EL RUIDITO DEL POP CUANDO ESTALLA ANTE LOS OJOS
Su libro Folclore expresivo hace inventario de su estilo hiperrealista. Coincide con la muestra “Revelaciones”, en la galería MC.
Si la carrera, de ya varios años, de Cynthia Cohen, puede resultar un poco secreta para el público, entonces sureciente libro, Folklore expresivo, que es una celebración y un encuentro de formas y colores, lo vamos a pensar como la invitación exclusiva a una fiesta clandestina. Una que de esas que los chicos armaban subrepticiamente en la pandemia para huir del sopor televisivo al que se sometían los mayores y para hacer lo que era urgente y necesario: reencontrarse con los cuerpos.
En medio de la pandemia, cuando tímidamente estábamos saliendo a volver a reunirnos con la vida y la experiencia de lo público, la artista Cynthia Cohen llevó adelante una performance fenomenal (que ya había probado una década antes). Se ubicó en un “puestito” de la feria de arte MAPA de 2022 y ofreció desde un espacio mínimo lo que llamó “Obras desde el pozo”. Entonces, desde un escritorio tomaba un contacto directo con el comprador de arte y lo invitaba a participar del proceso creativo. ¿Qué medidas?¿Qué colores? ¿Qué formas? La artista mostraba un catálogo de su obra anterior como única garantía. Y lo ofrecía en cuotas, con facilidades, y en diálogo.
En otras palabras, Cohen volvía a la práctica más primaria del arte, la del artista y el mecenas que discuten un proceso creativo convertido, con el curso de los años, un tabú. En ese momento de la performance, que además tenía un corolario real (el compromiso de la obra material), se mostraban muchas cosas.
Por un lado aparecía esa obsesión de la burguesía argentina (aunque fue global en ese tiempo) por la propiedad y los bienes raíces. Y las obras desde el “pozo” son también piezas que salen a la luz partiendo de un lugar profundo y oscuro. Pero también, en la performance, se puso en escena el vínculo tenso o amable, a veces hostil, entre la artista y quien finalmente se apropia de la obra. Es decir, Cohen se instalaba en ese espacio liminar entre el arte como creación sublime y el arte “cosificado” como consumo, invitándonos a repensar completamente los vínculos que este habilita. En medio de esa escena de las preguntas a un comprador, también nos preguntamos: ¿qué es una artista? ¿Qué quiere el público? O bien, más incisivamente ¿cómo se desarrolla esa relación de dependencia o enfrentamiento?
Folklore expresivo, este libro, que recorre la obra pictórica de Cynthia Cohen desde 1995 hasta el presente, parece un título raro pero no lo es. Las palabras tiene en sus entrañas el núcleo de lo que hace Cohen; el pop como material fundamental de su trabajo. Pero no solamente el pop en el sentido de lo popular, sino también en el otro, en el sentido de lo que estalla frente a los ojos, lo que brilla y hace “pop” al mirarlo.
También hay otro aspecto en el que la obra de Cohen estalla, y es que se trata de una serie de pinturas que vuelven sobre una de las ambiciones más primarias de la pintura moderna: mostrar su objeto hasta el nivel microscópico del detalle. Su obra tiene eso que John Berger demostró que está en el origen del óleo y de su técnica: el mundo como una serie infinita de “cosas” que pueden mirarse en una cantidad infinita de planos, donde cada aproximación al detalle modifica la perspectiva total de la obra.
Y en esa especie de fiesta de color que son los cuadros, una aspecto fundamental, que ha quedado quizás soslayado por la reflexión del arte en general, es el de la obra como fruto del trabajo. En las pinturas de Cohen se advierte que la obra puede ser más o menos deslumbrante, pero su composición, sin duda, está hecha de las horas pacientes, del sometimiento gris al trabajo, de la obsesión continua por doblegar al material y entender, con humildad, la perspectiva que exige.
El libro cuenta, además, con estudios de algunas de las críticas y autoras más incisivas del arte hoy. El trabajo de Jimena Ferreiro, que puede localizar la trayectoria de artistas argentinos y sus recorridos por escuelas e instituciones como pocas personas que conozcan el campo, y el de Laura Batkis, cuyo trabajo es crítico y testimonial porque reconstruye el camino de la artista, que conoce desde sus inicios, y sus vínculos con el mundo que la rodea. Incluído un texto de de María Gainza que se interna en la relación entre el tiempo y los diamantes, uno de los objetos más explorados por Cohen. Finalmente, el de Laura Isola recorre el universo de sus retratos de animales, su exuberancia, el cambio de escala, como parte de un nuevo pacto entre humanidad y animalidades.
Si hay algo que hace del libro de Cohen una fiesta es que nos muestra algunas cosas “comunes” o triviales del mundo (finalmente no es sino una discípula de Andy Warhol, de Jeff Koons, de Pablo Suárez en Argentina). Una piedra preciosa, un gallo, un insecto, unos chicles, aparecen entonces siempre en una perspectiva anamorfótica (siempre son “demasiado” algo). Como si volvieran al mundo de la infancia, donde cambiar el tamaño de las cosas permite verlas con el asombro de la primera vez y ésto sirviera para jugar; o al de la ciencia, que necesita acercarse desmesuradamente al objeto para comprenderlo. Y su mirada casi siempre observa cosas que ya han sido “estetizadas” por la cultura y, al mostrarlas, las analiza y las cuestiona.
Cuando se haga una colección de las obras que han mostrado cómo fue este tiempo y quiénes desafiaron las instituciones del arte, desde el arte, en las últimas décadas, seguramente estará incluida la obra de Cynthia Cohen.