El camino inesperado que llega a destino
La ópera prima de B.J. Novak se anima a varios registros, de la comedia sobre el choque cultural a la reflexión sobre la era de la posverdad.
Thriller con humor. Reflexión existencial y misterio. Comedia negra, camino del héroe, sátira social. A priori, una receta efectiva debería tener ingredientes que combinen entre sí. No suele ser así en una buena ficción. La magia se produce cuando se llega al lugar buscado por un camino inesperado. Eso pasa en Vengeance, ópera prima de B.J. Novak, a quien el público conoce como Ryan Howard, el becario con ideas de negocios fallidas en The Office.
Ahora, como escritor, director y protagonista de su primera película, Novak toma la experiencia previa y a la vez se reinventa. Otra contradicción que le funciona en Vengeance, un paso de comedia sobre el choque cultural, que también es una de suspenso y a la vez una reflexión sobre los comportamientos humanos en la era de la posverdad.
La premisa en la superficie parece sencilla. Ben (Novak), un periodista de Nueva York que quiere ser estrella de un podcast de true crime, viaja a un pueblo remoto, al funeral de Abilene (Lio Tipton), una chica con la que salía eventualmente, y termina investigando su muerte, aparentemente por sobredosis. “No todos los hombres blancos necesitan un podcast”, le dice Eloise (Issa Rae), a quien intenta venderle sus ideas en una fiesta y al final termina siendo su productora.
Ben no viaja a Texas porque le importe la muerte de Abilene. Va porque cree que ahí puede encontrar una historia, en principio sobre esos otros que le resultan casi aliens desde su postura bien pensante, los llamados white trash con armas, botas y teorías conspirativas. Cuando Ty (Boyd Holbrook), el hermano de la chica, le dice que cree que la asesinaron, se queda y accede a ayudar a investigar porque su alma podcastera le indica que puede haber un tema vendedor, “Dead White Girl”.
Entonces la trama, siempre entretenida y repleta de vueltas de tuerca en lo anecdótico del misterio, se sumerge en una crónica sobre el devenir de un país que se mueve hacia las derechas extremas, el terraplanismo, la desinformación general. En medio de la reflexión progresista, el guionista y director sigue nadando y llega hasta el fondo. Porque antes de la moraleja progre, Ben gira el foco para observarse a sí mismo, y por ende también a la porción del mundo de la que se siente parte.
Vengeance pasa a ser una disección de la vida contemporánea, más allá de la posmodernidad angustiosa, que hace foco en el colapso de las sociedades polarizadas como las de Estados Unidos, igual que las de Latinoamérica toda, incluida la Argentina.
Contradictorio y efectivamente, este bajo fondo de análisis siempre sigue teniendo contacto con la superficie del buen suspense. Los diálogos son dardos que siempre aciertan la diana. Los personajes, todos, desde el principal hasta el más pequeño, tienen carnadura, y vale una mención especial a Ashton Kutcher, efectivo y sorprendente en su rol de Sellers, una suerte de gurú country. Vengeance, que se estrenó en 2022 en el Festival de Cine de Tribeca, en la Argentina no pasó por los cines, pero está desde hace un mes disponible en HBO Max (no confundir con mil títulos iguales, en esa plataforma y otras).
Modesto en su realización y propuesta,
Vengeance –producida por el mítico Blumhouse, estudio independiente detrás de pequeñas grandes obras como Paranormal Activity, Insidious, The Purge o Get Out– es una de esas películas a las que se las elogia diciendo que son “chiquitas”. Lo es. Esta venganza es un misterio astuto, en todas sus capas de sentido.