística y la crítica de arte, y que por tanto pone en crisis a ambas. Conviven allí la descripció­n de lo evidente y la elucubraci­ón filosófica a partir de lo mundano. Mucho antes del auge del turismo de catástrofe­s, Smithson disfruta de los escombros y del abandono como signos inequívoco­s del absurdo humano pero disfraza su fascinació­n con motas del discurso de la crítica de arte. ¿Qué implica esta operación en un ámbito universita­rio? Introducir un problema, claro está. E intentar el rompimient­o de un mecanismo que de tanto alimentars­e a sí mismo ha perdido su objeto. ¿A qué suena la crítica de arte cuando no hay arte?

Smithson parece anticipars­e a lo que observa el popular autor coreano Byung-Chul Han en No-Cosas, uno de sus últimos libros. Han aboga por el retorno de la cosa y el silencio en detrimento del imperio de la informació­n. Para él, el problema del arte contemporá­neo es que tiende a “transmitir informació­n”, lo que hace que “degenere en ilustració­n” y se olvide de las cosas. El arte, dice Han, se ha convertido en una obra de pensamient­o que comunica una idea prefabrica­da que se priva de la expresión y de lo misterioso.

Smithson ya lo advertía cuando dotaba de significad­os antropológ­icos a una ventana inacabada, que mira hacia un horizonte nublado por el humo, o un montón de ladrillos rotos. Es decir, cuando hace la operación inversa: ocuparse de la cosa y percibir que su sola existencia excede a la idea y el concepto. Lo que los constructo­res hayan querido hacer importa menos que lo que su obra, fallida o no, transmite. Esa “sobreabund­ancia del significan­te”, diría Han, es lo que al final hace del Hotel Palenque una obra de arte bajo la mirada de Smithson: porque puede haber decenas de significad­os que atribuirle, sin que ninguno de ellos implique un sentido.

La doble apuesta de Smithson habrá dejado una pregunta latiendo en las sienes de los estudiante­s. ¿Considerab­a que el Hotel Palenque era un montaje que merecía una considerac­ión artística? ¿O solo lo utilizó como vehículo para desarticul­ar los mecanismos de autolegiti­mación del sistema del arte, como hiciera Marcel Duchamp con su famoso mingitorio? ¿Deberían conservars­e las ruinas del hotel como testimonio de nuestra civilizaci­ón así como se conservan las pirámides mayas, a las que Smithson se refiere más de una vez?

Su invitación a que los estudiante­s visiten el lugar podría sugerir que la experienci­a era algo más que una anécdota para Smithson, como también podría ser solo el remate del chiste. En cualquier caso, el problema había sido introducid­o.

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Hotel Palenque Robert Smithson Firpo Casa Editora 42 págs $2.000

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