Una reencarnación para Catupecu
La banda regresa con cuatro presentaciones en Vorterix, un libro que repasa una de sus etapas emblemáticas y un nuevo disco en proceso.
2021. Catupecu Machu, la banda gestada por los hermanos Ruíz Díaz, hace ya tiempo que no toca. Gabriel, bajista y alma mater del grupo, fallecía luego de haber peleado quince años contra las secuelas de un accidente automovilístico ocurrido en 2006. Casi al mismo tiempo, su hermano Fernando se reencontraba con Abril Sosa, miembro histórico de la banda que grabó en los primeros dos discos: Dale (1997) y Cuentos decapitados (2000). Veinte años después, estos dos amigos se cruzaran de nuevo en el Quilmes Rock 2022, en un show homenaje a Gabriel, y luego en un show en el Teatro Vorterix anunciado como Vanthra (el nuevo proyecto del vocalista de Catupecu) + Abril Sosa. Finalmente, en pleno escenario, darían la primicia: “Esto es Catupecu”, oficializando el regreso de la banda. O, mejor dicho, como Fernando prefiere llamarle, su reencarnación.
Con una nueva formación con dos baterías (Sosa y Julián Gondels), bajo (Charles Noguera), voz y guitarra (Ruíz Díaz), Catupecu volvió con un show histórico en el Estadio Obras, el templo del rock, luego en el Movistar Arena y, por último, con los anunciados cuatro Teatro Vorterix para fines de agosto y principios de septiembre (24, 25, 31 de agosto y 1 de septiembre).
Autores de una batería de hits (“El número imperfecto”, “Magia veneno”, “Eso vive”, “Cuadros dentro de cuadros”, “Perfectos cromosomas”), se ganaron un lugar en el podio del rock argentino. Al mismo tiempo, un nuevo libro editado por Gourmet Musical repasa una de sus etapas más emblemáticas. Catupecu Machu a kilómetros de hoy, del periodista Nicolás Igarzábal, revisita un periodo clave de la banda cuando en el 2000, en pleno tránsito al siglo XXI, lanzaron Cuentos Decapitados, uno de sus mejores discos, que marcó un cimbronazo en la música local en cuanto a sonido y producción.
El fuego de lo indescifrable
“Pasado un tiempo ya de esta reencarnación, siento plenitud”, le comenta a Ñ por teléfono Fernando Ruíz Díaz. Voz, guitarra y emblema de Catupecu, afirma que “cuando suceden estas cosas inesperadas son más valiosas”. Se lo escucha extasiado y, a la vez, sereno. “El público me transmite alegría, está muy contento con lo que estamos viviendo”, agrega.
“Lo pasamos muy bien en todos los shows”, comenta y señala sus diferencias: “Una cosa fue el Quilmes Rock. Después lo empezamos a invitar a Abril con Vanthra y, de tres temas que tocábamos a dos baterías, empezamos a sumar más”, comenta sobre un detalle no menor que habla del instinto de mutación de la banda
El regreso de la banda no se limita solo a una propuesta escénica sino que también se encuentran preparando un nuevo disco que le haga justicia al adn catupecu y, al mismo tiempo, cristalice el resultado sonoro de esta reencarnación: “Catupecu siempre fue un mutante y los discos van mutando. Es muy excitante, muy vivo. Seguro que salga el año que viene. Catupecu siempre fue una banda de experiencia, vivencia, mucha sustancia. Lo veo con mucha profundidad, muy para afuera y, a la vez, introspectivo”.
Hijos bastardos de Soda y Sumo
“Fue emocionante para mí leerlo. Nunca pude terminarlo porque me emociono mucho y voy leyendo por partes”. Quien habla es Fernando Ruíz Díaz y se refiere a Catupecu Machu a kilómetros de hoy, flamante libro de Nicolás Igarzábal que se enfoca, sobre todo, en la época de Cuentos Decapitados, punto de quiebre en el grupo, que consolidó su madurez, los dotó de un salto de calidad compositivo y les agregó la incorporación tecnológica.
El libro, le cuenta el autor a Ñ, había tenido una primera edición digital pero luego algo pasó: “Lo escribí en 2019 y había salido en marzo de 2020, plena pandemia, en una colección digital de Indie Libros donde distintos autores escribían sobre algún disco que los hubiera marcado. Yo elegí Cuentos Decapitados. Con la muerte de Gabriel en 2021 y el regreso de Catupecu en 2022 sentí que el libro merecía un update”.
Así decidió expandirlo: “En 2022 me dediqué a engrosarlo con material nuevo y más entrevistados (Baraj, Ibarra, Macabre) para desandar el antes y después de Cuentos. Lo cerré con el regreso a Obras de diciembre 2022, por lo significativo que es ese lugar para la banda, porque ahí presentaron el disco en 2001, con el país prendido fuego”.
De Villa Luro al más allá: el libro narra momentos clave de los comienzos de la banda, la llegada de Abril Sosa, baterista de los primeros dos discos, que tenía catorce años cuando se incorporó al grupo. Este afirma en el prólogo: “Me hace feliz ser parte de esta historia. No como alimento del ego sino como una manera de haber brindado, erráticamente o con aciertos, una transformación colosal a la música y al arte”.
Igarzábal, cuya historia con la banda empezó hace veinte años viéndolos por primera vez en un Cemento que temblaba como un samba, analiza este presente como crítico y fan: “Lo veo como un renacimiento de la banda, una nueva vida, dentro de un proyecto cuya esencia es la mutación. Salvo los primeros años con Baraj, vi todas las formaciones de Catupecu; ésta es la más cercana a la del libro porque están Fernando y Abril. Y también tienen algo novedoso, y que nunca tuvieron antes, que es lo de tocar a dos baterías. Los shows son un hit atrás del otro, las clavan todas al ángulo”.
Catupecu Machu es alarido. Un big bang sonoro que no para de crecer, magia y experimentación. Suerte de amalgama entre furia, misticismo e introspección, que explota en una trompada sónica. Igarzábal lo define como “un bicho raro que no pertenece a ninguna movida en especial. Eso es lo que los hace tan particulares. Para mí son hijos bastardos de Soda Stereo y Sumo, por la mutación disco a disco y la polenta en vivo”.