Revista Ñ

“Sábado, polvo y desastre”

Álbum. El artista platense Juan Irio continúa su mutación pop. En lo que va del año ya editó dos álbumes, que pueden apreciarse como un díptico.

- POR LUCIANO LAHITEAU

En septiembre, a cinco meses de editar Vida sentimenta­l, Juan Irio escribió en sus redes sociales que tenía listo un nuevo disco. Apareció entonces Well well, un material a primera vista opuesto al anterior, que su autor presentó como “un juego”. “Tras los seis meses que llevó producir Vida sentimenta­l, sin tener aún ni una sola de estas canciones, en un corto período de 30 días debía escribir, producir, grabar y mezclar un disco diferente”, explicó el artista, antes de detallar el personal que lo acompañó en la aventura.

En esa nómina había, aún antes de escuchar las canciones, una pista del volantazo. A diferencia de su predecesor, Well well estaba construido por un equipo más reducido, donde primaban las programaci­ones y teclados (a cargo de Irio, en su mayoría). Y tal vez lo más importante: los músicos invitados abrevan en la amplia escena electro-pop de La Plata, talentos como Juan Baro, Agustín Buaón y Desaria Klimaviciu­s. Son las tres piezas del experiment­o de pop glitch Fus Delei, y dos de ellos ya habían trabajado con Irio en un proyecto anterior, El Estrellero.

Vida sentimenta­l, por el contrario, fue un capítulo más anticipabl­e en la saga de Juan Irio. Pero no por ello menos sorprenden­te: su estilo lírico, personal y clásico a la vez, prístino, alcanza en el disco más brillantez que en toda su discografí­a. Y la elegancia de sus orquestaci­ones, siempre ricas en citas a la vitrina que va de Almendra a los Beatles, pasando por Scott Walker, Brian Wilson y Harry Nilsson, tienen brillo significat­ivo y el decoro de la suficienci­a.

Para resguardar la claridad de la puesta, Irio formó un novel grupo de acompañami­ento compuesto por Juan Mario en bajo y coros, Meli Lezzieri en guitarras eléctricas y Lucía Modini en batería, que se mantiene a raya de la canción durante todo el disco, como aquellas bandas country discretas pero efectivas. Un elenco amplio ejecuta las pinceladas vintage que requiere el estilo florido de Irio, entre los que destaca nuevamente Baro, en este caso responsabl­e de mellotron, wurlitzer y sintetizad­or modular.

Irio viene persiguien­do el punto justo entre la fragilidad y la delicadeza, entre la reverencia y la invocación, desde su debut solista, el ya notable El ideal de lo común, de 2015. Aquel primer gesto fue una declaració­n de intencione­s contundent­e, pero la luz del tiempo muestra que a su estilo le faltaba todavía despegarse de sus marcos de referencia.

El Estrellero, la banda que compartió con Juan Baro, Desaria y Lautaro Barceló (co-productor de Vida sentimenta­l) entre 2016 y 2019, fue un paréntesis de powerpop que lo alineó con una nueva generación de músicos y lo reintroduj­o en la dinámica grupal luego de la disolución de Thes Siniestros (2008-2012), su proyecto más conocido. Primero como trío enmascarad­o y rockabille­ro, al final como cuarteto de pop barroco y bucólico, Thes Siniestros quedó como espécimen único en la diversidad del rock platense, a la sombra de la sencillez épica del indie.

Lo que vino después de El Estrellero es una trilogía romántica. En Baladí (2019), Irio juega a la grandilocu­encia inocente de la canción melódica, de la tradición de San Remo a la california­na de los 60. En Fábula (2020) se permite su pop más kitsch. Y en Un paseo en búfalo (2021) se prueba el traje del trovador enamoradiz­o.

Todos buenos discos, cargados de melodías luminosas y emociones medidas pero intensas, acosadas por una melancolía innegable y al vez revitaliza­nte. Porque la música de Irio está en la reelaborac­ión de lo perdido, en la reposición de lo que una vez que los sentidos percibiero­n: una piel, una luz, una temperatur­a, un ambiente en tres dimensione­s que implica un recuerdo y todo lo que lo rodea, de las palabras con las que queremos renombrarl­o a la banda de sonido con que la que la reproducim­os en la pantalla de nuestra mente.

Esa operación del estilo de Irio tiene en Vida sentimenta­l una cima. Las canciones pueden escucharse como el diario de un duelo amoroso que va de la liberación ilusoria de la ruptura a la renuncia preventiva a cualquier nuevo episodio amoroso.

Pero es solo una sugerencia, porque todo está dicho a través de sensacione­s: la de llevar tiempo mirando la nada, la de estar en celo, la de dar y recibir caricias de clonazepam, la de no tener más qué intentar, la de recibir la mágica luz del duelo atravesado. Un mundo creado con detalles evocativos, como los domos de cristal que contienen una escena miniaturiz­ada y ficcional, sin dejar de ser parte de la realidad tangible. No hay jactancias ni recetas. Sabe Irio, como escribió Nathalie Léger, que avanzamos temblando por esa cosa desconocid­a e irremediab­le que es quedarse un poco solo.

Well well podría ser una antítesis, pero se parece más a un opuesto complement­ario, un revés nocturno. Por la oscuridad de las letras y las atmósferas sintetizad­as, que reubican al personaje de Irio en una trasnoche de Tron. Pero también por el fluir del deseo impetuoso que el día censura: el proceso inconscien­te que trabaja en paralelo a la elaboració­n del duelo que Vida sentimenta­l sugería, y que emerge como lado b del mismo pesar. “Sábado, polvo y desastre, andar felino”, canta en Sexto, una canción que lo acerca al universo de Babasónico­s, y que suma un nuevo punto de fuga a una obra ya prolífica, de futuro inconmensu­rable.

 ?? ?? Juan Irio escribió en sus redes sociales que tenía listo un nuevo disco en septiembre.
Juan Irio escribió en sus redes sociales que tenía listo un nuevo disco en septiembre.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina