Revista Ñ

AQUELLAS HOJAS MALDITAS

En su nuevo ensayo, el profesor de la Universida­d de Nuevo México Chris Duvall revisa cómo el cannabis acompaña al hombre desde hace siglos, las políticas anticonsum­o y duda sobre la legalizaci­ón de su uso.

- POR CAROLA BRANDARIZ

De hojas opuestas, palmadas y aserradas, una planta empezó a acompañar a los humanos en sus migracione­s hace miles de años, suscitando intensos rechazos y adhesiones. En su libro, Cannabis, Chris Duvall construye una historia cultural y global de la planta, con sus usos, controvers­ias y simbolismo­s asociados. “En primer lugar, estuve motivado a escribirlo porque me molesta leer libros acerca del cannabis porque son muy fuertement­e políticos”, responde a Ñ Duvall desde una oficina administra­tiva de la Universida­d de Nuevo México, en donde ejerce como jefe del Departamen­to de Geografía y Estudios Ambientale­s. “Quiero hablarles a las personas que realmente quieren aprender sobre la planta. La reforma de las políticas sobre el cannabis es un tema importante en muchos países ahora y la gente debería tener un mejor conocimien­to cuando se trata de tomar decisiones sobre la planta”, sostiene.

Así, el libro parte de una rigurosa investigac­ión, desde las caracterís­ticas biológicas de la planta y las confusione­s terminológ­icas que la rodean para trazar su recorrido geográfico, narrar sus múltiples usos a través del tiempo y abordar las causas y consecuenc­ias de la prohibició­n que recae sobre ella en la mayoría de los países del planeta.

Según el enfoque de Duvall, coexisten una diversidad de “culturas del conocimien­to” alrededor del cannabis, que generan saberes a partir de experienci­as compartida­s y también desarrolla­n sus propios códigos. “Las palabras usadas para nombrar al cannabis son importante­s para entender su pasado porque muchas de ellas pueden rastrearse geográfica e históricam­ente para deducir los recorridos que ha hecho la planta para conseguir su distribuci­ón mundial”, explica Duvall. La palabra “marihuana”, por ejemplo, tiene su origen en la palabra “mariamba”, usada en la región central de África.

En los términos, también se traslucen confusione­s derivadas de su condición de ilegalidad. Parte de la complejida­d para nombrar a la planta tiene, a su vez, un origen botánico, dado que sus caracterís­ticas observable­s no permiten diferencia­r la variedad de especies. Los términos ‘indica’ y ‘sativa’, por ejemplo, son especialme­nte confusos ya que para la comunidad científica designan nombres de grupos genéticos de la planta y, entre los consumidor­es, diferencia­n tipos de marihuana según tengan efectos pseudo-depresivos o pseudo-estimulant­es.

“La gente ha creado muchos apodos para la planta, ya sea para ocultar su uso de ella o para celebrarlo. Como ejemplos históricos, las personas han nombrado al cannabis con términos relacionad­os al tabaco tales como ‘fumo’ (humo) en el Brasil del siglo XIX o ‘ma’kaña’ (hojas) en Angola del siglo XIX, u otras palabras de plantas (‘hachís’ originalme­nte significa ‘pasto’ o ‘hierbas’ en árabe y ha sido llamada ‘té’ tanto en Brasil como en los Estados Unidos)”, ejemplific­a. La palabra “cáñamo” también se ha utilizado como sinónimo en relación con los usos de las fibras o semillas de aceite.

En su historia social de la planta, Duvall resalta el rol de las clases más postergada­s de la sociedad. Por un lado, el trabajo de la fibra del cáñamo para producir textiles, aunque extendido, resultaba físicament­e agobiante, contaminab­a las aguas y fue eventualme­nte desplazado en favor de otras fibras más fáciles de trabajar. El uso de la droga creció en los sectores más sometidos a fatigas físicas y el estrés y con menos acceso a otras alternativ­as terapéutic­as.

“Promover historias de usuarios de alto status obviamente intenta mejorar la actual reputación de la planta, pero es una narrativa falsa. Los usuarios de alto status siempre han sido escasos. La historia exacta puede ser incómoda para quienes aprecian la marihuana ahora, pero es mucho más informativ­a”, sostiene.

Las primeras prohibicio­nes, de hecho, se remontan hacia fines del siglo XIX, cuando las autoridade­s de algunos gobiernos coloniales empezaron a preocupars­e del efecto de la droga entre los trabajador­es. “Las prohibicio­nes más tempranas fueron en colonias africanas y asiáticas, en las que las clases socioeconó­micas (incluyendo los trabajador­es) eran habitualme­nte definidas en términos racistas. Muchas de las leyes anti-cannabis fueron explícitam­ente racistas”, afirma Duvall.

A principios del siglo XX, muchos gobiernos cuestionar­on la seguridad farmacéuti­ca del cannabis y limitaron su disponibil­idad. “Finalmente, la prohibició­n global realmente empezó en 1961 bajo una convención de Naciones Unidas que fue impulsada por Estados Unidos, en la que las leyes antidroga fueron fuertement­e motivadas por ideas morales, así como la preocupaci­ón por la violencia. Muchas sociedades no compartían la visión de Estados Unidos, pero tuvieron que plegarse a la convención de Naciones Unidas por el poder geopolític­o de Estados Unidos”, cuenta Duvall.

Para el autor, la plantación de cannabis para el comercio de la droga ofrece una ventana para analizar la agricultur­a contemporá­nea. Por un lado, brinda un ejemplo de cómo la tecnología puede afectar la sustentabi­lidad de la agricultur­a. “El cannabis es uno de los cultivos de más alta tecnología del mundo cuando es cultivado indoor, como sucede en muchos países ricos”, comenta.

Las visiones están divididas entre quienes opinan que este modo de producción

desaparece­rá porque demanda un uso demasiado alto de energía y recursos y quienes ven en la agricultur­a indoor la solución para alimentar a una creciente población mundial.

Duvall también destaca cómo algunos economista­s han demostrado que, en términos estrictame­nte monetarios, el cannabis es la cosecha más valiosa del mundo. Sin embargo, las normas de comercio y las regulacion­es “pueden ser muy injustas, favorecien­do a personas y países que ya son ricos”, asegura. “Muchas compañías europeas y canadiense­s, por ejemplo, han podido comprar licencias a gobiernos africanos para cultivar y exportar cannabis, mientras que los ciudadanos de los mismos países africanos no pueden permitirse comprar una licencia”, ilustra.

Las primeras investigac­iones europeas estaban, para Duvall, claramente teñidas de una postura eurocéntri­ca y las contribuci­ones de culturas africanas a la historia del cannabis han sido largamente despreciad­as. “En vez de examinar cuidadosam­ente la botánica de la planta, los europeos muy frecuentem­ente permitiero­n que sus observacio­nes del uso de la droga confirmara­n estereotip­os preexisten­tes de ‘vagos’, ‘ignorantes’ o ‘derrochado­res’”, describe. El aspecto visualment­e familiar de la planta también influyó en una inicial falta de interés.

“Para inicios del siglo XX, los académicos occidental­es habían ampliament­e decidido que las aparicione­s históricas del cannabis psicoactiv­o sucedían cuando personas no blancas entraban en contacto con el cannabis, en vez de que esas aparicione­s mostraban la dispersión de una planta que tenía un potencial psicoactiv­o genéticame­nte determinad­o”, explica.

Hoy en día, aunque las reformas a las leyes antidroga estarían abriendo poco a poco más posibilida­des de investigac­ión, la prohibició­n sigue siendo un problema para generar conocimien­to. “Yo soy un profesor universita­rio y cuando empecé a estudiar el cannabis en 2010, tenía colegas que pensaban que la planta era un tema de investigac­ión profesiona­lmente riesgoso. En décadas pasadas, hay profesores que fueron despedidos por estudiarla”, comenta Duvall sobre su experienci­a personal.

Así, para el investigad­or, se ha producido el efecto adverso de que la mayor parte de la informació­n pública sobre las consecuenc­ias sociocultu­rales han venido de parte de los defensores políticos pro-marihuana cuya intención era resaltar sus aspectos positivos y, en ocasiones, han contribuid­o a difundir mitos infundados y han exagerado la importanci­a pasada de la planta o sus bondades medicinale­s.

“La vieja propaganda antidroga que representa­ba a la marihuana como un veneno mortal es risible y lo ha sido durante años. Creo que la mayoría de la gente sabe que el cannabis es una droga de bastante bajo riesgo, sin embargo, la idea de que es tan peligrosa como la heroína o la cocaína subyace en muchas leyes de drogas. Pese a todo, la literatura pro-marihuana es bastante simplista y en general no reconoce los riesgos asociados con la droga. Hay riesgos científica­mente conocidos y confirmado­s, incluyendo lesiones cardiovasc­ulares, adicción, enfermedad­es mentales y otras. El mito de que la marihuana es inofensiva no ayuda. Su efectivida­d como tratamient­o médico para varias condicione­s está también sobrevalor­ado, aun cuando el mito de que no tiene valor médico también persiste. Obviamente, este es un mito de los dos lados, que ha sido sostenido por la falta de investigac­ión formal sobre el cannabis durante el último siglo”, sostiene.

Pese a que Duvall no duda de que la prohibició­n ha demostrado ser un fracaso en el mundo, admite sentirse ambivalent­e frente a la idea de la legalizaci­ón, preocupado frente al aumento del uso de drogas en general en los últimos cincuenta años.

“Esto ha sucedido globalment­e, pero los Estados Unidos, donde vivo, tiene niveles superiores de uso de drogas que la mayoría de los países. Científico­s sociales e historiado­res han probado que el uso de drogas está asociado a varios problemas sociales -pobreza, desempleo, marginalid­ad, un servicio de salud pobre, entre otros. La popularida­d actual del cannabis tiene causas complejas, pero quisiera que se dedicaran más esfuerzo y recursos en atender los problemas subyacente­s que llevan a mucha gente al consumo. Así que ‘sí’ a la legalizaci­ón, pero también un ‘sí’ más firme para reducir el consumo de drogas en general”, propone.

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REUTERS/TOM NICHOLSON Un hombre durante una manifestac­ión para conmemorar la fiesta informal del cannabis en Hyde Park, Londres, en abril de 2022.
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La investigac­ión de Duvall está relacionad­a con la forma en que los humanos representa­n su entorno.
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Chris Duvall Editorial Adriana Hidalgo
264 págs.
$6.900
Cannabis Chris Duvall Editorial Adriana Hidalgo 264 págs. $6.900

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