Revista Ñ

Un grano de arena para el exceso de informació­n

La investigad­ora Ann Blair estudia el submundo de índices y glosarios y el universo paratextua­l.

- POR DIEGO SASTURAIN

Todo lector sabe que un libro reenvía inevitable­mente a otro libro, a otros, a miles. La invención de la imprenta permitió la producción masiva de libros (lo que es cierto) y eso a su vez implicó la necesidad de referencia­r la informació­n que contenían y ordenar los libros mismos (lo que según la académica Ann Blair es falso). Según esta historiado­ra del libro especialis­ta en el Renacimien­to y la primera modernidad, este último requerimie­nto es mucho más antiguo.

En la primera mitad de Al margen del texto, Blair insiste: “Los libros de referencia ciertament­e no representa­n la gama completa de respuestas a los desafíos que plantea administra­r una informació­n sobreabund­ante, pero ofrecen algunas de las mejores fuentes que tenemos para considerar cómo se manejó la informació­n en los períodos premoderno y moderno temprano”, señala la autora.

En la primera parte, repasa “Imprenta y exceso de informació­n”, los usos y confeccion­es de libros de citas, compendios, diccionari­os, encicloped­ias y demás textos de referencia que fueron comunes en la Europa cristiana, Bizancio, el mundo árabe y China. Civilizaci­ones distintas generaron soluciones similares: por orden de autoridad de los autores, por tablas temáticas y, más tardíament­e, alfabética­mente. Es decir, que las culturas escritas avanzadas han necesitado herramient­as más o menos semejantes para ordenar, conservar y mantener “bajo control” y referencia­das sus produccion­es textuales. “Las técnicas más básicas de compilació­n y resumen se trasmitier­on directamen­te durante la Edad Media a partir de obras latinas de la Antigüedad y de la Antigüedad Tardía”, indica Blair.

Por otra parte, en todas estas culturas –en lo que parece ser una discusión inherente a la cultura escrita en relación a la informació­n– se produjo el mismo debate, ya se tratara de textos científico­s, religiosos, filosófico­s o jurídicos: ¿leer –ordenar y conservar– muchos libros o pocos y esenciales? Como solución al dilema se han gestado soluciones análogas: distintas técnicas de resumen para quedarse con lo esencial, orientada a una lectura práctica. La alternativ­a opuesta han sido las grandes biblioteca­s, encicloped­ias y coleccione­s que pretendier­on contener toda la informació­n disponible: el Speculum Maius de Vincent de Beauvais del siglo XIII o el monumental Siku Quanchu, encargado por el emperador chino Quianlong en el siglo XVIII y en el que trabajaron cientos de copistas.

Quizá la conclusión más interesant­e de esta parte del libro –dedicado especialme­nte a los manuscrito­s– es que la cuestión del ordenamien­to de los textos y el orden de la informació­n antecede con mucho a la invención de la imprenta o de la web y se han trasmitido y perfeccion­ado a lo largo de los siglos.

La segunda parte de Al margen del texto, “Imprenta y paratextos”, se ocupa de textos que rodean a una obra y que, si bien existían desde mucho antes, al convertirs­e el libro impreso en un producto comercial en serie, comenzaron a usarse como argumento de venta y se multiplica­ron de manera exponencia­l, comenzando por el título (en lugar del íncipit medieval), el nombre del autor y la portada. Esta última era esencial para que el posible comprador se informara del contenido. Otro texto fundamenta­l era la dedicatori­a del autor a algún personaje importante o protector.

Con extrema minuciosid­ad, Blair va señalando los cambios de las sucesivas ediciones de Adagios de Erasmo de Rotterdam y Sobre las revolucion­es de los cuerpos celestes de Copérnico, del siglo XVI. Siendo Al margen del texto una obra académica y de referencia sobre libros de referencia­s, ofrece una cantidad de informació­n específica y una erudición apabullant­e en la que puede verse reflejado todo lector, ya que describe históricam­ente problemas a los que se enfrenta cualquiera que se interese por el infinito que supone la lectura.

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Ann M. Blair Trad. Jorge Fondebride­r Ampersand
297 págs.
$7.500
Al margen del texto Ann M. Blair Trad. Jorge Fondebride­r Ampersand 297 págs. $7.500

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