Falsos y recontra falsos
Podcast “Traidores del Arte” / Episodio V. Un manual de fraudes del arte incluye la Gioconda por un argentino y el 90% del arte precolombino.
“Todas Ias falsificaciones son como vampiros; deberían clavárseles una estaca en el corazón”. Lo dijo Josep Noble, quien fuera uno de los directivos más importantes del Museo Metropolitano de Nueva York, un museo que en algún momento dio a conocer que más del 40% de sus fondos eran falsificaciones.
Menos dramáticos que Noble, la mayoría de los que están involucrados en el mundo del arte suelen hablar de copia, reproducción y falsificación. Todas mueven cifras abultadas. Se habla de falsificación cuando son copias sin autorización y además, tienen voluntad deliberada de engañar, de pasar por originales y únicas.
Si bien las historias que hoy leemos o vemos en películas y series suceden casi siempre en Europa o los Estados Unidos, – entre ellas, Fake or Fortune?, de la BBC, con Philip Mould o Fraude de arte, producida por Alec Baldwin–, en Latinoamérica, territorio utópico de copias de Giocondas, paraíso de compradores, vendedores y falsificadores de arte precolombino, abundan las anécdotas, el grueso, improbables, la mayoría, peligrosas.
Las Mona Lisa falsas en América
Se sabe que la “Mona Lisa”, de Leonardo Da Vinci, estrella del Museo Louvre, fue robada de allí por el italiano Vincenzo Peruggia en 1911 y recuperada en 1913.
En junio de 1932, el periodista estadounidense Karl Decker publicó un artículo en el que reveló que un argentino había sido el cerebro de este robo y que en Estados Unidos había seis copias falsificadas del cuadro de Da Vinci.
El marqués Eduardo de Valfierno se lo había confesado a Decker en 1914 en Marruecos. Este había conocido en Buenos Aires a Yves Chaudron, un pintor francés que realizaba falsificaciones de arte y que en Paris convencieron a Peruggia de robar la Gioconda del Louvre.
Mientras se buscaba la obra robada y el escándalo recorría el mundo, Chaudron hizo varias copias que luego fueron ofrecidas por Valfierno como si fuera la original a distintos coleccionistas. A medida que las falsificaciones fueron finalizadas, Valfierno viajó con ellas a Estados Unidos, una por vez, para no despertar sospechas. Vendidas todas, abandonaron a Peruggia a su suerte. Nunca quisieron la original.
Hay dos libros escritos por dos argentinos que ficcionan la supuesta vida de Valfierno. Uno, de Martin Caparrós quien obtuvo el Premio Planeta por ese libro, y otro, del ex embajador y columnista político Diego Guelar. La historia es muy bonita, pero es mentira. Nunca existió el Marqués de Valfierno. Por tanto nunca existieron las Giocondas falsas importadas a América.
La fábrica de artefactos prehispánicos
El interés por el arte precolombino, el más falsificado en Latinoamérica, continúa hasta hoy, entre el expolio y la recuperación de auténticas piezas y el falso maridaje o pastiche, la industria de la falsa procedencia y las copias burdas que se venden en todo el mundo, dando lugar a cientos de historias.
Una de las más interesantes es la del coleccionista mexicano Josué Sáenz, quien compró las 10 páginas sobrevivientes del “libro” que solía conocerse como el Códice Grólier y ahora es conocido como el Códice Maya de México. Por mucho tiempo, fue considerado falso al afirmar distintos estudiosos que el estilo no era maya y que era “el más feo” en cuanto a trazos y color. Investigaciones posteriores destacaron que eran tiempos de carencias que también influyeron en los materiales y el arte. Hoy es el manuscrito legible más antiguo del continente americano. Los árboles de donde tomaron las cortezas para elaborar los soportes datan entre 1026 y 1157.
A este mismo coleccionista le fue ofrecida en 1966, y a través de una llamada anónima, una máscara antigua con incrustaciones de jade y hueso. Los ojos, la nariz y la boca de la cara estaban bordeados de un material resinoso rojo. Sin embargo, lo que más llamaba la atención eran los dientes, una hilera de dientes…. humanos. La máscara –le dijeron– podía representar al dios maya Itzamná, Señor de los Cielos.
Sáenz la compró durante un viaje de película que incluyó un vuelo aéreo, con una brújula tapada para que él no supiera hacia dónde iban. Ya en su poder la máscara, ante la sospecha de que era falsa, la puso en venta y ésta pasó de mano en mano. Luego se comprobó que era original. Hasta donde sé, forma parte de la Colección Bliss de arte precolombino, en Estados Unidos.
El primer taller de falsificadores latinoamericanos de cerámica prehispánica reconocido como tal fue el de la Familia Alzate, en Colombia. De impecable factura y gran imaginación, llegaron a falsificar objetos que no existían en la etapa prehispánica, por ejemplo: cafeteras.
Se dice que Julián Alzate vendió más de mil precolombinos falsos y engañó a la plana mayor de la arqueología mundial de ese tiempo. La colección Alzate cobró dimensiones míticas y actualmente es conservada por el Museo Universitario de la Universidad de Antioquia.
El Museo del Oro en Lima
En el 2001, un informe dictaminó que el 98% de las piezas expuestas en el Museo de Oro de Lima eran falsas, entre ellas joyas incaicas y tapices prehispánicos. En el 2018, en un trabajo conjunto expertos del Museo de América, en Madrid, y la Policía española y de Estados Unidos llegaron a la conclusión de que el 90% del arte precolombino vasijas policromas mayas, urnas amazónicas, vasijas moche, figuras Nayarit, máscaras teotihuacanas o figurillas olmecas que se vendía en el mercado nacional e internacional y por internet era falso. Si antes las falsificaciones de obras contemporáneas latinoamericanas se producían la mayoría de las veces en el país de origen del artista, las cosas han cambiado rápidamente.