Una araña en la vereda: Bourgeois en Proa
Llegó en barco y demandó dos jornadas de intenso trabajo para que Maman, la monumental araña quedara montada en la explanada de Fundación Proa. Fue en marzo, cuando se inauguró Louise Bourgeois: el retorno de lo reprimido, la gran exposición curada por Philip LarrattSmith que parecía tener en Buenos Aires un público selecto, en la medida en que la muestra se centró en el vínculo de la obra de la artista franco estadounidense con algunos conceptos rectores del psicoanálisis que aparecen en sus escritos. Pero ese arácnido de 22 mil kilos, creado en bronce, acero inoxidable y mármol, exhibía en su estructura metálica cierta precariedad, una forma orgánica y una sensacón de protección a quien se aventuraba entre sus patas. Nada más que una cascada de contradicciones. Rigor formal y poesía desbordada. Una constante dualidad, como las arañas.
Según Louise Bourgeois, que murió a los 98 años en 2010, creó Maman en homenaje a su madre, una hilandera protectora pero también sofocante. “La araña es una oda a mi madre. Ella era mi mejor amiga. Como una araña, mi madre era una tejedora. Mi familia tenía un negocio de restauración de tapices y mi madre estaba a cargo del taller. Como las arañas, mi madre era muy inteligente. Las arañas son presencias amistosas que se alimentan de mosquitos. Todos sabemos que los mosquitos propagan enfermedades y, por lo tanto, son indeseables. Así, las arañas son útiles y protectoras, al igual que mi madre”.
Poética y amenazante, la experiencia con Maman se asemeja a la visión del mundo que tiene un niño: “los padres son enormes, y el mundo de los padres también es enorme”, describía el curador. Como el último lazo que unió al arte contemporáneo con el surrealismo y el fin de siglo XIX, se mantuvo al margen de las etiquetas. Algo tan amenazador y enigmático como la obra de Bourgeois se niega a ser encerrado en una teoría.