Revista Ñ

La copa del mundo vivida a lo lejos

Andrés Burgo. El cronista retrata en su libro la pasión por el campeonato y analiza el fenómeno descomunal de 5 millones de personas en las calles.

- POR PABLO DÍAZ MARENGHI

“Si el fútbol siempre exagera la vida y los Mundiales exageran el fútbol, Qatar 2022 exageró la vida y el fútbol”, escribe el periodista Andrés Burgo en Nuestro Mundial (Aguilar). Este libro es una “crónica callejera” de cómo se vivió la consagraci­ón de la “Scaloneta” a la distancia, desde los espacios públicos y los televisore­s de cientos de miles de argentinos. Como diciembre, tan asociado con las tragedias y las crisis, se resignific­ó al calor de la tercera estrella bordada en el pabellón futbolero celeste y blanco.

Burgo es autor de otros siete libros sobre la pelota. Entre ellos, la crónica del Argentina-Inglaterra de México 86 (El partido, 2016), la histórica final de Copa Libertador­es entre River y Boca en Madrid

(La final de nuestras vidas, 2018) y el fatídico Mundial de 1994 en donde a Diego Armando Maradona “le cortaron las piernas” (El último Maradona, 2014, en coautoría con Alejandro Wall). En diálogo con

Ñ, cuenta que esta obra surgió “porque había una historia para contar, la de quienes nos quedamos acá”.

–El libro incluye cuestiones muy personales. ¿Por qué decidiste darle esa impronta?

–El fútbol, en sí, es la excusa. Los clubes, los colores, los ídolos, los triunfos, los resultados y los títulos no son más que los pretextos. Es una herramient­a para relacionar­nos, un generador de vínculos sociales y un puente familiar: un lugar para redimir abrazos difíciles. Los triunfos y los títulos multiplica­n esa energía positiva pero la historia de fondo es otra. Incluso a veces las derrotas son las que fortalecen las relaciones.

–Escribís una crónica del Mundial pero desde la Argentina. ¿Cómo abordaste ese distanciam­iento?

–Es un libro de fútbol, sí, porque los hinchas son parte del fútbol, pero no es un libro del juego en sí. El día del regreso de los campeones desde Qatar hubo cinco millones de personas en las calles, y yo fui uno de ellos: traté de entender ese fenómeno social, por qué estábamos ahí no solo los futboleros sino también quienes ven al fútbol con distancia y que durante el Mundial estaban fuera de sí, enajenados. Semejante movilizaci­ón no había pasado en la historia de Argentina. Lo consiguió el fútbol, claro.

–En una entrevista decís que “los mundiales sólo con hinchadas europeas serían aburridos” y hablás del valor de los hinchas argentinos, ganadores del Premio The Best). ¿Cómo los caracteriz­ás?

–Vivimos en un lugar del mundo en el que el viento sopla en contra. Pero además, en la Argentina, el fútbol es un triunfo posible, uno de los pocos triunfos posibles, si se quiere. Viajé a tres mundiales (Alemania, Brasil, Rusia) y los protagonis­tas fueron los hinchas latinoamer­icanos. Esa fiesta en la calle no suele trasladars­e a los campos de juego: los europeos venían de ganar los últimos mundiales. Y aún así, la fiesta en la calle sigue siendo nuestra. En Qatar se unieron los dos triunfos, el de adentro y el de afuera.

–En el libro mencionás que Messi encarnó a todos los Diegos. ¿Cómo analizás hoy el vínculo Maradona-Messi?

–Nunca serán iguales en tanto nadie es igual a otro, ni siquiera los genios. Pero, visto con ojos argentinos, a Messi le habría quedado una deuda pendiente si no ganaba un mundial, en especial para una generación, la que vio México 86 e Italia 90. El fútbol es tan potente también porque nos lleva a la infancia: los mayores cuestionad­ores de Messi en verdad defienden a su juventud, o sea a Maradona. Y en el medio caía Messi, injustamen­te. Nadie lo decía abiertamen­te pero, en la final, Messi jugó contra tres rivales: Francia, Mbappé y el propio Diego. Es posible que Messi haya sido mejor futbolista que Maradona, no lo sé, pero en definitiva ya es una discusión menor. Por suerte quedaron atrás sus enemigos con el odio fácil en las redes sociales.

–En un capítulo analizás los cuestionam­ientos de Occidente hacia Qatar vinculados a sus políticas de derechos humanos. Señalás que “el fútbol es un lugar ideal para indignarse selectivam­ente”. ¿Podrías ampliar esta idea?

–Europa se quejó de Qatar durante el Mundial, pero Qatar ya estaba en Europa hace rato: el propio Messi jugó para un club qatarí como el PSG. Emiratos Árabes y Arabia Saudita, con la misma falta de empatía hacia los derechos LGTBIQ, tienen equipos en Inglaterra. Pero además el fútbol es tan, o más, homófobo que Qatar y esos países.

–¿Cuál te parece el principal valor de esta Selección Argentina campeona del Mundo?

–En este Mundial hubo una explosión por diferentes motivos: obviamente alguien como Messi, encima ya completame­nte inspirador y líder en su última oportunida­d para levantar la Copa, más una selección que generó piel y química (tal vez algunas anteriores no lo habían hecho), más una generación de jóvenes que quería terminar con la malaria (ya habían pasado 36 años del último Mundial), una época en la que niños y mujeres al fin forman parte del fútbol (todavía machista, pero menos que antes), más las redes sociales (la alegría se iba contagiand­o por festejos como el “abuela la la la”) y, también, por la época de año: para nosotros fue un Mundial con calor, algo irrepetibl­e.

–¿Cuál te parece el principal valor de este libro como “crónica callejera de la copa”?

–Es un diario del mes en que la Argentina fue feliz como nunca y encima en diciembre, con todo lo simbólico que implica ese mes para nuestro país: pasó desapercib­ido pero el día de los 5 millones en las calles de Buenos Aires fue un 20 de diciembre. También intenta ser una ayuda memoria sobre papel, una recopilaci­ón de esas decenas de virales que nos divertían y nos devolviero­n el orgullo de ser argentinos. No son tiempos fáciles para mucha gente y el fútbol realizó su gran aporte: hacer feliz a la gente.

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Andrés Burgo es autor de otros siete libros sobre el fútbol y sus problemáti­cas.
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192 págs.
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Nuestro Mundial Andrés Burgo Aguilar 192 págs. $4.999

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