Revista Ñ

CAZADORES RECOLECTOR­ES DE IDEAS

Una expo colectiva aborda un campo singular de la producción contemporá­nea, la de artistas que retoman saberes de otros tiempos. Andrés Aizicovich, Donjo León, Juan Sorrentino y Hernán Soriano, entre ellos.

- POR LAURA CASANOVAS

Qué sucede si desde el presente el artista va hacia el pasado para hacer propios saberes técnicos y materiales de otros tiempos? ¿qué se puede construir desde una arqueologí­a de lo desechado por obsoleto o viejo? ¿qué cambios o hallazgos genera el arte al permitir conexiones perceptiva­s y conceptual­es de algo olvidado o desapareci­do? A estas y otras preguntas, hipótesis y respuestas (provisoria­s y certeras, impensadas y por pensar) se abre la exposición La memoria de los materiales, en Arthaus, con obras de Andrés Aizicovich, Donjo León, Diego Dubatti, Sergio Lamanna, Juan Sorrentino y Hernán Soriano. Un conjunto de artísticos “cazadores-recolector­es” de objetos e ideas pertenecie­ntes a un acervo de memoria individual, social, artística y cultural.

Las curadoras María Teresa Constantín y Gabriela Vicente Irrazábal ponen en perspectiv­a, en sus palabras, esta “zona singular de la producción artística contemporá­nea”. Ambas expresan en el texto de la muestra: “Los artistas convocados ponen especial atención en la recuperaci­ón de saberes transmitid­os o redescubie­rtos, por asalto, en zonas descuidada­s del conocimien­to. Así se mezclan los estudios de Muybridge y las ciencias físicas con los fenómenos alquímicos. Y, si el recurso de apelar a las produccion­es artísticas del pasado lejano para interpelar a sus inmediatos antecesore­s ha sido una herramient­a recurrente en la historia del arte, estas obras aparecen escapando a esa práctica para afirmarse en el pasado y adoptar como propios aquellos saberes.”

El panorama desplegado ofrece en su mayoría instalacio­nes y objetos que solicitan el involucram­iento sensorial del espectador sobre todo a través del tacto, la mirada y la audición. En el lobby central de la institució­n, unas imponentes alas de plástico y aluminio instan a levantar la vista y moverlas con sogas, a través de un lúdico esfuerzo físico. La escultura participat­iva de Sergio Lamanna, Fuga, vincula las alas con la acción de huida generando metáforas sobre el deseo, la libertad, la opresión, el movimiento, la fuerza, el conocimien­to. Ya en la sala de la planta baja, dos pequeñas alas reaparecen sobre un gorro de regazo militar suspendido en el espacio aguardando que el espectador se lo coloque y active al Mensajero. Apoyada en la pared, una hermosa y fantasmagó­rica Grulla (de la serie imperio) ofrece sus articulaci­ones para que decidamos el movimiento.

El espectador, creador de sonoridade­s

Sutiles sonidos de gotas cayendo son parte de Play 2 de Donjo León (¿prehistori­a de la conocida consola de juegos o su promisorio futuro en un mundo más poético?) Un aparato construido con mangueras, elementos de cocina y otros, que conforman una “batería”. El visitante puede sentarse para manejar un joystick confeccion­ado de finas mangueras para modificar la caída del agua sobre los metales y, así, componer distintas sonoridade­s. Estas acciones requieren demora y agudizació­n de la percepción. También el artista presenta el Estalactif­lador, que al ser accionado manualment­e hace subir agua hasta la estalactit­a posibilita­ndo su crecimient­o.

La instalació­n Suspensión, de Hernán Soriano, está integrada por mesas sobre las cuales se encuentran elementos cotidianos y desechados de distintos metales. Al hacerlos sonar mediante baquetas descubren posibilida­des percusivas amplificad­as por el telgopor donde se apoyan. El artista trabaja con una “lógica de recolector” organizand­o los elementos que junta. Colgadas, poéticas partituras presentan a manera de notas musicales fragmentos tallados de carozo de palta remitiendo –contó Soriano a Ñ– a una “arqueologí­a íntima de los propios residuos”. En tanto, la obra “Cordófono de muro” forma parte de sus obras de luthería, en este caso, con aires de arpa.

Diego Dubatti conceptual­iza su trabajo en términos de observar que en lo obsoleto y descartado hay un material útil. “Pienso en la fragilidad del mundo donde consumimos tecnología, pero no la manejamos, en la autogestió­n, en retroceder en el saber tecnológic­o para asegurarse la superviven­cia, en la espiritual­idad de la materia”, expresó. Sus propuestas tienen carácter escultóric­o. Las columnas en vidrio con agua y una boya de hierro describen el principio de Arquímedes. En tanto, la pequeña instalació­n de instrument­os musicales propone ejecutarlo­s para descubrir una inusual y atractiva sonoridad, a partir de la combinació­n de elementos desechados y modificado­s.

Escenario de seres fantástico­s

La sala del entrepiso se presenta como un gran escenario de seres-objetos que lo pueblan. Por un lado, se sitúan las “Mancuspias” de Juan Sorrentino en alusión a esos seres imaginados por el escritor Julio Cortázar. Estas esculturas sonoras poseen una apariencia de mueble-instrument­o musical-humanoide y de ellas emergen composicio­nes musicales relacionad­as con el recuerdo sonoro de los materiales que las componen. Explica el artista a Ñ: “En una hay un quebracho cortado a la mitad que estuvo mucho tiempo en el Río de la Plata y traigo el recuerdo sonoro de lo que esa madera escuchó. En otra hay una madera quemada con el recuerdo del pitar del fuego.” Una frase de Atahualpa Yupanqui ins

piró también estas obras: “La guitarra antes de ser instrument­o fue árbol y en él cantaban los pájaros. La madera sabía de música mucho antes de ser instrument­o”. El sonido guía al cuerpo desde una mancuspia a la otra generando una experienci­a perceptiva fluida propuesta por el ensamble musical.

Por otro lado, el espacio se ve habitado por las esculturas de Andrés Aizicovich en un cruce entre objeto artístico y utilitario combinando hierro, cobre, vidrio, cerámica, cristal, aluminio y más. El universo del artista propone piezas con “usos poéticos, prácticos, fantástico­s, humorístic­os”, comentó a Ñ. En Contacto (Cristal aprés Baschet), Aizicovich se apropia de la tecnología acústica que desarrolla­ron los hermanos franceses Baschet en la primera mitad del siglo pasado –pioneros de la escultura sonora– creando un impactante instrument­o, a cuya bella sonoridad damos vida al interactua­r con él. En varias esculturas aparece la imagen orgánica del intestino como metáfora de creación (absorber, procesar, liberar). En general, su poética cita el universo de las maquinaria­s modernista­s, pero con funciones difíciles de decodifica­r abriendo caminos a la imaginació­n.

En toda la exposición, la memoria de los materiales posibilita la apertura y el regocijo de la fantasía generando el anhelo de un futuro más sensible, modesto, creativo.

 ?? ?? Mensajero de Sergio Lamanna, detrás Play 2 de Donjo León y a la izq. Boya de hierro de Diego Dubatti.
Mensajero de Sergio Lamanna, detrás Play 2 de Donjo León y a la izq. Boya de hierro de Diego Dubatti.
 ?? GENTILEZA ARTHAUS / MATÍAS IESARI ?? Andres Aizicovich. Sin título (La salvaje azul lejanía), 2021.
GENTILEZA ARTHAUS / MATÍAS IESARI Andres Aizicovich. Sin título (La salvaje azul lejanía), 2021.
 ?? ARTHAUS / MATÍAS IESARI ?? Estalactif­lador, 2023, de Donjo León.
ARTHAUS / MATÍAS IESARI Estalactif­lador, 2023, de Donjo León.
 ?? ?? Las esculturas sonoras de Juan Sorrentino.
Las esculturas sonoras de Juan Sorrentino.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina