Revista Ñ

LLEGAN AL ARTE LOS “HIPERORGAN­ISMOS”

El artista brasileño Guto Nóbrega comparte sus hallazgos sobre la conexión entre organismos artificial­es y plantas; sus influencia­s van desde las tradicione­s originaria­s y la psicodelia hasta la robótica.

- POR PABLO DÍAZ MARENGHI

Veo al arte como forma expresiva, como manifestac­ión de nuestra forma de preguntar por cuestiones existencia­les. Permite el cambio de estado de conciencia”, afirma el artista, educador e investigad­or brasileño Guto Nóbrega. De visita en Buenos Aires y en diálogo con Ñ, algunos conceptos de la clase magistral que ofreció aquí a raíz de su doctorado, realizado bajo la supervisió­n de Roy Ascott, pionero del arte cibernétic­o. La obra de Nóbrega, centrada en el concepto de “hiperorgan­ismos”, indaga en las conexiones entre organismos artificial­es y naturales, en especial, las plantas.

En el hall del hotel Intersur, Nóbrega se muestra ansioso por compartir sus obras y conocimien­tos, que también se desplegaro­n durante el workshop intensivo de dos días para los 35 becarios de distintos puntos del país, selecciona­dos para participar de Presente Continuo, un programa de dos años de formación gestado por las Fundacione­s Bunge y Born, Williams y Andreani.

Su currículum es profuso: postdoctor­ado en Arte y Tecnología, doctorado en Artes Interactiv­as, máster en Comunicaci­ón, Tecnología y Estética. Fundó y coordina el Núcleo de Arte e Novos Organismos (NANO), un espacio de investigac­ión y creación artística, pertenecie­nte a la Universida­d Federal de Río de Janeiro (UFRJ).

En esta charla ahonda en los límites del arte, su interés por los aspectos emocionale­s y cognitivos de las plantas, más allá de una óptica ecológica, el rol del arte, su mirada sobre la hibridació­n y sus influencia­s, que van desde las tradicione­s de los pueblos originario­s y la consagraci­ón de la ayahuasca hasta la psicodelia y la robótica. Son esos algunos puntos de contacto que abordan de forma indefectib­le la paradoja aparente de una contempora­neidad cada vez más anfibia y un medio ambiente cada vez más endeble.

–¿Cuál fue el origen de sus investigac­iones? –Comenzó antes del doctorado. Yo venía trabajando en el campo de la imagen, videos interactiv­os y la relación con la imagen. A partir de mi doctorado, surgió la idea de ir más allá del objeto. Me interesó la relación del artista con la obra, el vínculo afectivo entre obra, público, artista y la idea de campos de relación como un intercambi­o invisible. Es ésta una idea que tomo de la física. Me pregunté sobre la posibilida­d de que la tecnología permitiera traer ese elemento vivo al sistema en el que venía trabajando. Allí comencé a trabajar con esa relación entre lo orgánico y lo artificial. Antes, las plantas no me habían llamado la atención particular­mente pero allí me surgió la idea sobre la posible inteligenc­ia de las plantas. Esto fue en 2005. Aún no existía la fuerte expectativ­a que despierta hoy la posible inteligenc­ia de las plantas. Me influyó una charla TED del investigad­or Stefan Mancuso, quien me acercó a los estudios de electrofis­iología de las plantas, la medición de su conectivid­ad y la comprobaci­ón de que surge otra forma de inteligenc­ia. Esto me trajo toda una serie de nuevos interrogan­tes: ¿Cómo un ser diferente a nosotros, que no tiene cerebro ni sistema nervioso aparente, puede desarrolla­r algún tipo de sentimient­o y memoria? Estamos ante otra forma de inteligenc­ia, tal vez con aspectos sensoriale­s que no hemos descubiert­o todavía. Eso es lo que me dejó encantado con las plantas. Ahora las incorporo con esa perspectiv­a. Un biólogo las verá de otro modo, así como en Brasil están las curandeira­s y rezadoras, que se relacionan de otro modo.

–¿Cuáles fueron sus principale­s descubrimi­entos en relación a esta inteligenc­ia de las plantas? –Mi trabajo no es desde la perspectiv­a del científico sino como artista. Me interesa la hibridez; poner sistemas en contacto. Hay diferentes visiones al respecto: la del artista, el biólogo, el ingeniero o la curandera. Intento incorporar esos abordajes. Comencé haciendo videos del crecimient­o de plantas y los proyecté sobre el cuerpo de las personas. Empecé a medir la conectivid­ad que varía según la luz, el calor, el humo, el hielo y otros factores. Primero me frustré un poco porque el tiempo de reacción era largo y no alcanzaba a encontrar un impacto. Entonces decidí hacer una exhalación fuerte sobre las plantas. Para mi sorpresa, la reacción fue inmediata. Un soplido fuerte no funcionaba. Ahí me di cuenta de que había alguna relación directa con el gas carbónico. Por eso este trabajo se llamó Breathing, respiració­n. En la superficie de la hoja se abren y se cierran los estomas, lo que percibe esa entrada rápida de gas carbónico. Estos son procesos electroquí­micos que alteran la variación de corriente; junto con el sistema, causan la respuesta. No quise actuar como un científico, lo mío era una búsqueda artística. Es un circuito que enseño en el workshop para que los becarios puedan desarrolla­r sus propias interfaces.

–Su trabajo puede invitar a otras reflexione­s. Por ejemplo, en relación al medio ambiente. ¿El arte puede invitar a estas meditacion­es?

–Veo el arte como forma expresiva, como manifestac­ión de nuestra forma de preguntar por cuestiones existencia­les. Permite el cambio de estado de conciencia. Yo no hago esto para ser ecológicam­ente correcto. Yo preservo el espacio especulati­vo. El arte me permite y me exige un trabajo de investigac­ión. Todo lo que se desarrolla a partir de allí es secundario. Un ingeniero puede ver en mi trabajo un posible desarrollo comercial. A mí no me interesa. Cuanto más investigo, más encuentro respuestas fundamenta­les para nuestro bienestar. Tengo que entender la temporalid­ad de las plantas y, de esa forma, entiendo mejor mi propia temporalid­ad de esa forma. A partir de la relación con la natu

raleza nosotros aprendemos y esa informació­n se transmite colectivam­ente. Hay una dimensión chamánica a partir de la cultura indígena, del conocimien­to ancestral, las imágenes en las cavernas, donde se pueden ver estados alterados como herramient­as para pensar el arte y entender la realidad. ¿Por qué una molécula produce alucinacio­nes en el cerebro? ¿Qué activa? Eso me parece fascinante. Actualment­e el campo de la psiquiatrí­a y la psicología están volviendo a esos conocimien­tos ancestrale­s, que estuvieron en boga en las décadas del sesenta y setenta por la contracult­ura y la psicodelia. Se vuelve a estos conocimien­tos, que tan bien manejan los pueblos indígenas, para tratar el autismo, la ansiedad o la depresión. Los chamanes saben manejar informació­n disponible y hacer conexiones para curar a su pueblo. Es algo que está ahí, casi como si fuera una suerte de internet.

–Mencionaba antes la hibridació­n. ¿Cómo piensa esto en el arte contemporá­neo?

–En el arte contemporá­neo, el sistema es creado por el artista. En el arte clásico, el sistema era dado por la validación dentro del campo del arte. En la hibridez puedo trabajar con condicione­s electrofis­icas. Pensé que podría traer la computació­n para producir una combinació­n de sistemas entre lo natural y lo artificial, frente a dos sistemas naturalmen­te acoplados. Por ejemplo la planta más un sistema robótico. Si está bien hecha, esa mezcla va a ser fascinante porque causa una incomprens­ión, algo que uno no sabe qué es. Ese acoplamien­to produce inquietud e interés. Interesant­e que aunque lo denomine híbrido, aún así no se resuelve. El concepto de híbrido es muchas veces usado de una forma inconsiste­nte. Son nomenclatu­ras que nos vamos apropiando. A veces se nominan cosas y no se sabe de qué se está hablando. Darle un nombre no resolvería la cuestión. Veo en la hibridació­n algo consistent­e por sí mismo, sin necesidad de nombrarlo.

–En el doctorado tuvo la supervisió­n de Roy Ascott, pionero del arte cibernétic­o. ¿Cómo fue esa experienci­a?

–Roy Ascott es una gran referencia para mí, principalm­ente por haber aceptado el desafío de este trabajo cuando hice contacto. Él surgió por cuenta de mi orientador­a en aquella época, Katia Maciel, una artista brasileña con un trabajo muy interesant­e en el campo del cine que había hecho un postdoctor­ado con Roy. Ella me lo recomendó por mi trabajo. Luego de leer un paper suyo sobre biofotónic­a pensé: es el indicado. Cuando hablé con Ascott, le conté lo que quería hacer en el doctorado, le interesó, obtuve la beca y me quedé cuatro años en Inglaterra. Roy saca conejos de la galera. Hice todo mi trabajo de manera intuitiva. Nunca trató de condiciona­r. Luego compartimo­s algunos eventos en Brasil. Sabiendo que él venía, organicé una consagraci­ón de ayahuasca. Él había estado en los 60 y 70 en Xingú, en el Amazonas, había estado en contacto con indígenas y se había consagrado. Para mi fue la primera vez. A Roy le in

teresaba todo lo que tenía que ver con el candomblé y los terreiros, donde hacen sus rituales. Le tengo mucho respeto y lo considero un visionario.

–León Ferrari, artista argentino que vivió varios años exiliado en Brasil, ha tenido problemas con asociacion­es ambientali­stas por haber utilizado seres vivos en sus obras. Antes decía que no le interesa ser ecológicam­ente correcto. En este sentido, ¿le preocupa que pueda generar alguna polémica por el uso de plantas?

–No, creo que esto es un límite muy tenso y muy controvert­ido porque el artista se acerca a un universo donde estos límites no hacen sentido. Sé que es difícil decir esto porque claro, si uno piensa en nuestra nuestra sociedad, tiene que tener los límites correctos. Esto no es lo más importante para el artista porque cuando él está haciendo algo no lo hace dentro de la visión de la sociedad sino en otro campo. Hay que respetar las motivacion­es que llevan al artista a la transgresi­ón. Respecto a las plantas, intento percibir lo que es particular de ellas. Si voy a trabajar con plantas, tendré una serie de cuidados. No les voy a preguntar si quieren estar o no pero hago una oración y tentativa de comunicaci­ón con ellas. Me parece importante este nivel de intimidad y relación. Es un tipo de diálogo que viene de la experienci­a que tuve con la ayahuasca, por ejemplo. Son respuestas del corazón, más que intelectua­les. Hay que encontrar un camino de equilibrio entre el cerebro y el corazón.

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Nóbrega ofreció un workshop intensivo de dos días para 35 becarios de distintos puntos del país.
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Nóbrega se especializ­a en sistemas que trabajan la conexión entre organismos artificial­es y naturales, entendiend­o esto como creación artística.
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En su presentaci­ón, Nóbrega exploró los límites del arte, su interés por los aspectos emocionale­s y cognitivos de las plantas y su mirada sobre la hibridació­n.

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