Cuadros de la psiquis en exposición
¿Por qué a los argentinos se interesan tanto en el psicoanálisis? Esta pregunta es una de las tantas que planteó la muestra Terapia, que el Malba inauguró en marzo curada por Gabriela Rangel, exdirectora artística del museo, Verónica Rossi y Santiago Villanueva. La muestra exploró los caminos creados por el cruce entre psicoanálisis y arte en la Argentina.
Rangel (nacida en Venezuela) sostenía que el método creado por Sigmund Freud “fue una especie de andamiaje del proceso de modernización, que tiene que ver con la sincronía que hubo entre los intelectuales argentinos y el resto del mundo: el psicoanálisis caló en las capas medias y se popularizó y las poblaciones urbanas naturalizaron el lenguaje psicoanalítico”.
El psicoanálisis ha atravesado la vida argentina desde principios del siglo XX. Es el país en el que hablar del inconsciente, la transferencia y el complejo de Edipo puede ser cotidiano y convoca masivamente, donde la experiencia del paso por el diván es numerosa. En la muestra hubo 200 obras de 50 artistas, provenientes de unas 50 colecciones, incluyendo la permanente del Malba. Hubo perlas de Yuyo Noé, Guillermo Iuso, Marta Peluffo, Marcia Schvartz, Karin Idelson, Margarita Paksa y Grete Stern.
Una sala de espera con sillas, alfombra, una araña antigua ubicaba al paciente en esa situación: antesala del consultorio del psicoanalista. Es la instalación “La mujer de negocios que se lamentaba de no vivir en el campo” (2019), de Marisa Rubio. Las obras abordaban la enfermedad mental, lo onírico, el inconsciente, la mirada de los pacientes como enfermos mentales. Las fotografías de Grete Stern como la de esa mujer que arrastra una piedra inmensa, como Sísifo, siguen sacudiendo psiquis y almas. Como también lo hace Marcia Schvartz con su pintura “Con rabia roía el cráneo por dentro y por fuera” (2018), la de la mujer desnuda, que muerde restos de un rostro.
La muestra se inauguró en un descanso de la pandemia, un alto en el se evidenciaron las consecuencias psíquicas del encierro, el miedo global y las marcas que dejaba el covid, que no fueron pocas. Terapia pone al desnudo una necesidad que por momentos se vuelve la de los apasionados, un recurso que puede ser un acompañamiento permanente. La pandemia dejó muy arriba los índices de ansiedad y depresión, pánico, autoagresiones, desórdenes alimentarios, adicciones, somatizaciones, entre muchas otras consecuencias. La cosecha de pacientes no cesa, menos en esta coyuntura que sigue golpeando a la psiquis.