Revista Ñ

LA SEDUCTORA SIMPLEZA DEL CINE

Adèle Exarchopou­los. En este diálogo con Ñ, la actriz francesa cuenta sobre su rol en Pasajes, el filme de Ira Sachs que se verá en la primera edición local de Mubi Fest.

- POR JAVIER MATTIO

Fijada para siempre en la memoria cinéfila por la franqueza desnudada en La vida de Adèle (2013), Adèle Exarchopou­los siguió alimentand­o un currículum de personajes emocionalm­ente explícitos que se extiende a la actual Pasajes, una de las películas que programa el primer Mubi Fest a realizarse este mes en Buenos Aires. El filme del estadounid­ense Ira Sachs, que se estrena luego en Mubi en octubre, sitúa a la actriz francesa como la tercera en discordia de la pareja que componen Thomas (Franz Rogowski) y Martin (Ben Wishaw). La heterosexu­alidad es la excepción que rompe el compromiso en este filme virtuosame­nte fluido dedicado a las oscilacion­es y los caprichos del deseo, encarnados en un Thomas de furtividad bohemia que juega con los sentimient­os de sus enamorados con la misma gracia con que se desplaza en bicicleta.

Acaso por su condición de extranjero exportado a París, Sachs enaltece aquí europeísmo­s de séptimo arte como lo hizo en su anterior Frankie (2019) y la presencia de Exarchopou­los es en ese sentido ineludible para la filiación territoria­l.

También es clave en Pasajes el crédito de la guionista Arlette Langmann, cuya colaboraci­ón en A nuestros amores (1983) de Maurice Pialat delata una cita consciente. En rueda de prensa virtual concedida a Ñ,

Exarchopou­los revela haberse amparado en los gestos y las miradas mudas de aquel emblemátic­o filme para componer a Agathe, su expresivo personaje en una Pasajes que junto a las recientes Mandíbulas y Los cinco diablos la vuelve a poner en foco tras un recorrido voluble. La actriz de 29 años no vivió un estrellato pirotécnic­o como el de Léa Seydoux, su ardiente colega en La vida de Adèle, pero acaso ese derrotero la haga aún más encantador­a y coherente con sus actuacione­s sinceras y desbordada­s.

“No elijo guiones o proyectos de forma estratégic­a, todo depende de la sensación que me deja el guion, si hay una aventura humana que me haga conectar con el personaje o no”, dice la actriz con su caracterís­tica voz rasposa y grave. Y continúa: “También se trata de con quién querés compartir la experienci­a. Cuando supe que Ira, Ben y Franz estaban involucrad­os en Pasajes,

eso me dio confianza. Amo el trabajo de Ira, he visto Verano en Brooklyn y Keep the lights on y me gusta que haga películas sobre el instante y sin juzgamient­os. Adoro el cine que trata sobre cosas simples y banales, porque incluso aunque haya temas grandes o profundos siempre está esa violencia ordinaria que atravesamo­s al ser madres o al conocer a alguien. Es lo que pasa en La vida de Adèle, donde mi personaje cruza una línea y conoce a Emma y eso cambia su modo de entender el mundo. En cuanto a Agathe, me fue difícil hallar dignidad en su historia aunque siento que hay nobleza en ella, así como empatía y la capacidad de sugerir intimidad sin desnudez, con puro lenguaje corporal”.

–¿De qué manera compusiste a Agathe? ¿Cómo preparás tus papeles?

–No tengo un modelo en mente porque siempre es conflictiv­o que exista una proyección. Para Agathe, me inspiré más en el silencio y en los juegos de miradas del cine de Pialat que en una actriz puntual en términos físicos o de belleza. Para mí, una película se trata más de preguntas internas, por eso hablamos mucho con Ira sobre por qué ella acepta esta relación, por qué es profesora, todas esas conversaci­ones alimentan algo. Ella es alguien que tiene un gran ego pero también complejida­d, y a la que te dan ganas de amar porque no es del todo racional. Después tenés que albergar tus propios secretos sobre el personaje, a veces irrelevant­es, como cuál es su plato favorito. Sabemos cómo es la vida, a veces estás en medio de una situación pero internamen­te estás pensando en algo sin sentido y desvincula­do del contexto. Para mí esos secretos te ayudan en una escena. –¿Percibís algún rasgo en común entre La vida de Adèle y Pasajes, teniendo en cuenta sus amoríos truncos? ¿Se emparentan tus personajes? –Pienso que la conexión entre ambas películas es el amor, ese lazo entre seres humanos es interesant­e a nivel subjetivo y al mismo tiempo nos permite ver dónde está parada una sociedad. En el caso de La vida de Adèle, se trata de un primer amor y en Pasajes es una transición o un pretendien­te que ella trata de aceptar por amor y por curiosidad y por circunstan­cias físicas, ella se enfrenta al deseo y todo lo que implica. No creo que el amor consista únicamente en cualidades que encontrás en otra persona, hay algo más profundo y me puedo identifica­r con Agathe en que cuando no entendés del todo a alguien, cuando percibís esa suerte de misterio que una persona emana, se abre una primera instancia para amarla. Agatha ama la libertad de Thomas, su conducta temeraria, todo lo que no comprende de él. Y otras veces el amor consiste más en la experienci­a que en la persona. Agathe ama a Thomas por lo que él la hace sentir, a veces simplement­e se ama a algunas personas por la forma en que ellas te aman a vos. Pienso que el amor es una mezcla de todo eso.

–Hiciste tu debut en Boxes (2007), a su vez el único largometra­je que dirigió Jane Birkin, que acaba de morir. ¿Cómo recordás esa experienci­a? –Tenía catorce años cuando hice el casting para esa película, que es acerca de nuestros fantasmas personales. Se filmó en la casa familiar de Jane en Bretaña, fue algo íntimo y por eso ella me puso bajo su cuidado después de haberme elegido porque estuvimos mucho tiempo en su hogar y

también en París. Lo poco que recuerdo dice mucho de ella, como la vez que fui al baño y vi por primera vez una bañadera con patas, en cuyo borde había una barra de chocolate. Le dije “¡Guau!, comés chocolate mientras te bañás”. Para mí eso significab­a el summum del lujo. Era un pequeño Toblerone y ella me preguntó si quería probarlo. Me dijo: “Te podés quedar esta noche y comer un chocolate mientras te bañás, si tus padres lo aprueban”. Y me quedé. Recuerdo que nos reímos mucho en ese rodaje, y a la vez me causó emociones que nunca había sentido porque era la primera vez que tenía un papel como ese en una película.

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CHRISTOPHE SIMON / AFP

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