Contra el tecnomundo
Lectura. Se editan artículos del pensador anarquista estadounidense John Zernan, crítico de la civilización del exceso tecnológico.
La tierra se cubre de cúpulas de cristal; los cielos son recorridos por automóviles voladores; los robots conviven con los humanos, en días y noches de lluvias o estrellas. Muchos celebran la alta tecnología, otros la cuestionan. Esto último es el caso de John Zernan, pensador anarquista norteamericano nacido en 1943. Crítico de la civilización del exceso tecnológico y defensor de formas de vida más comunitarias y primitivas. Ese pensamiento es el que abre sus brazos en el libro Correr sobre el vacío. La patología de la civilización, una compilación de artículos y ensayos, publicado recientemente por editorial Walden, con traducción de Laura García.
Zernan profesa el neoludismo, una férrea actitud antitecnología; es partícipe del movimiento antiglobalización, y de un activismo sindical y ecológico. En 1995, el New York Times le realizó una entrevista a página completa. En la Universidad de San Francisco obtuvo un máster en historia. Su posición filosófica se asimila al anarco primitivismo. Sus libros más conocidos, en inglés, y entre otros, son Running on Emptiness (Corriendo en el Vacío. 2002) o Against Civilization: Readings and Reflections (Contra la Civilización: Lecturas y Reflexiones. 2005); aquí, Zernan incluyó el texto Excursion (1863) de Henry David Thoreau, uno de los inspiradores de la postura anarco primitivista.
El anarco primitivismo rechaza la sociedad industrial y la tecnología a gran escala, y la alienación producida por el consumismo y la separación respecto a la naturaleza. Brega así por la reducción de la alta tecnología junto al retorno a formas de organización en apariencia no “civilizadas”, como el modo de vida de los cazadores-recolectores prehistóricos, como modelo de una sociedad libre, que recupera una existencial natural.
En su conferencia contra la tecnología, en el libro reseñado, Zernan afirma que “la tecnología dice ampliar nuestros sentidos, pero esta extensión termina debilitándolos y atrofiándolos, al contrario de lo que promete”. El anarco primitivista recela de toda forma de distanciamiento respecto a nuestro entorno real, sensorial y diverso. Esta relación depende del afinamiento de los sentidos naturales del cuerpo humano, y no de anexos o prótesis tecnológicas.
Para explicar la separación de la naturaleza, Zernan recurre a la crítica de la cultura simbólica, del lenguaje que sustituye las cosas por las palabras; o alude a la abstracción matemática que aleja de la percepción sensorial directa de las cosas. Nombrar o contar son “aspectos el distanciamiento que produce el lenguaje”.
Zernan manifiesta su desacuerdo con el “anarquista posmoderno” Hakin Bay, y su Zona temporalmente autónoma, como espacios temporales que escapan al control social; reconoce cualidades críticas en Chomsky, pero asegura que no le dio a “su pensamiento una orientación liberadora”; embiste contra Marvin Minsky, uno de los padres de la inteligencia artificial, por su tratamiento acrítico de la alta tecnología; repudia a Star Treck “y su intensificación de la tecnología como modo de vida”; y rechaza lo que entiende como tergiversaciones en la interpretación de la crítica a la sociedad industrial de Theodore Kaczynski, conocido como Unabomber, el terrorista, matemático, filósofo y neoludita estadounidense que enviaba cartas bomba.
La corriente posmoderna también allana el camino al futuro cyborg, mitad humano, mitad máquina, del Manifiesto para cyborgs de Donna Haraway, y su aceptación del imperativo tecnológico. Para Zernan, la dinámica civilizatoria actual confirma el distanciamiento del mundo natural, de la vida más sensorial e intensa, y de lo más específicamente humano.
La filosofía de Zernan puede ser celebrada, o criticada por su radicalidad. Pero es innegable su coraje crítico para blandir espadas contra el tecnomundo contemporáneo.