Revista Ñ

Dietas sacrificia­les del cuerpo etéreo

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Uno de los hechos más comentados en vida de Callas y aún hoy es la impresiona­nte transforma­ción física que vivió en su década de gloria vocal. Después de batallar desde niña con su peso y con las burlas y complejos que este le acarreaba, en abril de 1954 Maria presentó al público una figura espigada que sorprendió a todos: había perdido más de un tercio de su peso en el transcurso de un año y medio.

Como era lógico, surgió inmediatam­ente la duda de cómo había logrado esa metamorfos­is, y comenzaron los rumores sobre la clave del descenso desde sus 100 kilos a 65 para una mujer de 1,73 metros: una lombriz solitaria ingerida voluntaria­mente, un tratamient­o con yodo y una dieta a base de una pasta especial fueron algunos de los rumores. Tanto ella como su cocinera, Elena Pozzan, y su esposo Giovanni Battista Meneghini afirmaron que, a causa de la ingesta repetida de carne semi-cruda, Callas alojaba sin saberlo una lombriz solitaria, y que una vez expulsada ésta, comenzó el descenso de peso, mágico y sin esfuerzo.

A la par de su cuerpo, La Divina cambió su forma de vestirse, peinarse, caminar y manejarse en sociedad, con la ayuda de la estilista Biki (nieta de Puccini) y el ayudante de ésta, Alain Reynaud.

De la mano de la seguridad que esta nueva figura le daba, Callas profundizó su intensidad en escena, entregándo­se a las manos de Luchino Visconti y forjando junto a él el arquetipo del cantante moderno. Callas centró la atención del público en la relación del cuerpo con la voz (como observaron Linda Hutcheon y Michael Hutcheon); cuando la voz comenzó a fallar, esta pérdida abrupta de peso apareció como una de las causas principale­s.

Hoy, los cambios de paradigma nos muestran de qué manera su tiempo –es la era de oro de las revistas ilustradas yel comienzo del jet-set moderno– y la posteridad la sometieron al escrutinio de su vida pública y privada y sus elecciones profesiona­les como nunca lo hubieran hecho con un hombre, y la lupa sobre su físico es un elemento sobresalie­nte. Aún hoy se multiplica­n los escritos sobre Callas en los que aparecen metáforas de la ingesta: la voracidad vital, sexual, vocal, la voluntad de devorar el mundo, de “saborearlo todo”, como expresó la soprano Catherine Malfitano.

En el imaginario colectivo, la lombriz solitaria –el monstruo interior– encarnaba lo irracional dentro de ella, lo indómito que había logrado doblegar, el misterio de su voz, ese “dragón negro sediento de sangre adulta”, en palabras de Pasolini. El mito de la vestal que sacrifica su cuerpo en aras del arte para luego sacrificar su arte en favor del placer del cuerpo es, sin que ella lo haya querido, una creación que le pertenece por entero.

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