Una madeja narrativa y femenina
Cine. El espacio que ocupo, ópera prima de Agostina Gianini, construye un autorretrato en torno a las mujeres que conforman su propio léxico familiar.
Vemos mujeres. De diferentes edades pero todas comparten miradas, gestos, facciones. En diversos registros; material de archivo, filmaciones analógicas y digitales. Muy pronto, el espectador se da cuenta de que se inmiscuye en el interior de un hogar desde una óptica intimista. Es una nieta quien registra con su cámara a su abuela y esta le responde: “Sacate vos que sos jovencita, linda”. También es una hija que le consulta a su madre por qué decidió estudiar la carrera de Medicina y se sorprende cuando ella le responde que eso no era todo en su vida. O es hermana cuando observa a una joven maquillándose y peinándose frente a un espejo, en un registro que expresa la fragilidad de un mundo privado. Todos estos son fragmentos de El espacio que ocupo, la ópera prima de Agostina Gianini.
Esta realizadora, formada en el Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda (IDAC) construye su autorretrato por medio de pinceladas visuales en torno a las mujeres que conforman su propio léxico familiar. El filme, de 61 minutos de duración, es una narración coral y fragmentaria. Tres mujeres de diferentes generaciones –abuela, madre, hija– entretejen una madeja narrativa que se termina de conformar a partir de materiales de archivo analógicos en diferentes formatos (super 8, VHS) y digitales, como la filmación del cumpleaños de 15 de Gianini o tomas que capturan álbumes de fotos antiguos. También el registro de una cámara MiniDv que utilizaba para filmar en su adolescencia. Comenzó las primeras tomas en 2017 y lo fue registrando de a poco hasta 2021. En 2022, cuenta, comenzó la post producción. Logró sumar a Núbia Campos Vieira como montajista lo cual, explica, le aportó “sutileza y coherencia al relato”.
La directora le revela a Ñ que todo comenzó a partir de su acercamiento a la militancia feminista: “Tiene que ver con el extrañamiento de situaciones cotidianas. Me atravesaban muchas inquietudes y me parecía que hacer una película era una buena forma de plasmarlas”. Pero lo que parecería a priori tratarse de un relato solipsista se vuelve en los primeros instantes en algo más bien amplio: “no creo que lo retratado les concierne únicamente a ellas, sino a la mayoría de las mujeres”, agrega. También expone otro de sus objetivos: “Desnaturalizar lo cotidiano, mirarlo desde otra óptica”.
Los mandatos, la pregunta sobre la identidad y la negación a ser capturada por una lente son ejes que estructuran este relato de mujeres. “No querían ser filmadas y rechazaban la cámara. Empecé a preguntarme el porqué de esta reticencia”, comenta Gianini. Sobre la cuestión identitaria, revela que se basó en inquietudes que ya tenía