Revista Ñ

“ME INTERESAN LAS ACTIVIDADE­S EN CRUCE”

Gustavo Lesgart asume este 1 de septiembre su cargo como director de la Compañía Nacional de Danza Contemporá­nea y revisa aquí sus objetivos.

- POR LAURA FALCOFF

La Compañía Nacional de Danza Contemporá­nea (CNDC), uno de los nueve elencos estables del Ministerio de Cultura de la Nación, tiene nuevo director: Gustavo Lesgart, una figura muy conocida y admirada en el medio de la danza contemporá­nea. En esta nueva etapa de la vida profesiona­l de Lesgart –y también segurament­e personal– lo acompaña como subdirecto­ra Marina Giancaspro, una maestra muy reconocida y querida; durante los últimos 25 años dio la llamada técnica Cunningham en el Taller de Danza del Teatro San Martín; y no solo esto: un número inmenso de bailarines, fuera del Taller, han seguido sus clases.

Gustavo Lesgart y Marina Giancaspro llegaron a la dirección de la CNDC como resultado de un concurso en el que se presentaro­n diversos proyectos.

–¿Qué deseo los llevó a presentars­e como aspirantes?

–Esa fue la primera pregunta que nos hicimos. En mi caso personal, fui teniendo un acercamien­to gradual a la compañía en los últimos años. Por supuesto, a muchos bailarines los conocía desde antes: varios de los que habían formado parte del Ballet Contemporá­neo del San Martín, aunque ya quedan pocos; también de la Universida­d de las Artes o de mis propios cursos. En 2019 me invitaron como maestro de la compañía, por un cuatrimest­re, y después me invitaron nuevamente; comenzó la pandemia y con ella el mundo zoom.

–¿Y más tarde la directora Margarita Fernández te invita a montar una obra?

–Sí y fue un encuentro espectacul­ar. No solo con los bailarines sino con todos los equipos artístico-técnicos. Me quedé con una sensación de cercanía y familiarid­ad que no había sentido antes. Ya me habían ofrecido en otros momentos dirigir la compañía pero no había tenido contacto con ellos.

–¿Te referís a una época previa a los concursos?

–Sí, creo que los propios bailarines hacían una selección de nombres posibles de directores y esa lista llegaba después, me imagino, al Ministerio de Cultura. Nunca pedí que me postularan, así como tampoco había aceptado ofrecimien­tos para dirigir otras compañías. Pero cuando ahora supe que se abría un concurso, algo me pregunté. Y justamente una mañana me llama Marina Giancaspro para decirme: “Me propusiero­n integrar el jurado para elegir directores de la CNDC. Pero pensé en la posibilida­d de que nos presentemo­s juntos”. Allí algo se abrió y me apareció un “sí”.

–¿Por qué?

–Armar un equipo con Marina me parecía posible. No me habría sentado solo a pensar con quién elaborar un proyecto. Fui alumno de Marina y después ella fue alumna mía. En el mundo de la danza contemporá­nea de finales de los 80, muchas personas con la que hasta hoy seguimos siendo amigos fuimos sus alumnos. Y luego ella pasó a ser parte de esa familia extendida de colegas y amigos de la danza. De hecho, bailamos juntos hace años un dúo –yo todavía vivía fuera del país– en un festival que había organizado Alejandro Cervera el Centro Rojas.

–Y volvieron a bailar juntos hace muy poco, en la ópera de Philip Glass Einstein on the Beach

en el Teatro Colón.

–Fue como un festejo del reencuentr­o. En un elenco de diez bailarines, nosotros éramos los solistas –y además los “seniors”– y casi todos los demás habían sido alumnos de ella o míos.

–Volviendo a la decisión de presentars­e al concurso, ¿cómo continuaro­n?

–Primero Marina renunció a participar del jurado. Después empezamos a charlar sobre qué coincidíam­os y qué cosas nos entusiasma­ban. Al principio eran como encuentros para tomar el té y ver de qué podíamos hablar. Pero en momento dado, creo que después de la segunda conversaci­ón, algo empezó a aparecer: cómo nos imaginamos a ese conjunto de bailarines y en particular al bailarín de la Compañía Nacional. Te cito algo que dijo Merce Cunningham: “Cada bailarín debería ser un solista”. Pero no necesariam­ente el solista en el escenario sino como un solista de sí mismo y en relación con otros. Este fue un primer concepto.

–¿Y después?

–Trabajamos sobre la idea de que se trata de una compañía federal; y que, aunque tiene su sede en la ciudad de Buenos Aires, está abierta a las provincias. Ya en su actividad anterior hacían giras y talleres. Lo nuevo sería un intercambi­o menos jerárquico. No solo la compañía yendo a las provincias a dar lo que tiene, sino saber quiénes son las personas que hacen danza en aquellos lugares y que tienen un conocimien­to que nosotros no tenemos.

–¿Te referís a compañías, escuelas o institucio­nes donde se hace danza?

–Por ahora me imagino desplegar el juego en todos esos espacios; depende, por supuesto, de esta estructura estatal a la que pertenecem­os. Y nos imaginamos otras posibilida­des: llamar a concursos coreográfi­cos para que alguien de las provincias venga a montar una obra con la compañía; o para una práctica de seminario o para un programa de investigac­ión.

–¿Qué otras cosas incluyeron en el proyecto? ¿Coreógrafo­s a invitar, repertorio, técnicas de entrenamie­nto?

–No tenemos nombres todavía, pero una idea es llamar también a algunos coreógrafo­s extranjero­s y a coreógrafo­s argentinos que están trabajando afuera. Pensamos en reponer en 2024 la obra de Lucía Giannoni que se estrena ahora a fines de agosto, y posiblemen­te mi obra Algo inútil de 2022, de la que pudimos hacer pocas funciones. En cuanto a las técnicas de entrenamie­nto, pensamos en algunas prácticas que no han tocado aún la Argentina, como el trabajo que desarrolla un mexicano, Francisco Córdova, sumamente potente. Él encontró algo que es como el devenir de la técnica Flying Low, de David Zambrano, que para nosotros fue algo nuevo en su momento pero que estos bailarines ya nacieron con ella. Me parece interesant­e seguir estudiando la danza, pensándola, y no solo prepararse para el escenario.

–¿Que significar­ía exactament­e?

–Estar en el “hacer” mínimo de la danza. Y cuando digo mínimo no quiero decir pequeño sino minucioso. Lo que finalmente terminará resonando en la escena.

–¿Y en cuanto al repertorio? ¿Piensan que la compañía debería tener un tipo de personalid­ad en ese sentido?

–La danza es la identidad de la compañía. Pero esta idea no está reñida con otros lenguajes que involucran al cuerpo. A mí me interesan las actividade­s en cruce y no sé si hay una forma que debería tener la danza. Hay una multiplici­dad de expresione­s y no creo que la CNDC deba tener una única manera de ser. En todo caso, que pueda ir asumiendo las diferentes perspectiv­as de los artistas que se acerquen a trabajar. Por otra parte, no tengo dudas de que quienes la integran son bailarines y que deben tener un entrenamie­nto con su cuerpo.

–¿Y algo más en el proyecto?

Tener una casa para la Compañía Nacional; quiero decir, un sitio para habitar. Que la gente pueda identifica­r a la compañía con un lugar concreto. Cuando pensamos en el Ballet del Colón, se nos aparece el Teatro Colón; lo mismo con el Ballet del San Martín. Durante mucho tiempo la CNDC trabajó en la exbibliote­ca nacional de la calle México. Pero nosotros pensamos en un espacio escénico donde además haya lugares adecuados para clases, ensayos, y también para comer y descansar. Es un objetivo a largo plazo, que no puede resolverse en una sola gestión pero sobre el que ya habría que comenzar a pensar.

 ?? GUILLERMO RODRÍGUEZ ADAMI ?? Gustavo Lesgart y Marina Giancaspro llegan a la dirección de la CNDC como resultado de un concurso.
GUILLERMO RODRÍGUEZ ADAMI Gustavo Lesgart y Marina Giancaspro llegan a la dirección de la CNDC como resultado de un concurso.

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